Ante la difícil situación que atraviesan la Universidad Centroamericana y la Compañía de Jesús en Nicaragua, aquí presentamos una reflexión que nos solidariza con nuestro país hermano
¿Qué ha pasado en Nicaragua con la Universidad Centroamericana (UCA)? ¿Cómo se han visto afectados los jesuitas y la comunidad ignaciana? ¿Y qué tiene que ver esto con los estudiantes del ITESO? ¿Por qué debería importarnos? ¿Acaso hay algo que podríamos hacer? Me han pedido que escriba algunas líneas que ayuden a responder estas interrogantes.
Desde el pasado 16 de agosto, la situación política y educativa se ha complicado en este país centroamericano: Nicaragua, justo a unos mil kilómetros al sur de México. El Gobierno ha incrementado sus medidas de persecución y hostigamiento contra los jesuitas, quienes representan una voz que clama justicia, verdad y esperanza en un pueblo cuyos derechos humanos son irrespetados.
¿Qué está pasando en Nicaragua?
En pocas palabras, lo que ha pasado es que la UCA ha sido confiscada por el Gobierno. “Confiscar”, “robar”, “usurpar”; cualquiera de éstos puede ser el verbo utilizado. El pasado 15 de agosto, la UCA fue acusada de ser un “centro de terrorismo para organizar grupos delincuenciales” y de “traicionar la confianza del pueblo nicaragüense”.
Tal denuncia vino de parte del Poder judicial, pero en Nicaragua, hablar del Poder Judicial, del Poder Legislativo, de las Fuerzas Armadas, de los medios de comunicación estatales y de las universidades públicas es lo mismo que decir Daniel Ortega y Rosario Murillo, la pareja presidencial acusada de cometer crímenes de lesa humanidad.
“Al ser la Universidad productora de conocimiento y pensamiento crítico y abierto, el Gobierno tendía a verla casi automáticamente como enemiga”, señaló hace unos días el P. José María Tojeira, SJ, en una entrevista para Vatican News. “Es en este contexto que el Gobierno persigue a la Iglesia y a la Compañía de Jesús”.
Como consecuencia, el 17 de agosto la UCA tuvo que entregar todos sus bienes al Gobierno. Así sin más. No hubo lugar para defensas, ni para reacciones ante las denuncias, ni se acompañó la acusación con pruebas. Así sin más. Una universidad jesuita con 63 años de historia fue confiscada. Las cuentas bancarias fueron congeladas. Se entregaron los bienes al Gobierno. Estudiantes, docentes y exalumnos sintieron que el mundo se les venía abajo.
En las redes sociales circuló una imagen que se hizo popular entre la comunidad ignaciana. En la capilla universitaria Nuestra Señora de Guadalupe, un grupo de trabajadores baja el crucifijo central del centro del templo. ¿Acaso se trata del fin de la libertad, la justicia y el amor verdadero en Nicaragua? ¿Acaso el Jesús crucificado no podrá resucitar? ¿Acaso el tirano y el opresor tendrán la última palabra sobre los más desprotegidos? No, no lo creo.
Una confiscación para beneficiar a una dictadura
Tres días después de la denuncia, la UCA ya estaba a cargo del Gobierno. El viernes, 18 de agosto, las nuevas autoridades izaron una enorme bandera partidaria en el campus y renombraron a esta alma mater como Universidad Nacional Casimiro Sotelo.
Al día siguiente, la Policía Nacional llegó sin previo aviso a la comunidad de los jesuitas de la UCA, ubicada justo al lado del campus. Les informó que su hogar también había sido confiscado y que debían abandonar de inmediato el recinto, sin tener oportunidad de hacer sus maletas.
En Nicaragua, el Consejo Nacional de Universidades (CNU) no pierde tiempo para hacer propaganda política y rendir culto a la personalidad de la pareja dictatorial. En esto sí son buenos. Sin embargo, las nuevas autoridades aún no han podido sacar adelante el reinicio de las actividades académicas. Mucha bandera roja y negra, mucho discurso a favor del Comandante y la Compañera, pero pocas acciones para brindar calidad educativa al pueblo nicaragüense. Mucho proselitismo diciendo que los jesuitas se robaron el dinero y anunciando los días feriados de la nueva universidad, pero poca iniciativa para dialogar con los estudiantes y el cuerpo docente acerca de lo que realmente necesita la educación nicaragüense.
