Desde el año 2000, comunidades chiapanecas albergaron a brigadas estudiantiles del Centro Universitario Ignaciano que descubrieron, ante los acontecimientos dolorosos la esperanza, esa fortaleza que antagónicamente brota de la debilidad; y una experiencia de fe cuya memoria de la tierra sagrada de los mártires que mientras exista permanecerá viva en el sentido de su lucha
“Que las compañeras y los compañeros visiten Acteal…. Que vengan a las comunidades, ¿sirve de algo?, ¿vale la pena? …
Pregunté a Cuauhtémoc Romero, miembro de CORECO, durante las sesiones de capacitación que nos compartía en la casa diocesana de San Cristóbal de las Casas, la tarde anterior a tomar el camino a Acteal.
-Yo creo, -contestaba él- que son lugares donde ha habido mucho dolor… y las visitas para la gente, están trayendo esperanza”. (Lekil Kuxlejal 2013)
Este 2022 se cumplirán 25 años de la masacre de Acteal. El 22 de diciembre de1997, alrededor de las 11 de la mañana, entró a Acteal un grupo armado (paramilitares entrenados por las fuerzas de seguridad pública y el ejército mexicano) abriendo fuego contra cientos de personas que se encontraban orando – a través de jornadas de ayuno y oración – por la pacificación en Chiapas. Ese día fueron masacradas 45 personas, entre ellas ancianos, hombres y mujeres, niños y niñas, muchos de ellos desplazados de diferentes comunidades y pertenecientes a la Sociedad Civil Las abejas de Acteal. Extrañamente, en este año nuevamente se presentan situaciones de violencia en las comunidades de la zona.
La impunidad respecto a este crimen ha prevalecido desde entonces. Sin embargo, las comunidades pertenecientes a Las Abejas de Acteal han permanecido organizadas y en pie de lucha con base en la “No-violencia”, entendido esto como el poder de transformación de los que creen y practican la paz. Es la manera de actuar en sus relaciones de aquellos que creen en la regulación pacífica de los conflictos como la mejor vía, también con base en su cosmovisión, su filosofía de vida, su profunda relación con la “Madre Tierra”. Es un privilegio atestiguar el íntimo diálogo que sostienen con la planta de café previo a desprender su fruto para ser transformado en alimento y sustento compartido.
Es un distintivo en las comunidades Abejas su profundidad espiritual con base en el cristianismo, en esa peculiar expresión religiosa manifiesta en y desde la ritualidad, los signos y los símbolos multicolores, velas e inciensos, orar danzando y haciendo música, a un tiempo expresión religiosa y espiritual. Toño Gutiérrez expresidente de la organización lo enfatiza constantemente: “Hay que dar la vida por Jesús y por el Evangelio”.
Hablar de Acteal desde el Centro Universitario Ignaciano (CUI) nos remonta al año 2000, cuando por primera vez un grupo de voluntarios viajó a Chiapas con la finalidad de participar como observadores por la paz. Desde el programa “Solidaridad permanente” del ITESO, se hizo contacto con el Centro de Derechos Humanos “Fray Bartolomé de las Casas” (Frayba), con la colaboración del IMDEC, A.C., y es así como iniciaría una serie de viajes que, como “brigada a Chiapas” cada año, hasta agosto de 2019, se realizaron.
Son muchas las cosas que habría por contar respecto a los grupos de estudiantes itesianos, que, como voluntarios, hicieron presencia en Chiapas, en comunidades tzeltales y tzotziles ubicadas en los municipios de Bachajón y Chenalhó respectivamente, así como en algunas comunidades autónomas zapatistas.
Cuando las y los estudiantes itesianos decidían incorporarse y participar en estas brigadas-inserciones, las preguntas recurrentes eran: ¿a qué vamos?, ¿qué tenemos que hacer?, ¿a quiénes vamos a ayudar?, y la respuesta era casi siempre la misma: “Lo primero que buscaremos aprender es a estar con nosotros mismos”, “vamos a estar, a entrar en contacto, al encuentro…”, “trataremos de tener los ojos y los oídos bien abiertos y el corazón dispuesto…”, “trataremos de generar preguntas, muchas preguntas y a correr el riesgo de responderlas a partir de una vida coherente”.
