Los endulzantes naturales o artificiales que sustituyen el azúcar propician en el cuerpo humano la sensación de que necesita comer más alimentos. Lejos de adelgazarnos, son un lento camino rumbo a la obesidad.
POR CLAUDIA VEGA 
Profesora del Departamento de Psicología, Educación y Salud del ITESO

“Recibir información suficiente, clara, oportuna y veraz. El paciente, o en su caso el responsable, tiene derecho a que el médico tratante les brinde información completa sobre el diagnóstico, pronóstico y tratamiento; se exprese siempre en forma clara y comprensible; se brinde con oportunidad con el fin de favorecer el conocimiento pleno del estado de salud del paciente y sea siempre veraz, ajustada a la realidad”. Estos son algunos de los derechos de los pacientes mexicanos, según la Secretaría de Salud.

Cocacola

 

Conocer las consecuencias que tiene un comportamiento en la salud es elemental. Esto nos ayuda a manejar el diagnóstico, pronóstico y tratamiento de una enfermedad o de la prevención de esta.

Consumir refrescos dietéticos es una práctica cultural que ha ido en aumento en nuestro país. Las mayoría de las personas que los consumen lo hacen para adelgazar, cuando diversos estudios demuestran que los endulzantes artificiales como el aspartame, la sucralosa, el potasio de acesulfame o la sacarina, lo que realmente hacen es contribuir a ganar peso.

Datos epidemiológicos han encontrado correlaciones entre el uso de endulzantes artificiales y la ganancia de peso; un estudio con niños entre nueve y 14 años llegó a la misma conclusión. La ingesta de aspartame está asociada con un incremento en el consumo de energía; diversos estudios han encontrado que el sabor dulce incrementa el apetito humano; esto se ha comprobado en humanos y en otros mamíferos, como las ratas.

Lo que hacen este tipo de sustancias, naturales o artificiales, es incrementar el apetito por el sabor dulce y la falta de la contribución calórica, “engañando” a nuestro cerebro y propiciando que nuestro organismo nos pida una mayor ingesta mayor de alimentos, dando como resultado una ganancia de peso capaz de llevarnos a la obesidad.

Por otro lado, diversos estudios demuestran que cuando se suministra información clara y concisa a los pacientes que serán sometidos a una cirugía sobre cuál es exactamente el procedimiento quirúrgico que los espera, disminuye la ansiedad y se recuperan en menor tiempo que pacientes sin información previa (Camacho, Espinoza & Vega-Michel, 2012; Carabine, Milligan & Moore, 1991; Liang, Gao & Yin, 2008).

“No necesitamos estudiar medicina para tener la información suficiente y pertinente para poder prevenir o atender adecuadamente una enfermedad”

Claudia Vega, psicóloga y profesora del ITESO

¿Por qué? La carencia de información genera un alto grado de incertidumbre respecto a las consecuencias, y esto a su vez tiene un impacto sobre el sistema inmunológico, que es el encargado de defendernos de organismos extraños o del proceso de cicatrización.

La ansiedad hace que: actuemos sin saber las consecuencias (como tomar un fármaco o no tomarlo y a la hora precisa o no); no tengamos adherencia al tratamiento (no seguir las indicaciones del médico o dejar de ir a terapia física); nos hagamos falsas esperanzas sobre un diagnóstico o creamos que una pomada puede “curar” cualquier tipo de enfermedad.

No necesitamos estudiar medicina para tener la información suficiente y pertinente para poder prevenir o atender adecuadamente una enfermedad. El personal de salud tiene la obligación de darnos información “traducida” sobre la enfermedad, opciones de tratamiento y pronóstico de la misma. Con esta información podremos tomar una decisión sobre el tratamiento a seguir. Debemos tener el hábito de informarnos acerca de cuáles conductos nos permitirán cuidar nuestra salud.

Aunque algunas veces no se tiene la cultura de preguntar no debemos alentar la falta de información. Pregunten siempre: ¿Qué es lo que tengo? ¿Qué implica para mi estilo de vida? ¿Qué cambios tengo que hacer? Esto no debemos memorizarlo, muchas veces estando ante el médico y escuchando tantos términos científicos olvidamos qué queríamos saber, por lo que conviene apuntar en un papel previamente a la cita todas nuestras dudas y leer cada una de ellas durante la consulta.

¿Cuánta información es suficiente? Cuidado con las fuentes de información, ya que hoy en día tenemos acceso ilimitado a información en revistas, libros o internet. Sin embargo, no porque la información esté en dichas fuentes ha de ser veraz. Aquí lo importante no es volverse un experto en el tema, sino tener la información suficiente, clara y oportuna para poder estar tranquilos y seguir el plan terapéutico que se decida.

Este texto forma parte del libro Autocuidado de la salud, una serie de ensayos de especialistas editado por el ITESO y disponible en publicaciones.iteso.mx