Lo que los familiares de las personas desaparecidas hacen en sus búsquedas no es sólo buscar lo perdido que tanto se ama, sino que llevan a cabo la misión misma de Jesús: curar, sanar, perdonar, incluir, buscar la justicia y la verdad

Por Arturo González González, S.J., sacerdote jesuita, director del Centro de Formación y Acompañamiento para el Desarrollo Integral de la Universidad Iberoamericana Puebla 

Reflexionar sobre la verdad en el contexto de la desaparición de personas en México resulta indignante. Sin embargo, ver a tantas familias unidas de diversas partes del país buscando a sus seres queridos y quienes no sólo buscan saber la verdad sobre el paradero de ellos y ellas, sino que están aportando a la construcción de la verdad y la justicia en este país, cuando los que deberían hacerlo tienen como estrategia la indiferencia y quizás la mentira, es lo que mantiene la esperanza. 

Ante la pregunta sobre el significado de la verdad en las búsquedas de personas desaparecidas, es importante definir qué puede significar la verdad para ellos. Se trata de una palabra profunda y, por lo tanto, compleja de definir en este caso, pues ha sido respondida conceptualmente desde diversas dimensiones del saber. Para esta reflexión entenderé verdad, desde mi experiencia humana y religiosa, como “el ideal humano de lo que construye un proyecto de persona en este mundo y su acceso a él”. Es decir, todo lo básico y necesario que debe tener un ser humano para construir un proyecto humano. 

Responder qué es la verdad en el contexto de las desapariciones se tiene que ligar con una de las cuestiones más profundas de la existencia humana: lo valioso de la vida toda, en sus diversas manifestaciones y, muy en especial, la vida humana, la vida de cada persona, ya que encierra en ella un misterio y una dignidad colmada de posibilidades de comunión y plenitud. 

Para responder a la pregunta sobre la verdad en la búsqueda de personas desaparecidas me voy a ayudar de las expresiones: “sí lugar” y “no lugar”. En donde el sí lugar se refiere a todo lo que una persona debe tener en su vida para construir en su persona un proyecto humano válido y viable, en tanto, que un no lugar, es todo lo que resta posibilidades de construir un proyecto humano personal, es más, son lugares que atentan o destruyen cualquier posibilidad de proyecto humano. Comenzaré por describir el no lugar, para luego presentar lo que contiene el sí lugar, que posibilita la vida personal, su realización y apunta a la verdad de la existencia. 

El no lugar, es todo espacio que niega la vida, que resta posibilidades a las personas de construirse juntos con otros y otras. Ese no lugar niega a las personas un seno familiar y social humano y seguro. Arrebata y niega el alimento, la educación, la salud, el agua, la convivencia sana, un trabajo suficiente, seguro y trascendente. Es más, no sólo niega lo que se necesita para vivir, sino que mata la vida, arrebata del seno familiar y social a seres queridos, anulando la vida o robándola para explotarla como una cosa de diversas formas. Esos no lugares no sólo generan víctimas, sino que abren dimensiones existenciales que nunca cierran del todo y que es necesario acompañar. Los no lugares no sólo destruyen la vida, sino que tratan de atentar contra los que buscan la verdad y el respeto de los derechos de toda vida humana. Esos no lugares que desaparecen personas se esconden, además, detrás de instituciones y edificios llenos de impunidad y complicidades, donde pareciera que no hay culpables de la desaparición de personas. La misión de buscar la verdad es desenmascarar a los culpables y llevarlos a la justicia, no por venganza, sino por la verdad y la justicia y por la reparación y la no repetición del daño. 

