Integrante de una admirable tradición de científicas que han trabajado en descifrar los secretos del cosmos, la primera mexicana en presidir la Unión Astronómica Internacional es una de las estudiosas más importantes de la materia interestelar. Y al volver la vista a problemas más terrenales, se interesa especialmente por el avance de las mujeres en la ciencia y por las condiciones de inequidad que enfrentan
POR DURRUTY JESÚS DE ALBA MARTÍNEZ Y JOSÉ ISRAEL CARRANZA

Es posible que algunas de las batallas más arduas por la verdad científica se hayan librado en el ámbito de la astronomía. La investigación de cuanto los cielos pueden revelarnos exige a quienes la realizan no sólo capacidad de observación y un conocimiento vasto de los principios físicos que rigen el universo, expresados en términos matemáticos, sino además una determinación firme para que ese conocimiento pueda descubrirnos los secretos que guardan las estrellas y otros objetos del cosmos, a pesar de todas las dificultades que representen las distancias enormes que nos separan de ellos. Copérnico y Galileo disponían de esa determinación y, junto con ellos, toda la tradición de observadores que han sabido mirar hacia lo alto y descifrar lo que hay en la inmensidad de la bóveda celeste. En esa tradición han ocupado un lugar especial las mujeres. Está, por ejemplo, el caso de Williamina Fleming, quien hacia finales del siglo XIX y principios del XX identificó y clasificó los espectros de más de 10 mil estrellas, además de descubrir 10 supernovas y más de 300 estrellas como parte del trabajo encomendado por el Observatorio de Harvard, al frente de un grupo de astrónomas conocidas como “las computadoras de Harvard”. La historia de Fleming, sin embargo, cuenta también como evidencia de las dificultades que las mujeres han debido enfrentar en este ámbito, ya que en su momento se le dio un crédito secundario a sus aportaciones.

Silvia Torres-Peimbert, quien se convirtió en la primera mexicana en presidir la Unión Astronómica Internacional (UIA), está al tanto del desafío que representa para una mujer llevar adelante una carrera en el terreno de la ciencia.

“Yo tengo la preocupación de explicar que las mujeres participan en la ciencia, que la ciencia no debe ser excluyente en términos de género ni en términos de ninguna otra característica. Lo es — porque, ciertamente, en términos económicos lo es—, pero la ciencia requiere el talento de las mujeres. Es un tema que he tratado en diversos foros porque me interesa estimular a las mujeres para que participen con todo su potencial. Me preocupa que las mujeres jóvenes con talento, con preparación, en algún punto del camino entre las obligaciones familiares —y por la educación que reciben—, no continúan con sus vocaciones, con su carrera, con sus deseos. Pues no me gusta”.

Lo que sí le gustó desde muy temprano a Torres-Peimbert fue la disciplina en la que habría de forjarse. A los 18 años ingresó como asistente de investigación en lo que ahora es el Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde actualmente es investigadora emérita.

Torres-Peimbert considera que hay algunas circunstancias culturales que conviene tener en cuenta al hablar del acceso que las mujeres pueden tener al estudio y al trabajo en las disciplinas científicas.

“Los países latinoamericanos tienen un índice alto de participación de mujeres en la ciencia y es posible que esto se explique por el entorno familiar: porque las familias (la madre, la abuela, etcétera) apoyan en la crianza de los hijos, y también porque estamos apoyándonos en terceras personas para la crianza de los hijos y las labores domésticas. Entonces resulta que sí, en Latinoamérica hay un mayor índice de participación de las mujeres en forma histórica. Eso también ocurre en el sur de Europa, y yo creo que también es por la cohesión familiar, que no se da tan intensa en Europa del norte”.

La doctora Torres-Peimbert fue entrevistada por Magis sobre su nueva responsabilidad al frente de la UIA. Lee la entrevista completa en: bit.ly/2Q6Vqyv