De cara al Simulacro Nacional 2024, especialistas en seguridad, protección civil y edificación del ITESO analizan los avances que la comunidad universitaria y la infraestructura del campus han tenido en materia de previsión, teniendo en cuenta que estamos en una entidad con alta actividad de movimientos telúricos

El jueves 19 de septiembre de 1985, siendo las 07:19 horas, cuando la sociedad mexicana apenas comenzaba sus actividades, se registró un sismo de 8.1 grados que nació en las costas de Michoacán y Guerrero. Fueron cuatro minutos de terror que afectaron la zona centro de México, especialmente la Ciudad de México que, en cuestión de segundos, vio derrumbarse algunos de sus edificios más antiguos y débiles. El sismo tuvo su réplica al día siguiente con 7.6 grados a las 19:38 horas. El resultado fue de más de 20 mil muertos y más de 2 mil 800 inmuebles afectados. 

Esta fecha se convirtió en emblemática —en 2017, el mismo día se repetiría una experiencia similar, poco más de una hora después del celebrado el macrosimulacro—, y por ello se instituyó, cada 19 de septiembre, un Simulacro Nacional en el que edificios públicos e instituciones educativas participan en una recreación de aquel temblor y se lleva a cabo una evacuación ordenada en una jornada coordinada por brigadas de Protección Civil de cada instancia. El ITESO participa activamente en estas prácticas desde su instauración. 

“Gracias a los simulacros aprendemos los procedimientos más seguros para enfrentar una emergencia, identificamos las rutas de evacuación, las salidas de emergencia y los puntos de reunión, y nos permiten adquirir conductas instintivas; así ganamos capacidades para reaccionar de manera segura ante situaciones no previstas. Esta conducta instintiva sólo se logra con la repetición”, explica Raúl Castillo López, director de la Oficina de Seguridad del ITESO y coordinador del Comité de Protección Civil de la Universidad.  

Los simulacros están marcados como obligatorios por los artículos 45 y 46 de la Ley Estatal de Protección Civil, donde se indica que deben realizarse dos veces al año. Además, son obligatorios dentro del ITESO, como parte del Programa Interno de Protección Civil, documento en el que se evalúan los riesgos de los fenómenos naturales que pueden afectar al campus. 

México se caracteriza geológicamente por ser un territorio de gran actividad sísmica y volcánica, según explica el sitio de Protección Civil de la Ciudad de México, lo anterior ante el contexto de la tectónica de placas que ubica al país en el llamado Cinturón de Fuego, donde se registra gran parte de los movimientos telúricos a nivel mundial.  

Al estar situado en la Placa Norteamericana, limitando con las placas de Cocos, Rivera y del Pacífico, la región de Mesoamérica —que abarca México y Centroamérica—, se caracteriza por su alta actividad tectónica. Precisamente, en el sur y oeste del país la tectónica es más compleja, pues es controlada por la subducción de la placa de Cocos bajo las placas de Norteamérica y del Caribe. El registro estadístico indica que los estados con mayor riesgo de tener sismos de gran magnitud son Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Estado de México y Veracruz. 

Teniendo esto en cuenta, en el ITESO se ha llevado a cabo un diseño arquitectónico que atiende que las construcciones cumplan los reglamentos sísmicos que se dictaminaron luego del sismo de 1985; asimismo, se revisaron todas aquellas edificaciones construidas previamente para reforzarlas. 

“Los nuevos edificios cumplen con la reglamentación sísmica para tener la mayor seguridad posible, incluso, en 1995 hubo otro sismo que dio pie a una actualización del reglamento en 1997. No es sólo la estructura que vemos, sino que también es muy importante la cimentación, la interacción del suelo con la estructura; hay que revisar los diversos elementos constructivos, a veces hasta lo que le llaman el maquillaje, como las ventanas o cristales de los edificios, que si llegaran a dañarse podrían ser una trampa para las personas que estén ahí”, explica Luis Manuel Barroso Navarro, ingeniero civil y director de Servicios Escolares, quien también forma parte del Comité Universitario de Protección Civil. 

Barroso Navarro añade que todas las obras arquitectónicas tienen un cierto nivel de movimiento; sin embargo, para afrontar sismos, tales movimientos deben ser diseñados, es decir, se dota de cierta flexibilidad al edificio desde su diseño y construcción, acorde a la reacción y la respuesta ante un siniestro de esta naturaleza. 

“El edificio se puede mover, pero hasta cierta cantidad diseñada, y no debe pasar de esos valores. Hay algunos edificios que, incluso, en un evento sísmico, podrían tener ciertos desperfectos tolerables, esperados. Los últimos edificios se han construido bajo estos valores, y de todos modos el resto tienen una revisión periódica y los que han necesitado ser reforzados, lo han sido”, menciona. 

Respecto a la cultura de prevención que existe en el campus, Castillo López afirma que hay un buen avance y los estudiantes cada vez están más receptivos al tema; aunado a esto, dentro del programa se cuenta con brigadistas capacitados en cuatro temas fundamentales, que son primeros auxilios, búsqueda y rescate, evacuación y combate de incendios.  

“Tenemos brigadistas de evacuación en todos los edificios del campus, de manera que cuando hay un sismo o se escucha la alarma en un simulacro, las personas y/o habitantes de cada área, de forma autónoma e independiente, realizan su evacuación sin tener que esperar. Esto es parte de la cultura, de lo que se ha ganado. Ahora la mayoría sabemos cómo actuar durante un sismo y contamos con especialistas capacitados, pero además las instalaciones de la Universidad están adaptadas con las medidas necesarias para realizar una evacuación segura: por ejemplo, contamos con puertas de emergencia, rutas de evacuación, toda la señalética está completa, correcta y validada”, añadió.  

Pasos a seguir en el próximo macrosimulacro del 19 de septiembre: 

 

  • Durante el simulacro se emite una alarma a través de un sistema de bocinas de gran potencia que cubren prácticamente todo el campus.  
  • Al escuchar la alarma se interrumpen las actividades y se atiende el aviso de evacuación siguiendo las indicaciones de los brigadistas, cuya recomendación principal es mantener el orden y la calma, no correr, no empujar y no gritar.  
  • A los brigadistas les corresponde desconectar los interruptores de gas y electricidad.  
  • Se recomienda alejarse de equipos y objetos que puedan ser peligrosos.  
  • Las personas que toman parte en la evacuación deben acudir a los puntos de reunión y esperar indicaciones. 
  • Después del simulacro, las brigadas revisan que todas las personas estén en los puntos de reunión.  
  • Posteriormente, se revisan los edificios, las instalaciones, y si todo está seguro, se da el aviso de retorno a las actividades.  
  • Una vez concluido el ejercicio, las brigadas se reúnen para evaluar resultados, ajustar tiempos y movimientos. 
  • El protocolo indica que en edificios de más de tres niveles las personas evacuadas deben dirigirse a los puntos de menor riesgo en el edificio y mantenerse ahí hasta que pase el temblor, para después hacer la evacuación, ya que las escaleras son uno de los puntos más débiles y vulnerables.  

 

FOTO: Oficina de Comunicación Institucional