Primera de tres reflexiones de estudiantes en torno al tema “Mirar con atención. Primer acto para pensar la convivencia desde la Universidad”, abordado en la Lectio Brevis 2023, dictada por Alejandra de la Torre Díaz

Por Elisa María Rizo Valle, alumna de la Licenciatura en Arte y Creación

La pregunta sobre qué nos hace personas es una cuestión fundamental para la filosofía y la ética, y conlleva una gran variedad de respuestas. En mi opinión, lo que nos define como seres humanos va más allá de nuestro cuerpo biológico. Nuestra humanidad está en la capacidad de pensar, razonar, sentir empatía y buscar significado en el mundo que nos rodea. Somos criaturas conscientes, capaces de reflexionar sobre nuestro pasado, imaginar nuestro futuro y vivir en el presente.

Vivir en una sociedad es esencial en nuestra naturaleza. Desde que nacemos, dependemos de otros para sobrevivir y, a medida que crecemos, buscamos conectar con nuestros iguales. El hecho de ser seres sociales es lo que nos permite compartir conocimientos, emociones, y experiencias. La convivencia es el tejido que sostiene nuestra vida, y significa, para mí, la oportunidad de enriquecernos mutuamente, aprender de otros y formar lazos que dan sentido a nuestra existencia.

Pensarnos como seres convivenciales implica considerar la convivencia como el eje de nuestra vida, lo cual significa que nuestras acciones y decisiones deben ser conscientes de su impacto en los demás. Esto es visto como las variables de las relaciones entre sujetos y objetos. Cuando reconocemos la dependencia entre los individuos, idealmente nos esforzamos por construir un mundo en el que todos tengan la oportunidad de prosperar, pero, en realidad, la convivencia va más allá y no podemos hablar de equidad porque nos estaríamos encasillando en un modo de ver, cuando en realidad es muy vasta la cantidad de modos de ver que hay, y son diferentes entre sí.

Mirar con atención es darnos cuenta de que la cultura y los sentidos del cuerpo están estrechamente conectados, incluyéndose mutuamente en nuestra percepción del mundo. Nuestra cultura define lo que consideramos hermoso, sabroso o importante, lo que a su vez impacta la manera en que experimentamos y entendemos nuestras sensaciones. La lengua, las normas sociales y las expectativas también juegan un papel, creando una lente cultural a través de la cual vemos la realidad. Esta interacción constante entre cultura y sentidos condiciona profundamente nuestra manera de conocer el mundo.

Aprender a mirar influye en cuestionar la subjetividad del mundo. Según Edgar Morin, desde las etapas iniciales de la educación, el conocimiento contiene imperfecciones sutiles e innegables. Aunque el término “conocimiento” es altamente respetado en la sociedad y entre quienes pueden pensar de manera crítica, con frecuencia cometemos el error de elevar la racionalidad a una suerte de doctrina debido a nuestra limitación en la comprensión del conocimiento. Estos fallos pueden surgir a raíz de nuestras restricciones sensoriales, ya que sólo percibimos aproximadamente un dos por ciento de la realidad. Además, como seres sociales, tendemos a adoptar pasivamente el conocimiento transmitido culturalmente, sin cuestionarlo, aunque Morin destaca que el conocimiento conserva su valor, siempre y cuando seamos conscientes de sus imperfecciones y subjetividad.