Ana Paula de Obeso es la directora del Bachillerato Pedro Arrupe, SJ, una escuela de alto rendimiento para alumnos de escasos recursos ubicada en el centro de Guadalajara.
En el Bachillerato Pedro Arrupe, SJ, sus 80 alumnos cuentan con una beca de estudios del 100% y su desempeño está catalogado como de “alto rendimiento”.
Cuatro días a la semana llegan al antiguo Colegio Unión (Prisciliano Sánchez y Prado, a unos metros del Templo Expiatorio o el famoso Mercado Juárez) para una jornada académica de 10 horas.
El quinto día van al trabajo y así se forman simultáneamente en el estudio y en el ambiente laboral para que, cuando egresen, ya tengan esa experiencia acumulada y una idea más clara de qué carrera estudiarán. No hay tolerancia para llegar tarde o para faltar a clases o al trabajo; pero lo que sí hay son condiciones para que transformen su realidad, la de su familia y su comunidad.
Ana Paula de Obeso, egresada de Arquitectura del ITESO en 1997, dirige esta escuela que propone un nuevo proyecto de vida de adolescentes provenientes de agrestes esquemas sociales y económicos. En marzo, el ITESO, la Fundación Dalton, el Instituto de Ciencias y el Bachillerato Pedro Arrupe, SJ, firmaron un convenio de colaboración para que 10 egresados obtengan una beca completa y continúen sus estudios en esta universidad.
¿Cómo comenzó este proyecto?
Inició en el ciclo escolar 2012-2013 cuando el entonces rector del Instituto de Ciencias, Guillermo Prieto SJ, atendió la inquietud de un egresado y miembro de la Fundación Dalton de iniciar un proyecto educativo con la Compañía de Jesús. El padre “Memo” planteó la creación una preparatoria para jóvenes económicamente necesitados, pero con habilidades académicas que les permitieran ser agentes de transformación de su entorno. El programa académico es el mismo que se estudia en el Instituto de Ciencias y los recursos económicos los proporciona la Fundación Dalton.
¿Quiénes son sus alumnos?
Tenemos 228 estudiantes. Son salones de máximo 20 alumnos, de tal forma que podemos darles un seguimiento personal. La idea ha sido que todos estudien en la universidad para que continúen su preparación y sigan superándose. Este año saldrá la primera generación y creemos que, de 70, seguramente 60 querrán y podrán seguir estudiando. Todos han aplicado exámenes de admisión a la universidad y aunque algunos tendrán que trabajar para ayudar a sus familias, todos quieren estudiar.
¿Cuál ha sido tu mayor aprendizaje?
El trato diario con los alumnos, ya que hemos creído y confiado en ellos, lo cual los ha hecho empoderarse, creer en ellos mismos y superarse. He buscado trabajar con profesores y alumnos con proyectos diferentes, atreviéndonos a salir de la forma tradicional de educación para que ellos aprendan a aprender, usen su creatividad y trabajen en colaboración con otros. Una persona preparada puede resolver y emprender, aunque no tenga trabajo.
¿Qué significa para ustedes la confianza?
Es el cimiento de todo lo que hacemos desde el primer día de clase. En el bachillerato confiamos en todo sentido: no hay nada con llave, confiamos en que van a estar en su clase cuando tienen que estar, que entregarán la tarea cuando la tienen que entregar y que cuando se les hace un encargo lo van a cumplir. Esa misma confianza es de ellos a nosotros; saben que si tienen una necesidad pueden venir y decirme: “no tengo para el camión, para los lentes o para comer”.
¿Y cómo responden los alumnos?
Primero se sacan de onda. Por ejemplo, el que todos los días dejen sus celular en una caja y no se pierda ninguno, es algo que no pueden creer. Sabemos que ponemos en riesgo a algunos alumnos, con este esquema de apertura, pero también es parte de la confianza el responder positivamente; sabemos que los alumnos pueden con esa responsabilidad, les procuramos confianza en ellos mismos para que realicen, porque conocemos sus habilidades.
¿Qué elementos te permiten asegurar que ellos pueden salir de un contexto tan adverso?
Los elementos que me dicen que sí, son la respuesta de los mismos muchachos. Cuando llegaron ni siquiera me miraban a los ojos, no se sentían capaces de hacerlo. Ahora te retan, te cuestionan, te discrepan o te encaran. Eso es fascinante para nosotros. Eran muchachos que no levantaban ni siquiera la cabeza, me decían “¿por qué confías en mí? Ni me conoces”. La confianza en ellos les cambia todo, los topas con pared, los confrontas. Es un modelo de gratuidad, que es como la vida, la recibes con alegría, la recibes bien.
¿Se puede valorar algo que es gratis?
Habla con cualquier fundación y te dirán que la gratuidad es justo el modelo para fracasar. Nosotros vamos contracorriente y nos ha costado mucho mantener este modelo, pero los resultados ahí están. Foto Roberto Ornelas