En esta contingencia por el Covid-19 se necesitan instituciones educativas y laborales empáticas que reconozcan la realidad de muchas mujeres y familias trabajadoras.
Hoy, en medio de una crisis sanitaria global sin precedentes, la estrategia de cuidado y solidaridad que tiene por eslogan Quédate en casa, nos ha obligado a adoptar el encierro como un acto de responsabilidad compartida para erradicar la propagación del coronavirus. Con esta intención de cuidado personal, familiar y comunitario, miles de madres de familia han tenido que asumir la educación a distancia de sus hijxs como una tarea más dentro de las múltiples responsabilidades que tienen ya en el trabajo dentro y fuera de casa. De un día para otro trasladamos a nuestras casas nuestros espacios laborales y los salones de clases de nuestros/as hijos e hijas.
Docentes de todos los niveles educativos (desde el preescolar hasta la educación superior) hemos movilizado todas nuestras capacidades para dar respuestas creativas y favorecer que el desarrollo integral de nuestros estudiantes pueda continuar desde casa. Envíos de sesiones por WhatsApp, desarrollo de contenido para radio y televisión, diseño de plataformas tecnológicas, apertura de recursos gratuitos en línea, aplicaciones móviles, traducciones a lenguas indígenas, diferenciación de contenidos, clases en línea y un sinfín de estrategias más muestran, por un lado, nuestras capacidades para dar respuestas creativas y profesionales a una parte de la población en México, que cuenta con los recursos, en mayor o menor medida, para acceder a estas estratégicas. Pero por otra parte se pone una vez más en evidencia, y con consecuencias de las que aun desconocemos su alcance en el rezago, las carencias que excluyen a la mayor parte de la población de estas posibilidades de continuar trayectorias educativas mínimamente dignas. Aquí un reto mayúsculo para México.
Con plena conciencia de que seguramente no somos quienes padecemos los efectos más negativos de esta situación de confinamiento, ni en la parte laboral ni en la educativa, en este texto hare referencia a la parte que me ha tocado vivir y acompañar en diversos grupos, como madre que trabaja en la educación y que tiene el privilegio de acceder a las estrategias de educación a distancia tanto profesional como personalmente.
La adopción de modalidades de educación a distancia supone que las personas cuidadoras podemos acompañar esta modalidad virtual, para su óptimo desarrollo y, de acuerdo a las diferentes demandas por etapas de desarrollo. No es lo mismo una clase en línea para un estudiante de bachillerato, que se supone puede ser independiente y autónomo en la realización de estas tareas, que para un estudiante de educación básica o educación preescolar que requiere un acompañamiento mucho más cercano. Estas diferencias representan para las personas cuidadoras, en su mayoría madres de familia, la necesidad de pensar en diversas estrategias de acompañamiento para el desarrollo de la educación en casa. Si a esto sumamos que las madres trabajadoras tienen fuertes demandas laborales por la misma estrategia de trasladar el trabajo en casa, se crea contexto de sobreexigencias y demandas imparables particularmente para el sector de población de clase media, con hijos/as en edades de preescolar y primaria baja.
La demanda total de atención a los hijos e hijas implica, además de las responsabilidades laborales, procurar la alimentación, la higiene, el orden de la casa, la traducción de la modalidad a distancia a los y las pequeñas, la previsión del material necesario para el trabajo y, además, el cuidado permanente de la salud mental propia y de la familia frente a este cambio repentino.
Frente a esta combinación existen instituciones educativas y centros laborales que han tomado decisiones empáticas y estrategias solidarias, con un sentido de responsabilidad compartida con las madres de familia para acompañarlas en esta compleja situación. Estas posturas parten del reconocimiento crítico y responsable, no solo de la contingencia, sino de las inequidades y desigualdades de género, y va priorizando lo urgente en el cuidado y desarrollo de la educación a distancia. Muchas instituciones diseñan de manera creativa, selectiva, ordenada y estructurada las demandas para las madres y los mecanismos necesarios para comunicar lo que necesitan con claridad. Cuando esto sucede, favorecen de manera importante a reducir los niveles de estrés, y de ansiedad. Mensajes de las escuelas como: “mamá sabemos que trabajas, no te agobies, confiamos en que harás lo mejor que puedas”, y el posicionamiento de los centros laborales que ajustan las jornadas y reconocen las tareas y demandas que las madres deben combinar para sacar lo mejor de esta contingencia, muestran que es posible enfrentar los efectos de esta contingencia con un profundo sentido de comunidad.
Sin embargo, frente a esta misma combinación de demandas existen otras instituciones educativas y centros laborales en los que esta postura empática no ha sido prioridad y no se han instaurado los métodos necesarios para desarrollar una sensibilidad colectiva que, a partir del sentido de responsabilidad compartida, hagan frente a esta realidad y sobre todo acompañen solidariamente a las madres y familias en estas demandas, en la prioridad del cuidado de sus propias personas para que, a su vez, acompañen a quienes dependen de ellas. Instituciones educativas y centros laborales que, abrumados por la contingencia y las demandas, adoptan una postura de exigencia del deber y dejan a un lado la posibilidad de aprovechar la coyuntura para transformar, para priorizar, para hacer frente a la crisis desde la empatía y la esperanza. Es fundamental hacer frente a la crisis desde el profesionalismo, al saber priorizar, al saber diseñar las estratégicas comunicativas necesarias para acompañar, para posicionarse desde la empatía y confiar en el sentido de responsabilidad compartida.
Esta crisis nos demanda instituciones educativas y laborales a la altura de las circunstancias, instituciones empáticas que reconozcan la realidad de muchas mujeres y familias trabajadoras, madres de familia que están transformando realidades, que están siendo creativas para organizar sus tiempos y satisfacer todas las demandas con un sentido de responsabilidad compartida, priorizando la salud mental y física de las personas que dependen de nosotras. Y vivir bajo estas demandas constantes y permanentes no siempre nos permite llegar a una organización estrictica y fiel de los contenidos académicos propuestos o al reporte de las evidencias de aprendizaje o la multiplicidad de proyectos laborales por entregar en tiempo y forma sin errores. Y aunque hacemos nuestro mejor y mayor esfuerzo necesitamos nuestras instituciones con nosotras, las necesitamos con las familias, comunicando mensajes de empatía, acompañando las risas, eligiendo batallas, priorizando lo fundamental en el desarrollo de nuestra niñez y seleccionando lo prioritario en las demandas laborales para llevar nuestras responsabilidades desde la libertad y sin culpas, desde la cooperación y sin angustia, desde la empatía y la responsabilidad compartida.
*Texto publicado originalmente en el Blog de MUxED y con su permiso se reproduce en este medio.