Un estudio del Instituto Nacional de Salud Pública en el que participaron el ITESO y otras instituciones educativas determinó el funcionamiento de los sellos en los productos alimenticios en México relacionados con el consumo de cafeína y de sustitutos de azúcar
Los etiquetados en la industria alimenticia que advierten de riesgos en productos con cafeína y edulcorantes han sido efectivos para la toma de decisiones de los consumidores y para la reformulación de esos mismos productos. Reforzar y afinar su uso, así como fortalecerlo con una campaña de información, es necesario para identificar aquellos alimentos dañinos para la salud.
Éstas fueron algunas de las conclusiones a las que se llegó en el estudio “Efectos del etiquetado de productos con advertencias de cafeína y edulcorantes en México: resultados transversales del Estudio de Política Alimentaria Internacional 2020”, un trabajo colectivo en el que participó Laura Patricia Arellano Gómez, académica del Departamento de Psicología, Educación y Salud del ITESO (DPES), como parte de una estancia de investigación en el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP).
En este estudio, que forma parte además del proyecto global International Food Policies Study, intervinieron también los académicos Simón Barquera, Alejandra Jáuregui, Claudia Nieto y Kathia Larissa Quevedo, del INSP; Alejandra Contreras-Manzano, del INSP y del Conahcyt; David Hammond y Christine M. White, ambos de la Universidad de Waterloo; y James F. Thrasher y Rachel E. Davis, ambos de la Universidad de South Carolina.
“Lo que hicimos fue analizar información, por medio de encuestas en línea, en un panel que ya se tiene identificado de adultos y jóvenes, para conocer cómo las diferentes políticas públicas sobre alimentación y nutrición son recibidas, y si han hecho cambios o no en la población”, explicó Arellano. “En este caso, con México se trabajó en la parte del etiquetado junto con el equipo de la estancia, pero (en el estudio global) también hay información sobre desayunos escolares, alimentación basada en plantas, o sobre campañas de nutrición. Hay una variedad importante de políticas que se realizan en cada país”.
Los etiquetados de advertencia fueron introducidos en México en 2020. En ellos, además de informar sobre exceso de calorías, azúcares, grasas saturadas, grasas trans y sodio, se incluyen aclaratorias que previenen en contra del consumo de productos con endulzantes sin azúcar y cafeína en niños. En este estudio se examinaron estas advertencias y el uso de aclaratorias entre mexicanos adultos y jóvenes, un mes después de que la regulación fue implementada. También se investigó la percepción del impacto en la salud de bebidas industrializadas diseñadas para niños.
La investigación arrojó que 80 por ciento de las personas se ha percatado de estos sellos y que casi 70 los utiliza para tomar decisiones de compra. Aunque también mostró algunas particularidades, por ejemplo, en el caso de la cafeína, que la población todavía no alcanza a notar que sea un problema, ya que su ingesta está normalizada desde hace varias décadas. En edulcorantes, lo que se encontró principalmente es que las personas de mayor edad sí identifican que son un producto que no es lo mejor para los niños y que no es saludable en general; sin embargo, los más jóvenes no lo detectan así.
“Pensamos que esto puede deberse a que la palabra edulcorante a lo mejor no es muy clara para las personas, que son todos esos sustitutos de azúcar, y otra que no conocen los daños —ya hay evidencia de que están relacionados con cáncer, diabetes, problemas en la microbiota intestinal, hay una gran cantidad importante de literatura sobre los daños—. Otra razón es la mercadotecnia que se ha hecho para dotar a este tipo de edulcorantes como un atributo positivo o favorable”, expresó.
Otro elemento es la identificación del daño en el grupo específico de “niños”, el cual sólo está relacionado culturalmente con chicos de nivel primaria; sin embargo, debería incluirse en temas alimenticios a todo menor de 18 años.
El análisis concluye entonces que, si bien el etiquetado sí funciona, aún falta fortalecer la campaña de comunicación y hacer ajustes en términos de definir el rango de la categoría “niños”, para incluir a los adolescentes: “Adicionalmente, deben hacerse estudios para un tipo de leyenda que no excluya a todos los demás, porque tampoco son recomendables en embarazadas —bueno, en realidad en ninguna edad—. Creo que es muy importante que hagamos este tipo de estudios porque justamente permiten evaluar los impactos y las posibles modificaciones que se puedan hacer para que sea más efectivo el uso del etiquetado”.
Éste y otros artículos científicos relacionados con temas alimenticios pueden consultarse en el sitio https://foodpolicystudy.com/
FOTO: Luis Ponciano