Con la confiscación de la UCA, han pasado a manos del Gobierno no solamente las instalaciones académicas, sino también un instituto de historia nicaragüense y centroamericana; una enorme colección de especies naturales; una estación solar que analizaba el clima de la región; una biblioteca con una colección de 150 mil libros, entre otros bienes que apuntaban al desarrollo científico y social en Nicaragua.
¿Qué palabras tenemos por decir?
Muchas voces se han pronunciado acerca de este acontecimiento. La Provincia Centroamericana de la Compañía de Jesús fue la primera en manifestarse. “La confiscación de facto a la UCA es el precio por pagar por la búsqueda de una sociedad más justa, proteger la vida, la verdad y la libertad del pueblo nicaragüense, en consonancia con su lema: La verdad los hará libres (Juan 8, 32)”, señalaron en un comunicado del 16 de agosto.
Por su parte, el P. Arturo Sosa, SJ, General de los jesuitas en el mundo, señaló que “un juicio justo, con una justicia imparcial sacaría a la luz la verdad de toda la trama que el gobierno ha venido ejecutando desde las protestas juveniles del 2018 contra la UCA, contra otras muchas obras de la Iglesia Católica y contra miles de instituciones de la sociedad civil, con el fin de asfixiarlas, cerrarlas o apropiárselas”.
António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), indicó que, con el cierre de la UCA, el Estado no cumplió con las obligaciones internacionales derivadas del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
También los poderes Ejecutivos de Colombia y de Chile se han manifestado en contra de esta usurpación contra los jesuitas y el pueblo nicaragüense. “Chile repudia, en particular, las acciones adoptadas el 15 de agosto de 2023, mediante la cual se abrió una causa penal por delito de terrorismo en contra de la UCA, una institución de vital importancia para la educación y el desarrollo del país”, detalla un comunicado de este país sudamericano.
Asimismo, la Asociación de Universidades Jesuitas confiadas a la Compañía de Jesús (AUSJAL) ha manifestado su total apoyo a la UCA: “Refrendamos el compromiso de la Compañía de Jesús con el pueblo nicaragüense en favor de una educación de calidad para todas las personas, inspirada en el Evangelio de Jesucristo”.
Ciertamente, son muchas las voces que han respaldado a la comunidad ignaciana en Nicaragua. Desde el ámbito político, cultural, educativo y religioso, los nicaragüenses hemos recibido una palabra de apoyo y esperanza. Entonces, yo ahora me pregunto: ¿cuál va a ser nuestra voz en el ITESO? ¿Qué palabra tenemos por decir? ¿Cómo romperemos el silencio?
Todos somos la UCA de Nicaragua
Entre los lemas de solidaridad que se han manifestado a favor de la UCA sobresale el que nos recuerda que “Todos somos la UCA”. Es decir, esto que pasa en Nicaragua no es un asunto que ocurra a millones de años distancia. No es una noticia más en el montón. No es un suceso que afecte solamente al otro, sino también al “nosotros”. Es una realidad que nos respira sobre el hombro y nos invita a hermanarnos con Centroamérica.
Hablar de la UCA es como referirnos al mismo ITESO. En Nicaragua, esta universidad jesuita tenía 63 años de historia, mientras que nuestro campus fue fundado hace 66 años. Pero este dato es lo de menos, son más los puntos que tenemos en común. Sabiendo que ambas instituciones son de inspiración cristiana y tienen talante humanístico, es de esperar que nos parezcamos a la UCA de Nicaragua mucho más de lo que pensemos.
