La mirada de género en la profesión de María Elisa Franco Martín del Campo fue forjada por el ejemplo de sus profesoras y profesores con integridad, y las materias del Departamento de Formación Humana del ITESO.
María Elisa Franco Martín del Campo recuerda a la perfección el día en el que decidió estudiar Derecho.
«Fue el 6 de marzo de 2006 en el Auditorio Pedro Arrupe. Ese día marcó mi historia de vida», afirma.
Conoció a Elvira Villalobos Chaparro, entonces coordinadora de Derecho en el ITESO, en las charlas para estudiantes de preparatoria, en las que coordinadores y estudiantes compartían los diversos aspectos de las carreras.
Y la escuchó hablar sobre su historia profesional: la académica decidió estudiar derecho porque, en su ciudad natal de Chihuahua, vio morir a un niño rarámuri por no contar con acceso a medicamentos. La profesora se dio cuenta que con el acceso a la justicia podría lograr cambios significativos de reparación para este niño, y para todas las personas en su misma condición.
«Ella fue una de mis inspiraciones, como abogada y como persona. Una mujer comprometida con la justicia social y con una perspectiva muy clara de la infancia, que se convirtió en uno de mis temas. Al escucharla, me di cuenta que en la carrera de Derecho del ITESO, lo importante no era el saber por el saber, sino poner a las personas en el centro. Y esto le da sentido. Salí de ahí diciendo, ‘por supuesto, esto es lo mío’.
«Yo creo que, si hubiera escuchado a una coordinadora o coordinador que me dijera, ‘mira qué maravilloso es el mundo del derecho civil, mercantil, o mira todo lo que puedes hacer económicamente…’, yo creo que me habría ido por otra carrera, como psicología. Pero escuché a la maestra Elvira hablar de los derechos de las personas, y eso me convenció».
La posibilidad de acceder a una beca y un crédito financiero le permitieron estudiar en el ITESO, pero también, Elisa remarca, el apoyo económico y emocional de su abuela.
«Mi oma apostó por mi educación», dice, orgullosa, de su abuela («oma» es abuela en alemán, de donde es originaria su familia). «En una sociedad machista donde, ante mi decisión de estudiar derecho, la respuesta fue, ‘¿para qué vas a estudiar algo tan complicado si te vas a casar?’, la respuesta de mi abuela fue, ‘tú vas a estudiar y vas a estudiar lo que tú decidas’. Ella me apoyó y aunque ya no está físicamente conmigo, es un pilar en mi vida».
Elisa dice que esta fue una de las experiencias que le dieron una perspectiva feminista y de género en el derecho. Ella es el producto de su historia, dice; sus alumnas ahora no pueden creer que alguien pudiera decir eso en 2006. Pero sus adversidades y retos en una profesión enmarcada por el machismo –así como las personas que creyeron en ella– le extendieron esa formación.
Los primeros semestres confirmaron que su decisión había sido la correcta. Fueron años de mucho crecimiento y, dice, fue muy feliz en sus cuatro años y medio de carrera. Además, disfrutó su trabajo de becaria en la coordinación de Derecho, donde pudo conocer más del departamento, los tejes y manejes, y acercarse más a lo que hacen las y los investigadores.
Cuenta que, particularmente, marcó su afición por la investigación al colaborar con el profesor Guillermo Zepeda Lecuona, que en ese momento era investigador de tiempo completo.
«Tiene una generosidad para compartir en conocimiento, para platicar de lo que hace. Y yo con 20 años, pero él me compartía sus artículos y su conocimiento de análisis estadístico del derecho, que es una herramienta que hoy yo utilizo ampliamente».
«A mí el feminismo me hizo entenderme y conocerme, reconciliarme con mi historia y luchar por lo que creo. Entender que no es culpa de una persona en específico, sino de todo el sistema, y ver cómo lo modificamos y por dónde empezar. Uno de los mejores regalos que me dio el ITESO fue esa materia, y esa maestra tan espectacular, Cristina Rojas».
Ella es actualmente profesora investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y, con todos estos años recorridos, afirma que ese tiempo con Guillermo Zepeda le ayuda ahora a su línea de investigación actual, que es el análisis del amparo desde una mirada de la sociología del derecho, para medir la efectividad con respecto al derecho humano de las mujeres a llevar una vida libre de violencia.
Y su mirada de género, cuenta, fue forjada por el ejemplo de sus profesoras y profesores con integridad, y las materias del Centro de Formación Humana (CFH) del ITESO. Cursó la asignatura de Género, mujer y derecho, en ese entonces parte del CFH.
«A mí el feminismo me hizo entenderme y conocerme, reconciliarme con mi historia y luchar por lo que creo. Entender que no es culpa de una persona en específico, sino de todo el sistema, y ver cómo lo modificamos y por dónde empezar. Uno de los mejores regalos que me dio el ITESO fue esa materia, y esa maestra tan espectacular, Cristina Rojas».
Esta y otras que estudió de este centro le dieron una visión del derecho distinta a la formalista, y eso, dice, la colocó en un escenario maravilloso de cara a la reforma constitucional en materia de derechos humanos de 2011.
