Introducción de Paulina Quintero, profesora del Centro Universitario Ignaciano | Textos de las egresadas Lizeth Guadalupe Cardoza Pedroza y Sandra Luz Haro González
Usualmente relacionamos la palabra “acompañar” como una acción hacia los demás, aunque parte de la acción de estar primero con una o uno mismo, para recibir y darse a la otra, al otro. Dos experiencias, dentro del voluntariado universitario, cuentan el descubrimiento del autoconocimiento a partir de escuchar y estar con los demás.
La palabra acompañamiento alude a la acción de brindar compañía, quien acompaña es un compañero. Esta palabra se deriva del latín “comedere” y “panis”, “cumpanis”, cuyo significado es “el que come su pan con” o “los que comparten el pan”. Acompañamiento es, en esencia, compartir el pan, compartir aquello que nos vitaliza.  El termino cumpanis parece hundir sus raíces en un origen propiamente cristiano, que se remonta a la última cena. Posteriormente se llamaron así a los viajeros medievales que compartían su pan con otros durante el camino que recorrían juntos.  Luego lo encontramos en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola cuando el que dirige la experiencia “da a otro modo y orden para meditar o contemplar, debe narrar fielmente la historia de la tal contemplación o meditación, discurriendo solamente por los puntos con breve o sumaria declaración; porque la persona que contempla, tomando el fundamento verdadero de la historia, discurriendo y raciocinando por sí mismo (…) para más fruto espiritual” [EE 2.14] y debe considerar la situación personal de quien acompaña en su experiencia espiritual [EE 18].

En el ITESO, concretamente en el proyecto del Voluntariado Universitario del Centro Universitario Ignaciano (CUI), el acompañamiento se considera central en la formación de las y los estudiantes, es un modo concreto de compartir el pan durante el camino, al modo de Jesús con los apóstoles y de Ignacio de Loyola con los primeros compañeros quienes, como compañeros de Jesús, anduvieron un camino que los condujo al encuentro con otros y consigo mismos.

Descubrí el átomo de mi universo personal

Por Lizeth Guadalupe Cardoza Pedroza, egresada de Ingeniería en Nanotecnología

Hace aproximadamente 5 años decidí mudarme a Guadalajara, proveniente de Torreón, Coahuila para estudiar Ingeniería en Nanotecnología en el ITESO. Dentro de las primeras semanas en una de las clases me fue presentado el proyecto del voluntariado de Justicia Ambiental. En ese momento inició mi proceso de acompañamiento por parte del Centro Universitario Ignaciano. Un proceso que, para ser honesta, al principio no fue sencillo. Había algunas piezas que encajaban perfecto, mientras que otras llegaban a desconcertar mi razón configurada por números y ecuaciones.

Conforme los procesos de voluntariado y académicos avanzaban, el acompañamiento lo experimentaba de manera natural como más necesario y urgente, esas piezas que antes no embonaban iban acomodándose poco a poco. Desarrollé, al estar en una constante exposición a experiencias y vivencias de otras personas, confianza en la acción de escuchar activamente como algo cotidiano. Los desconocidos empezaron a formar parte de mi propia comunidad, una comunidad de aprendizaje y, en el proceso, se desencadenaron movimientos internos que me llevaron al autoconocimiento.

De un momento a otro, después de campamentos en el cerro del Copo, niveles de formación pisco-espiritual semanales y momentos de interioridad, empecé a cuestionarme la razón de mis acciones y las de los otros, comencé a ir más allá de sentimientos y emociones, la vida pareció volverse más complicada. Mis sentidos estaban más alertas y percibí el potencial de mis sentimientos y emociones. La felicidad que sentí, dentro de mí, se irradió más evidente, y la tristeza también dolió diferente. Ese momento de activación de sentidos ha sido un momento determinante para mi formación. Buscar los orígenes de esa felicidad, así como los de esa tristeza, me llevó a encontrar mi Principio y Fundamento, ese sentido que es la base para la vida. Ese átomo de nuestro universo personal.

