Originario de Zapopan, el jesuita está en el umbral de la ordenación sacerdotal, que recibirá el próximo 12 de julio. Dice que no se ve como un presbítero encerrado en una iglesia, sino como uno que está inserto en el mundo y colocando en la celebración litúrgica “la realidad y el sufrimiento que vemos allá afuera”
En su carta a la comunidad cristiana de Filipos, Pablo de Tarso exhorta a los filipenses: “Tengan los mismos sentimientos que Cristo Jesús” (Flp 2, 5). Mucho tiempo después, el llamado sigue resonando. Lo hace en la vida de David Mendoza, SJ, quien como parte de su formación en la Compañía de Jesús ha acompañado comunidades indígenas, a obreros, a personas que viven en las periferias, a quienes han debido dejar sus países para buscar refugio en tierra extraña. Su itinerario de vida llega ahora a otro punto de inflexión: el próximo 12 de julio recibirá la ordenación sacerdotal, un momento que describe como “un nuevo ministerio y una nueva responsabilidad” que lo llena de esperanza.
“Mi vocación últimamente ha estado marcada o interpelada por la violencia”, dice David Alejandro Mendoza Ulloa (Guadalajara, 1981), y agrega que es necesario preguntarse “cómo respondemos, como cristianos, a este momento de una violencia tan cruda. Mi ministerio presbiteral es un intento por responder de alguna manera”.
Y no se trata de una respuesta cualquiera: es una enmarcada dentro del carisma de la Compañía de Jesús. “Como jesuita, me siento llamado a intentar hacer algo, a intentar traer esperanza, que llegue la paz pero no una paz que tranquilice, sino una que consiga transformar el mundo”. Y es justo en esta búsqueda donde resuenan las palabras que de Pablo a los filipenses: “Creo firmemente que la clave para ponernos delante de la violencia, del dolor que sufren las personas, es que consigamos tener los mismos sentimientos que Cristo Jesús, por eso escogí esa cita”.
David Mendoza estudió Arquitectura en la Universidad de Guadalajara. Cuenta que aunque creció en un entorno muy cristiano y que desde joven tuvo una participación activa en la parroquia de Santa Lucía, en Zapopan, no se sentía atraído por la vocación diocesana. Lo que sí le atraía era salir a hacer misiones. Buscando recursos para su apostolado parroquial, se topó con los jesuitas en la web. “Debo ser de las primeras vocaciones que nacieron en el internet”, dice. Desde el monitor conoció el trabajo que realizaban los jesuitas en la misión Chiapas y comenzó a preguntarse “¿Quiénes son esos?”.
Luego de irlos conociendo, realizó los Ejercicios Espirituales. “Vi que era una posibilidad y entré. Con dudas, pero entré, y ya la vida me ha ido confirmando”. Dice que una de las cosas que más le ha gustado de la Compañía de Jesús es “su compromiso social, ese estar en los lugares de frontera. Me ha tocado que Dios me vaya colocando en lugares que me han permitido confirmar y configurar mi vocación como jesuita”.
Esos lugares que menciona Mendoza Ulloa incluyen una estancia en Veracruz en una comunidad indígena que le permitió “conocer una realidad que no imaginaba”; una en Torreón, donde estuvo al cuidado de adultos mayores; el trabajo “encubierto” en una fábrica de Mexicali, donde pudo conocer los abusos que enfrentan los trabajadores; cuando estudiaba en el ITESO pudo dimensionar la segregación que viven miles de personas que viven en las orillas de las ciudades. Más recientemente, ha venido trabajando en Tuxtla Gutiérrez, en el Servicio Jesuita a Refugiados, a donde regresará a seguir su apostolado después de recibir la ordenación sacerdotal.
Mientras estudiaba Teología en Brasil, dice, pudo comprender la importancia de “la cuestión celebrativa y de traer a Dios a la realidad. Nuestra figura como presbíteros nos va ayudando a meter las cuestiones sociales en lo sacramental. Yo no creo en ser presbítero para encerrarme en una iglesia, sino ser sacramentos en el mundo y colocar en la celebración litúrgica la realidad y el sufrimiento que vemos allá afuera”.
Con voz reposada, dice que “lo que necesitamos en estos tiempos es un actuar compasivo. No un actuar que parta del deber fraternal, que sin duda es bueno, pero debemos profundizar un poco más e ir más allá del deber y dejarnos lanzar por nuestro corazón para curar estas heridas que encontramos en las víctimas de la violencia, en especial las del narcotráfico en México, y de las violencias que viven los migrantes y refugiados”.
FOTO: Luis Ponciano
Me podrían proporcionar la hora, lugar y si es posible asistir a la ordenación de David Mendoza?