«Las y los abogados formalistas tuvieron que ponerse a estudiar lo que yo ya conocía. Esto me abrió puertas a la Suprema Corte de Justicia de la Nación a mis 24 años. Por tener ese conocimiento profundo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Fui la primera persona en hacer un PAP ahí».
Fue invitada a formar parte del equipo que, en conjunto con la Corte Interamericana y la Suprema Corte, realizó el Buscador Jurídico avanzado en materia de derechos humanos, que sistematiza los criterios de la Corte. Este le parece uno de los trabajos más importantes que ha tenido, y fue apenas acabada la carrera. Se siente orgullosa de haber colaborado con el ministro Juan Silva, entonces presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que marcó un antes y después en la corte.
«Cuando yo estudiaba, había quien pensaba que derecho y derechos humanos no iban juntos, y que debía enfocarme en otras áreas… pero esta reforma constitucional puso en el centro a los derechos humanos y sus garantías. Es otro el escenario, y yo ya venía con ese conocimiento y con esas herramientas».
Su necesidad personal de hacer algo por los demás marcó su vida profesional en su enfoque por los derechos humanos, y lo volcó en esos derechos hacia la infancia y las mujeres.
Antes de su paso por la Suprema Corte, su primer trabajo en la Ciudad de México de manera formal fue como abogada litigante en la oficina de la Defensoría de los Derechos de la Infancia. Encontró personas como ella, enfocadas en el trabajo comunitario. Ahí aprendió a litigar en favor de personas en situaciones vulnerables. Aunque reconoce el valor del litigio, reconoció que su vocación seguía siendo la de la academia.
«Yo quería realizar investigación que conecte con la práctica, y eso implica que quienes hacemos la teoría no nos olvidemos de lo que pasa en tribunales. Esto ha marcado la forma en la que me aproximo a la investigación. Gracias a esta experiencia, siempre intento acompañar mis investigaciones con algún litigio, para poder aplicar y conectar estas dos prácticas».
Dice que realmente nunca ha dejado ese trabajo, tanto en espíritu como en colaboraciones que incluso al día de hoy la siguen invitando, ahora en calidad de investigadora.
Su vocación por la academia la llevó a estudiar de tiempo completo la Maestría en Derecho y el Doctorado en Derecho por la UNAM, y comenzó a dar clases en la facultad desde 2012. En junio de 2019, defendió su tesis doctoral, y unos meses antes, el Consejo de la Judicatura Federal la invitó a asumir la Dirección de Igualdad de Género. Sin embargo, solo estuvo unos meses.
«Fue una experiencia muy gratificante de verdad. Dirigir esa área que, más que un tema laboral es un compromiso de vida, una lucha de todos los días», dice. La crianza de sus dos hijas también ha marcado su enfoque feminista y su necesidad de trabajar arduamente por la equidad de género. Sin embargo, volvió a llamar la academia: se abrió una convocatoria para ocupar una plaza de investigación en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
«Yo añoraba estudiar y escribir y dar clases», insiste. «El compartir con mis estudiantes esta visión de justicia social; no la norma por la norma, sino la norma por la justicia».
Aplicó para el espacio de investigadores e investigadoras jóvenes, y quedó seleccionada. Es un puesto y un trabajo que, dice, siempre soñó, y se siente plena, en su lugar y en su papel de madre, académica y luchadora de los derechos humanos. Es docente de la Escuela Federal de Formación Judicial, además de generar textos de divulgación para acercar los estándares de derechos humanos, y está cerca de la sociedad civil dentro del Consejo Directivo del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia, donde trabaja cerca de casos de feminicidio y desaparición forzada.
El privilegio de su trabajo de trabajar desde casa, con la carga también de dar a luz a su segunda hija en plena pandemia y compartir las tareas domésticas con su marido, le da una perspectiva de lo afortunada que es de dedicarse plenamente a la academia.
«Mi director de Investigaciones Jurídicas, el Dr. Pedro Zalazar, es un comprometido con estos temas Y en él siempre he encontrado apoyo a mis proyectos profesionales, y apoyo a mi faceta de madre». Eso, admite, es difícil de encontrar, y el reto es conseguir que todas las mujeres trabajadoras lo tengan, y puedan compaginar su maternidad elegida con su trabajo.
«Quiero que todo esto que hago tenga un sentido y un impacto en las personas. Y algo que me hace muy feliz en mi desarrollo profesional es que me permite también ser madre. Estar con mis hijas y compartir con ellas mi ser madre con ser profesional».
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Escucha, en sus propias palabras, cómo compagina María Elisa su trabajo con su maternidad.
Quienes estudian Derecho en el ITESO se preparan para interpretar y aplicar las leyes; desarrollan su capacidad analítica para proponer soluciones que prevengan o resuelvan conflictos; usan su creatividad para emprender e innovar procesos que resuelvan conflictos entre personas, organizaciones o empresas; observan, analizan y sintetizan información que les permita tomar decisiones y defender sus argumentos; y aprenden a escuchar las necesidades de quienes les consultan y de su entorno.