“Pasé de comprender el mundo bajo sistemas de ecuaciones, números y teoremas, a comprenderlo a través del contacto humano, del convivir y del compartir, de la escucha hacia los demás; aunque antes que todo, de escucharme a mí misma.”

Cartel de Hugo García Sahagún, profesor de Diseño.

Atreverme a ser y decir en voz alta

Por Sandra Luz Haro González, egresada de Gestión Cultural.

“No solo soy lo que construyó de mí, soy los que otros han encontrado en mí y lo que yo he encontrado en ellos. Una colección de momentos. Un moodboard de algo que está en proceso de creación. Un bodegón que refleja a través de tesoros quien soy.” Eso escribí en mi diario el 7 de agosto de este año. La frase de “yo no soy yo sin el otro”, no estoy segura de cuándo fue que la escuché por primera vez, pero para mí es cierto que ningún ser humano puede ser sí mismo sin otros. Bajo esa premisa y esa frase enmarco una de las experiencias que marcó mi vida universitaria: el acompañamiento espiritual.

Contrario a lo que muchos podrán pensar, que incluso yo llegué a pensar, el acompañamiento espiritual no es ir a confesarte. Definitivamente no se trata de acercarte con alguien a leerle tu lista de pecados, probablemente se parece a una visita al psicólogo; es sentarte a platicar a decir aquello que no te atrevías a decir en voz alta, es dejar que otro escuche, vea, sienta y ame quien eres en toda tu vulnerabilidad. Es permitirte dar voz a aquellos pensamientos que pareciera solo viven en ti, es compartirte y dejar que otro desde el amor te mire, te escuche, te acompañe; pero justo se aleja de la terapia porque el otro, con quien conversas y te escucha, no busca resolverte sino estar contigo, darte su tiempo esperando el tuyo propio y regresarte de manera amorosa tu reflejo.

El acompañamiento desde el Centro Universitario Ignaciano del ITESO es llegar a una familia, permitirte tener un lugar seguro tanto física como emocionalmente en la universidad. Implica que voluntariamente decidas amarte y amar a lo otro a través del reconocerte y reconocerlos.

Implicó darme cuenta que siempre hay una historia de fondo, algo que no se ha dicho, pero que se puede sentir. Me brindó las herramientas necesarias para conocerme, quién soy, qué quiero, por qué estoy aquí y eso no sólo para mí, siempre es extensivo a lo demás. Me mostró que nunca estoy sola, puesto que en cualquier lugar puedes encontrar compañía y que la primera compañía siempre es uno mismo; me dejó claro que en la vida sobre todo está la misericordia que en todo momento estoy frente a humanos tan imperfectos como perfectos.

El acompañamiento del CUI me acercó a una vida más compleja, de más contemplación, amor y libertad.

El voluntariado universitario CUI es un espacio de acompañamiento al interior del ITESO y que se extiende hasta los escenarios de los voluntariados, que son elegidos estratégicamente en referencia a la misión de la Compañía de Jesús porque responden a las necesidades y vulnerabilidades de la población involucrada. Los escenarios del voluntariado Justicia Ambiental, Migración y Realidades Indígenas son, bajo estas condiciones, un espacio para dar forma y seguir imaginando modos más humanos de vincularnos mientras recorremos el camino y con-partimos el pan, porque no hay camino en la tarea de humanizarnos que pueda recorrerse sin compartir un pan.

“Me mostró que nunca estoy sola, puesto que en cualquier lugar puedes encontrar compañía y que la primera compañía siempre es uno mismo; me dejó claro que en la vida sobre todo está la misericordia, que en todo momento estoy frente a humanos tan imperfectos como perfectos.”

¡Súmate a la construcción de otros mundos posibles!

En el Voluntariado CUI, en los escenarios: Realidades Indígenas, Migración y Justicia Ambiental.

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