El PAP San Pedro Valencia, del ITESO, comenzó atendiendo la emergencia en la Presa de Hurtado, pero con el paso de los años se ha extendido por todo el valle y dos subcuencas, vinculándose con luchas civiles en Tala, Ahuisculco, Santa Cruz de las Flores, Cuxpala, Zacoalco de Torres y Atotonilco el Bajo

José Cruz y Norma Toscano se conocieron en uno de los restaurantes familiares que hay en la laguna de San Pedro Valencia. Él era mesero y entre el ir y venir llevando platillos la conoció. Con los años, la presa fue el flechazo de amor, el nacimiento de sus hijos y su fuente de sustento, pues ahí tienen una tienda llamada La Herradura.

El 29 de junio de 2013 en este pueblo de pescadores se declaró la emergencia debido a la mortandad excesiva de peces que se venía dando en la también conocida como Presa de Hurtado, ¿la causa?, un derrame clandestino de más de 10 mil litros de melaza de caña que dejó sin oxígeno el embalse. La crisis y la desinformación alejó al turismo. Hubo un tiempo en que por los callejones de tierra de San Pedro Valencia se oían conjuntos norteños, mariachis y hasta una banda de vientos amenizando las comilonas de los visitantes. Después de la tragedia ambiental, solo el viento sonaba entre las enramadas del lugar.

“El ecocidio nos afectó muchísimo, porque la mayoría somos comerciantes. Tengo una tienda de abarrotes en la pura esquina y la economía decayó, Valencia parecía pueblo fantasma, de veras, no había nadie. De ser un lugar turístico, con mucha gente y mucho comercio, es más, la persona que vendía duritos o chicles, de ahí se beneficiaba y sacaba para comer”, recuerda Cruz, quien es originario de un pueblo muy cercano, San Antonio Mazatepec.

Han pasado ya más de 10 años de aquel suceso y aunque el pueblo no ha recuperado el vigor de aquel tiempo –Ramón Santos, otro lugareño quien fue delegado un tiempo, recuerda que había hasta 20 restaurantes abiertos y un día contó como mil 500 carros estacionados–, hoy se puede decir que hay más afluencia y poco a poco se recupera el prestigio del lugar.

Acompañando ese proceso de recuperación ha estado el Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) San Pedro Valencia, del ITESO, desde enero de 2015 hasta la fecha, y si bien todo empezó atendiendo la emergencia en la presa, con el paso del tiempo todo el valle y dos subcuencas de la zona se han convertido en lugares de atención y vinculación con organizaciones civiles de defensa del territorio y los recursos naturales.

 

 

Esta fue la historia que escuchó de voz de los residentes del lugar el rector del ITESO, Alexander Zatyrka Pacheco, SJ, quien visitó el poblado y conoció las acciones realizadas, tanto en San Pedro Valencia como en localidades aledañas, por parte de los estudiantes y las comunidades, en especial ante la inacción de los gobiernos locales.

“Es ingenuidad pensar que las autoridades de cualquier tipo necesariamente van a luchar por los intereses de toda la gente. Lo estamos viendo constantemente, por cualquier cosa se cambian de partido, se venden por cualquier oferta. Lo fundamental es que caigamos en la cuenta de que la sociedad civil organizada es la que realmente puede cambiar las cosas, es la única manera cómo se han dado los cambios en distintos lugares del mundo”, dijo Zatyrka a los presentes, en un encuentro llevado a cabo al pie de la laguna.

Martín Navarro, otro de los habitantes de San Pedro Valencia, recordó cómo se fue dando la colaboración con el ITESO: “vinieron y nos apoyaron a sacar peces de los que estaban muertos, y después nos dedicamos casi un año haciendo juntas y ruedas de prensa para tratar de mitigar todo lo que había pasado en la presa y reactivar la actividad. De hecho, nos ayudaron mucho en la difusión para que la gente creyera en el pescado de aquí”.

Héctor Morales Gil de la Torre, coordinador del Programa de Incidencia Territorial del Centro Universitario de Incidencia Social (Coincide) y quien está muy vinculado a este PAP, explicó que muy pronto se dieron cuenta de que la salud de la presa dependía de lo que ocurría río arriba: “decidimos intentar establecer vínculos con las organizaciones de la zona; empezamos a trabajar en San Antonio Mazatepec, San Isidro, Cuxpala, Ahuisculco, en varias comunidades, siguiendo la ruta del agua nos llevó a conocer a muchas personas con ganas de hacer mejor su vida y la de sus comunidades”.

Así, el PAP se fue inmiscuyendo en otras batallas ambientales como la inconformidad por la instalación del vertedero de basura en el municipio de Tala, del que José Padilla Gómez, originario del ejido de El Refugio, fue parte activa a través de Resistencia Civil por el Valle. “Nos unimos a este movimiento hace tres años porque vimos en alto riesgo nuestro municipio cuando supimos que se iba a establecer del lado oriente, de donde soy originario, un proyecto que iba a traer de 4 a 5 mil toneladas diarias de basura de los municipios de Tonalá, Guadalajara, Tlajomulco y El Salto, más la de Tala, un proyecto de muerte para toda nuestra región”, dijo.

 

Este basural fue cancelado ante las protestas vecinales y la socialización en medios de comunicación de la que el PAP tomó parte. Posteriormente se logró la cancelación de una planta de materiales peligrosos, se descubrió el desecho de un millón 200 mil litros de vinazas y un basurero clandestino, además de impulsar un proyecto de monitoreo del agua del Río Salado.

“Nos surgió un despertar de conciencia ambiental y nos convertimos en defensores territoriales, eso nos surgió de la desconfianza hacia nuestras autoridades. El municipio de Tala está prácticamente pegado a la Zona Metropolitana de Guadalajara, lo que nos separa es el Bosque de La Primavera, y su atractivo es que tiene agua en abundancia”, explicó José Juan Lira, otro de los integrantes de Resistencia Civil por el Valle.

La gestión y defensa del agua se han convertido en uno de los tres proyectos ancla del PAP a través de la creación de humedales, plantas potabilizadoras, monitoreo de la calidad del agua, redes de agua potable, e incluso la filmación de un documental sobre el agua. Los otros dos proyectos son la gestión de residuos y las rutas turísticas sustentables.

También se han vinculado con organizaciones como la Fundación Selva Negra, que defiende el corredor ambiental de la Sierra de Ahuisculco; con el Comité Agua y Vida, que ha denunciado a las empresas extractivistas que se han establecido en el corredor Santa Cruz de las Flores-San Isidro Mazatepec; con la organización Defensoras del Agua, que ha hecho un monitoreo y denuncia de extracciones excesivas en pozos de Santa Cruz, y con luchas locales en los municipios de Zacoalco de Torres y Atotonilco el Bajo, en las inmediaciones de la laguna seca de San Marcos y la laguna de Atotonilco, respectivamente.

“El papel de la universidad es aportar elementos para que las propuestas de la sociedad civil organizada estén bien sustentadas. Cuando la ciencia y la conciencia se juntan, entonces empezamos a ver un cambio en nuestra sociedad. Una verdadera universidad tiene que alimentarse de la experiencia de la gente y creo que una de las características del ITESO es que la presencia, testimonio y experiencia de ustedes, es parte de este ir y venir de las aulas a las comunidades, por medio de investigación e incidencia”, añadió Zatyrka Pacheco.

Para tomar en cuenta

El PAP San Pedro Valencia, del ITESO, fue galardonado el 9 de septiembre con el Premio Uniservitate 2024 que otorga la Pontificia Universidad Católica de Chile. El proyecto será presentado en un simposio en Roma del 6 al 8 de noviembre.