Basta con pensar en algún chavalo o chavala de esta universidad hermana. Será como si nos estuviéramos viendo al espejo. ¿Qué vemos ante nosotros? Un joven que ronda los 20 años, quizá con el cabello castaño o algún mechón colorido. Frente a ese reflejo, nos encontramos con un mar de sueños y de batallas ganadas: el sueño por construir un mundo mejor, el anhelo por ayudar a nuestras familias, el suspiro por el dolor de nuestro pueblo.
Los sueños del ITESO comparten muchos matices con los sueños de la UCA. Libertad, justicia, verdad, amistad, esperanza, amor, gratuidad, magis… En los salones y laboratorios de la UCA se ideaban e implementaban proyectos bastante similares a los que nosotros llevamos a cabo en el Parque Tecnológico, el Edificio de Cultura y Arte o los espacios deportivos.
Tanto en el norte como en el sur, en oriente como en occidente, nuestras juventudes ignacianas contemplan la vida con mirada y corazón compasivos. Tu manera de ver la vida también tendría mucho significado en la UCA. Si la vida hubiese querido que te hubieses matriculado en esa alma mater, estoy seguro de que tus preguntas y tus búsquedas también hubiesen encontrado un horizonte semejante al que tienes en el ITESO.
Y así como estas alegrías son compartidas, el dolor y la tristeza tienen que invitarnos a la alteridad. También nuestro reflejo se hace presente en ese estudiante nicaragüense a quien el Gobierno está privando una educación de calidad y a quien pretenden recetarle adoctrinamiento político. Nuestro reflejo también se manifiesta en esa profesora o ese profesor que temen por su estabilidad laboral y por la libertad de su cátedra.
Yo he estado en ambos lugares: el ITESO y la UCA. Me siento parte de esas dos familias que, a fin de cuentas, conforman una sola familia ignaciana. Entonces, sabiendo que esto que ocurre en Nicaragua, también afecta a nuestro reflejo: ¿qué podemos hacer? ¿Qué palabra tenemos por decir? ¿Qué acción podemos llevar adelante?
Sin dudas, la respuesta a estas interrogantes tiene que venirnos de Dios, tiene que brotarnos desde la fuerza de nuestros sueños. Hay tantas palabras por decir y tantas acciones que emprender. Informarnos sobre lo que pasa; romper el silencio dictatorial; decir juntos “Todos somos la UCA”; hacer presente a Nicaragua en nuestros proyectos de clases; dialogar con la comunidad estudiantil y docente de la UCA; invitar a la comunidad nicaragüense a nuestra casa; elevar nuestra plegaria en comunidad; creer en el mañana…
Y todo esto que hagamos, tenemos que hacerlo juntos y juntas, de eso no hay dudas.
Dios está de nuestra parte
Ante tantas malas noticias que nos vienen de Nicaragua, seguramente habrá quien no dude en preguntarse: ¿Y dónde está Dios? ¿Cómo es posible que el pueblo nicaragüense esté sumergido en un abandono inexplicable? ¿Acaso no hay manera de frenar este mal perverso que mantiene en cárceles hostiles a decenas de presos políticos, confisca espacios de libertad de pensamiento y amenaza con exilio a quien piense diferente?
Pienso en las bienaventuranzas del Evangelio según san Mateo. No sólo las pienso, sino que las siento en la piel y creo firmemente en ellas. “Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados”; “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados”; “Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios”.
Aunque las noticias tristes se cocinan día a día en Nicaragua, estoy convencido de que Dios está con nosotros. Está con Nicaragua: lo creo. Ésta es la clase de convicción que brota desde la fe y el amor. No es una fe ciega, más bien se trata de “la perseverancia que les da su esperanza en Jesucristo, nuestro Señor” (1 Tesalonicenses 1, 3).
Yo sé que nosotros, en el ITESO y desde el ITESO, deseamos seguir estando con ese Dios que acompaña al que llora, al que pide justicia y al que anhela la paz. De esta manera, deseando la vida sobre la muerte, estaremos con valiente pueblo de Nicaragua. Extenderemos nuestro abrazo a nuestros hermanos y hermanas de la UCA. Juntos, y con la fe puesta en el Misterio, seremos bienaventurados.