Hoy, a manera de conmemoración, reconocimiento y gratitud, va nuestro mensaje solidario y nuestro abrazo para estas comunidades que albergaron cada brigada de itesianos que visitó Acteal, así traemos a este espacio las voces de algunos de estos visitantes -ahora egresados de nuestra universidad- que comparten con nosotros desde la propia experiencia, aprendizajes, compartimentos y acompañamientos nacidos en estos encuentros y que para muchos de ellos representó una invitación a conocer una realidad lejana y distinta, pero al mismo tiempo se convertiría en cercana.
El impacto que ha tenido en mi vida de egresada ha sido hacia el proceder con las personas con las que trabajo, concientizándome que cada uno ha vivido y vive en contextos distintos.
Paulina Vargas, egresada de Ingeniería Química, 2017
Tuve la oportunidad de compartir con los compañeros y compañeras Abejas por 3 años distintos donde conocí nuevos rostros, pero otros se fueron quedando en la memoria durante los años. En estos encuentros en lo más alto de Chiapas, en Acteal, la tierra en donde se cobró 45 vidas, y donde se respira justicia, paz, lucha y resistencia encontré desconocidos que hablan distintas lenguas, pero me recibieron como viejos amigos regresando a casa para compartir, escucharse, pero sobre todas las cosas acompañarse. Esta experiencia me hizo enfrentar mis privilegios y recordar que la verdad se busca y la indiferencia mata.
Me dio la oportunidad de conocer otros mundos que se viven en México con ojos nuevos, sin juicios, sin expectativas ni creencias ya establecidas, me dio la oportunidad de un encuentro genuino y mirarnos por lo que somos y ¿por qué no? darnos la oportunidad tal vez si lo hacemos podamos crear un mundo donde quepan muchos mundos.
Celina Tsuji Del Río, egresada de la Licenciatura de Administración de empresas y emprendimiento, 2018
No creo que pueda resumir en un breve texto lo que le aprendí a todas las personas que conocí de Las Abejas de Acteal. Tampoco quiero sonar con que “me cambió la vida, soy un blanquito que fue a una comunidad indígena” y luego sentirse como el héroe salvador, porque es resumir a todas esas personas a una experiencia de un itesiano que quería “encontrarse a sí mismo”. Lo que puedo decir es que es de mucho admirar la autoorganización que tienen, que resisten todas las cosas que no puedo mencionar aquí por parte del gobierno de manera autónoma y pacífica, que tuvieron mucha paciencia a unos inútiles citadinos que estuvieron ahí con ellos y ellas, admirar la búsqueda de la justicia tras una masacre que no podría describir ni transmitir todas las emociones que transmiten ellas y ellos. Me dejan claro lo que está mal, lo que está bien y por lo que hay que luchar en su búsqueda por amor, paz y justicia.
Fabián Montaño Hernández, egresado de Comunicación y Artes Audiovisuales, 2020
Recuerdo ese día de enero de 2016.
Aquel día pisé la tierra en la que corrió la sangre de 45 hermanas y hermanos abejas, pero que desde entonces es cuidada por el cariño a quienes fueron injustamente arrebatados.
Aquel día conocí, entre sus fogones e invitaciones a sentarnos en sus mesas, a quienes mantienen la firme convicción de que luchar por la verdad y la justicia es luchar por la vida; la vida del ayer, del hoy y del mañana.
Aquel día supe, sin hasta después comprenderlo, que resistir tiene como arma la memoria que no olvida, la palabra que denuncia y el corazón que defiende con sus acciones un buen vivir (lekil kuxlejal).
Desde ese día recuerdo -paso por el corazón- que no somos sin que el Otro sea y que la realidad no nos puede pasar por la indiferencia. Que hay que sabernos parte de ella, con su dolor y con su esperanza, acompañarla, denunciar y cantarla.
Hoy aquí siguen, sigo, seguimos, tratando de no olvidar.
Diana Araceli Pérez González Egresada de la licenciatura en Relaciones Internacionales, 2020
Las abejas de Acteal me enseñaron el significado de lucha, de firmeza y sobre todo de valentía. Una comunidad que durante años ha sido violentada y que han privado de sus derechos. Pero una comunidad que sigue de pie y que resiste.
“Tu indiferencia evita mi existencia» fue aquella lección para aprender cuántas veces había sido indiferente con los demás, tan individualista, sin pensar en las luchas que estaba viviendo el otro, y solo enfocándome en mí. El voluntariado para mí fue un despertar para ya no seguir soportando tantas injusticias que se pueden vivir a diario en los escenarios que frecuentamos pero que probablemente se normalizaron o que se siguen soportando.
Magda Janet Torres Romero, egresada de la licenciatura de Diseño, 2019