Por su parte, el sí lugar, es un espacio o espacios de humanidad, con posibilidades que construyen la propia vida y ayudan a construir la de otros y otras. Este sí lugar, brinda las opciones y posibilidades de construirse como personas con un proyecto humano viable y valioso, donde se incluye la vida de las demás personas, especialmente de los que sufren en el mundo. Ese sí lugar es un espacio de convivencia humana que permite acceder a lo necesario para vivir seguro y desarrollarse con plenitud. Es un lugar en donde no sólo se tiene lo básico necesario, sino en donde las personas trascienden y se desarrollan como verdaderos seres humanos. Lugares donde las personas están seguras y sin violencias, donde a nadie se le arrebata la vida o se le desaparece. Espacios donde la vida es respetada y valorada, en donde la justicia es algo natural y accesible para todos y todas. En un sí lugar la vida se acompaña y se protege en todas sus etapas, las personas, cuando parten de este mundo, son lloradas, valoradas, recordadas y depositadas dolientemente en un lugar sagrado de recuerdo y encuentro agradecido.  

Jesús nos mostró que una vida entregada al cuidado de los otros y otras es una vida que vale la pena, que trasciende, que alcanza niveles plenos de humanidad. Esto es algo profundo ya que se mueve en el misterio de la vida humana trascendente. 

Por lo tanto, la verdad tiene que buscarse desde el horizonte de construir los sí lugares, luchando juntos y juntas por desterrar de este mundo los no lugares, que aniquilan y arrebatan lo más sagrado de la vida, nuestros seres queridos y la propia vida.  

Es importante recuperar que una forma de construir la verdad en el camino hacia los sí lugares, respecto a la desaparición de personas, tiene que ver con mucho de lo que he escuchado de las madres y familiares de desaparecidos., Esta construcción de verdad se tiene que hacer desde un esfuerzo colectivo, ayudando y rescatando a los que se van sumando a los viacrucis de las búsquedas, construyendo una identidad de familia, agradeciendo que buscando se encontraron; las búsquedas son por todos y todas, con una fe inquebrantable, evitando irrigar el corazón con odios y venganza y, más bien, alimentándolo de fe, confianza y esperanza, sabiendo que lo que buscan es a sus amores en la vida y que por eso no pararán hasta encontrarles y encontrar la verdad que necesariamente traerá la justicia y la paz en la vida.      

Como persona religiosa -sacerdote jesuita- recurro a la confianza plena de que la verdad, como la entendemos en esta reflexión, tiene su centro en el proyecto de la persona de Jesús de Nazaret, quién nos mostró un camino pleno de vida, con el único mandamiento del amor, con 3 facetas: el amor propio, el amor al prójimo y en ello el amor a Dios. Jesús nos anunció el proyecto de vida de su Papito Dios, para que sus hijas e hijos tengan vida y la tengan en abundancia.  

Jesús mismo en su vida nos mostró la lucha y el compromiso por ese proyecto de su Padre, un camino y una vida que conduce a una verdad palpable: que toda vida humana es importante para Dios, y que Dios es el primero que camina en toda lucha, esfuerzo y búsqueda por hacer valer y respetar la vida y la dignidad humana. En ese proyecto del Padre, a Jesús se le fue la vida, él nos dijo que no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Y eso lo vivió en carne propia. Jesús en su vida nos mostró que toda vida humana es compleja, que demanda entrega y sacrificios, que se expresa en tantas dimensiones como la alegría, la convivencia, la amistad, el servicio, la plenitud, el llanto, las pérdidas, la confianza, el abandono, la persecución, el juicio, la condena, ejecución y la muerte injusta de una víctima inocente. Sobre todo, Jesús nos mostró que una vida entregada al cuidado de los otros y otras es una vida que vale la pena, que trasciende, que alcanza niveles plenos de humanidad. Esto es algo profundo ya que se mueve en el misterio de la vida humana trascendente. 

Lo que los familiares hacen en sus búsquedas, no es sólo buscar lo perdido que tanto se ama, sino que llevan a cabo la misión misma de Jesús: curar, sanar, perdonar, incluir, buscar la justicia y la verdad. Trabajan por el reino de amor del Padre de Jesús de Nazaret. Se han llamado y son buscadoras y rastreadoras de la vida y la verdad querida por Dios.