¿De dónde nace el carisma que nos caracteriza?
Solo y a pie, en los primeros días de enero de 1528, partió de Barcelona rumbo a París con la convicción de que debía realizar estudios universitarios para tener más habilidades y conocimientos para servir. Después de superar los embates de los jueces franciscanos que lo mantuvieron cautivo en Salamanca para escudriñar el origen de sus ideas plasmadas en su obra Ejercicios Espirituales, no hubo poder humano que disuadiera a Ignacio de emprender la ruta hacia la universidad.
El historiador José Ignacio Tellechea Idígoras narra en Ignacio de Loyola, solo y a pie (en Biblioteca códico 274.TEL), una obra biográfica del fundador de la Compañía de Jesús, que no se sabe con precisión por qué eligió París como destino para formarse, cuando pudo optar por alguna universidad española en Alcalá o Barcelona (evidentemente no elegiría Salamanca). Lo que sí quedó claro fue que las horas que estuvo preso en la cárcel salmantina le permitieron aclarar su mente y diseñar su estrategia: formarse primero, integrar a más compañeros formados y conservar a los que ya tenía. Los compañeros de escuela de Ignacio, conformarían la primera Compañía de Jesús años más tarde.
Tellechea cuenta también que Ignacio tenía un espíritu emprendedor y un extraordinario sentido práctico. Además de ser temperamental, le atraían grandes hazañas por lo que París, en ese tiempo el centro cultural mundial, y la idea de realizar su propio proyecto para dar un mejor servicio a las personas y a Dios, fueron más atractivos que quedarse en España con sus amistades, sus compañeros, su cultura y su propia lengua, de la misma manera que muchos estudiantes vienen a esta universidad, desde distintos destinos, algunos muy distantes.
Ignacio dejó todo y cruzó España a pie, haciendo escalas, para llegar a París el 2 de febrero 1528. Su biografía narra las vicisitudes que pasó este estudiante foráneo a sus 40 años durante sus estudios en París, todos los viajes que, a pie, y a veces acompañado de un burro, tuvo que realizar para alcanzar su meta.
Aunque llevó suficientes recursos para vivir y dedicarse a los estudios al menos para los primeros meses, su casero, a quien Ignacio confió sus bienes, se los gastó todos y lo dejó en la calle la segunda semana de clases. Ignacio tuvo que mendigar y pedir posada en un hospital y sortear los apuros de un huésped en casa ajena. No podía salir antes del alba, ni llegar después del ángelus vespertino. Se la pasaba corriendo entre clases y tenía poco tiempo para estudiar. Su historiador cuenta que Ignacio además de ser un hombre empeñado en sus ideales, era sumamente práctico y explica cómo ideó un viaje a Flandes, Brujas y Amberes, para pedir limosna para sufragar sus estudios y los de otros compañeros que se integrarían a la orden. Muchas veces solo, y de un lugar a otro, los viajes emprendidos por Ignacio durante su etapa de formación fueron numerosos y representaban el inicio de una nueva etapa dentro de su gran proyecto.
La frase “Solo y a pie” que se lee en la figura de San Ignacio de Loyola que custodia la Biblioteca del ITESO, nos remite a esta época del fundador de la Compañía que, desde hace más de 450 años, forma para mantener el propósito inicial de Ignacio: dar el mejor servicio a las personas y al mundo.
La historia del estudiante foráneo y de las complicaciones que sorteó, también nos recuerda el valor de quien deja todo atrás por seguir sus ideales. En el ITESO, alrededor del 30 por ciento de quienes integramos la universidad, somos personas que dejamos una vida atrás, para emprender una nueva.
Sean bienvenidas y bienvenidos a esta su nueva comunidad, su casa.