Toby Miller, académico y especialista en global media, visitó el ITESO para dictar la conferencia “Greenwashing en las industria culturales y creativas”, organizada por la Maestría en Comunicación y Cultura.
Escuchar un pódcast, ver Netflix, o biodegradables mandar mensajes por WhatsApp, hacer búsquedas en Google, enviar un correo electrónico, jugar Fortnite, descargar un álbum en Spotify o mover millones de capitales financieros en línea. A pesar de que todo eso sucede en el mundo digital tiene un impacto en el medio ambiente.
Las grandes corporaciones trasnacionales, incluida la industria del entretenimiento, lo saben y usan el greenwashing, es decir, el lavado de su imagen con pequeñas acciones ecológicas que los hagan tener prestigio y legitimidad social como parte de su estrategia corporativa. Estas empresas aprenden a usar el lenguaje de la sostenibilidad en su beneficio, pero realizan una divulgación selectiva de sus medidas compartiendo solo información positiva..
Sobre este tema versó la conferencia “Greenwashing en las industrias culturales y creativas”, impartida por Toby Miller, profesor visitante de la Universidad Rey Juan Carlos en España y especialista en estudios de cultura y global media, y organizada por la Maestría en Comunicación y Cultura.
Autor y coordinador de más de 40 libros, Miller explicó que existe una huella profunda en todas las actividades que tienen que ver con este sector. Por ejemplo, tan solo la nube de datos de Google utilizó más de 21 mil millones de litros de agua en 2022, lo que representó un aumento de 20 por ciento en relación con el año anterior.
“La nube parece que es una cosa muy natural, pero no: son una serie de edificios con necesidades estructurales increíbles. Lo que dicen empresas como Google y Microsoft sobre su uso eléctrico en la operación de sus nubes es muy distinto a la realidad. Hace dos semanas, The Guardian publicó que tanto Apple, como Google, Meta y Microsoft subestimaron sus emisiones en 662 por ciento”, explicó el académico.
Para Miller, los temas importantes para entender la cultura y la comunicación son la propiedad, el control, el capital, el rol del Estado, la experiencia del trabajo, los significados, la identidad social, el poder, la subjetividad y, desde luego, el medio ambiente. “Una pregunta fundamental es saber quién se beneficia, cuáles son los intereses asociados con una política, una tendencia o una lucha”, mencionó.
El autor de Greenwashing Culture (Routledge, 2018) dijo que un tercio de las dos mil corporaciones más grandes del mundo dicen estar comprometidas con las emisiones netas cero, pero que, según sus políticas y programas actuales, el 93 por ciento de esas empresas no lograrán su propósito. De hecho, en 2023, tres cuartas partes de las empresas, principalmente en el sector financiero, admitieron hacer uso de estrategias de greenwashing.
“En términos de las industrias culturales, por ejemplo, casi 60 por ciento de las afirmaciones de sostenibilidad de las marcas de moda son greenwashing; 15 de las 24 multinacionales que se consideran líderes climáticos tienen una integridad mínima. El greenwashing aumentó un 35 por ciento el año pasado y un 70 por ciento en el sector financiero”, expresó.
El especialista expuso datos como una estimación de Zero Waste Scotland, que sugiere que toda la actividad en línea genera un promedio de 8.62 kilos de dióxido de carbono a las semana (448 kilos al año); que tan solo el entrenamiento de Chat GPT-3, precursor del modelo actual, utilizó unos 5.4 millones de litros de agua y produjo tanto dióxido de carbono como el que se generaría al volar entre Nueva York y San Francisco 550 veces, o que cada minuto que una persona usa TikTok se emiten 2.63 gramos de dióxido de carbono.
También señaló que la industria de la moda es responsable de 10 por ciento de las emisiones de carbón del mundo –para fabricar una camiseta se necesitan 2 mil 700 litros de agua y para hacer un pantalón de mezclilla 7 mil 500–, o que 0.5 millones de toneladas de microfibras sintéticas de esta industria terminan en el mar o se filtran a la tierra y a los mantos acuíferos.
“La moda es casi natural, es un elemento crucial de cada día. Pero la contribución a la crisis medioambiental por parte de esta industria es totalmente increíble. Es el segundo mayor consumidor de agua y la segunda industria más contaminante del mundo, y la mayoría de las prendas no están siendo reutilizadas, sino que van a los vertederos, sobre todo desde el Norte al Sur global, en África occidental y Chile”, agregó.
Apuntó que Hollywood es el mayor productor de contaminantes convencionales, pues el consumo de energía y las emisiones de gases de efecto invernadero son similares a los que producen las industrias aeroespacial y de semiconductores. Una película con un presupuesto de 50 millones de dólares produce alrededor de 4 mil toneladas de dióxido de carbono, mientras que un episodio dramático televisivo con un guion de una hora, produce alrededor de 41 toneladas métricas de dióxido de carbono cuando se filma en Los Ángeles, 68 si se produce en Nueva York y 136 si se hace en Atlanta.
“Todos los estudios hacen greenwashing. Cada uno tiene su tipo de propaganda. Warner Bros es el único que ofrece información sobre su impacto ecológico —reveló que su fuerza laboral emitió más de 130 mil toneladas métricas de dióxido de carbono—, pero como pasa en Hollywood puede ser una mentira total, porque no hay leyes estadounidenses para establecer la verdad”, añadió.
¿Qué alternativas existen?
Durante la charla, moderada por Adriana Pantoja de Alba, coordinadora de la Maestría en Comunicación y Cultura, los estudiantes preguntaron qué opciones tienen como consumidores. Miller señaló que hay varias cosas que se pueden hacer. Por ejemplo, con referencia a lo electrónico en general, tener en cuenta que el consumo institucional importa mucho más que el consumo individual, por lo que puede impulsarse un activismo muy importante dentro de las instituciones.
“Hablen con sus amigas y amigos sobre el impacto medioambiental de sus placeres, del futbol, de la música, de la ropa y consideren si hay cambios que se puedan hacer de manera colectiva. Piensen no solo como consumidores o usuarios, sino como trabajadores. El principal tema no somos nosotros con nuestro TikTok o viendo Netflix, es el tema financiero que está cambiando sus acciones financieras todo el tiempo en favor de una industria o corporación en segundos, siguiendo su deseo de mover acciones mundialmente están creciendo este problema, junto con bitcoin y otras monedas virtuales», finalizó.
FOTOS: Zyan André