El Rector sostuvo un diálogo con el Hermano Christoph, representante de la comunidad de Taizé, sobre la iconografía religiosa y su importancia en las distintas manifestaciones de la fe, en el marco del ciclo de conferencias Cristianismo y mundo contemporáneo

Por Diana Alonso

Con motivo del ciclo de conferencias “Cristianismo y mundo contemporáneo”, y en el marco de la visita del Hermano Christoph, representante de la comunidad de Taizé en América Latina, se llevó a cabo el evento “Taizé: la valentía de esperar”, que consistió en un diálogo sobre la importancia de la iconografía en las prácticas religiosas, así como en una oración tradicional Taizé, caracterizada por sus cantos.  

Originalmente, Taizé es el nombre de la localidad de Borgoña en Francia, donde se fundó esta comunidad monástica cristiana ecuménica en 1940 por el teólogo Roger Schutz, mejor conocido como Hermano Roger. El ecumenismo es un movimiento que busca la unión y fraternidad entre las distintas confesiones cristianas. 

“El Hermano Roger tenía la esperanza de alcanzar algún día la plena comunión entre protestantes, católicos y ortodoxos”, mencionó el Hermano Christoph, integrante de la organización desde 1998, quien visitó México con el propósito de reanudar los lazos de la comunidad con la Iglesia en el país. 

La comunidad está conformada por 80 hermanos, de los cuales 20 viven en otras regiones como Cuba, Brasil, Bangladesh y Corea del Sur para crear puentes con personas de distintos contextos, algunos de ellos en conflicto. Al mismo tiempo recibe decenas de miles de jóvenes al año, quienes experimentan la reflexión, la vida comunitaria y la oración contemplativa.  

La belleza en el espacio de oración, el ambiente y los íconos son fundamentales en la oración Taizé, tanto así que son remodelados cada seis meses, según el Hermano Christoph quien dijo que la imagen: “Es un intermediario entre nosotros y otra realidad que no podemos ver. Pueden ayudarnos a entrar en la oración. Con ella podemos recordar la presencia de Dios.”

El rostro de la virgen, una cruz de madera o el arte de un santo pueden ser objetos de meditación que facilitan la expresión de la fe. Sin embargo, el observar y la belleza misma de las representaciones no son lo único para que un acto tenga un sentido religioso. “El icono no te debe dejar tranquila, tranquilo con una mirada nada más. La espiritualidad del icono va de la mano de la contemplación”, dijo el rector Alexander Zatyrka, SJ.  

Para él, el acto de contemplar es observar con una conciencia previa del momento. «Mi abuela ucraniana nos enseñaba a orar con los iconos, mirándolos todos. Y lo que nos decía era: ‘Percibe cómo te mira. Date cuenta de que no siempre te mira igual. Y el regalo que Dios tiene para ti este día es precisamente cómo te mira'», compartió.  

Se concluyó que la contemplación religiosa no tiene como único objetivo el ícono. De igual manera, manifestaciones como la danza, la música y la liturgia han sido practicadas con este propósito desde la antigüedad, algo que la comunidad universitaria pudo experimentar horas después de este encuentro, gracias a la Oración Taizé realizada por el coro del Centro Universitario Ignaciano (CUI), en la que los asistentes tuvieron la oportunidad de cantar versículos de la biblia con música en vivo.  

 

FOTO: Luis Ponciano