Organizada por la Maestría en Proyectos y Edificación Sustentables, que está celebrando sus 10 años, tuvo lugar una charla entre David Vargas y María Camila Garzón Duque, quienes hablaron de la importancia de impulsar una práctica turística que cuide a las comunidades y su entorno

Hay dos cosas que les gusta presumir a los gobiernos en turno del país: una, la vocación de México como un lugar con una gran diversidad de destinos turísticos; otra, su gran biodiversidad, producto de los diferentes ecosistemas repartidos por el territorio nacional. Sin embargo, armonizar estos dos aspectos en la práctica es muy complicado: muchas veces el turismo crece a costa de la degradación medioambiental. Para reflexionar sobre cómo podrían conciliarse estos dos rubros, la Maestría en Proyectos y Edificación Sustentable organizó la charla “Ecología política del turismo y la conservación”, enmarcada en el décimo aniversario de este posgrado y como parte del cuarto ciclo de conversatorios virtuales organizados por las maestrías en sustentabilidad del ITESO. 

Francisco Álvarez Partida, coordinador del núcleo académico básico de la Maestría en Proyectos y Edificación Sustentables, fue el encargado de conducir la charla que reunió las voces de David Vargas y María Camila Garzón Duque, docente y estudiante de la maestría, respectivamente. 

En primer término, David Vargas comenzó exponiendo algunas de las dificultades que hay a escala global para conciliar el turismo con la conservación ambiental. Señaló que uno de los principales tiene que ver con lo que se entiende por desarrollo económico de los países. En esa línea, dijo que habría que privilegiar un desarrollo sustentable profundo, contrario al desarrollo capitalista que se ha alentado desde hace tiempo. 

“Hay que apostar por proyectos sustentables, y los proyectos sustentables son a largo plazo. Lo económico no puede ir en detrimento de los valores ambientales”, dijo el académico, quien añadió que es fundamental “valorar la naturaleza más allá de lo económico”. 

Vargas calificó al turismo como “el lado hermoso del capitalismo”, pero señaló que muchas veces se hace negocio a costa de cosas que pasan de largo, como convertir las culturas locales en meros espectáculos turísticos o descuidar manglares para mantener campos de golf. 

Una alternativa que se ha impulsado, añadió, es el reordenamiento del territorio y el establecimiento de áreas naturales protegidas, pero este modelo muchas veces pasa por alto los derechos de los pueblos originarios, que ya habitan el territorio y deben ser desplazados o confinados. “El problema es el modo de vida industrial y de consumo”, dijo Vargas, porque está comprobado que el modelo de áreas naturales protegidas “no funciona muy bien y cede ante el crecimiento urbano”. 

María Camila Garzón Duque, arquitecta colombiana que cursa el programa de Proyectos y Edificación Sustentables, expuso el proyecto que está trabajando en la maestría, centrado en el Parque Nacional Natural Uramba Bahía Málaga, en Colombia. Explicó cómo se trata de una región aislada a causa de la guerrilla y que padece el abandono estatal, lo que ha supuesto un riesgo ambiental. 

La maestrante explicó que en el lugar conviven un modelo de desarrollo turístico armado, masivo, que ofrece paquetes de experiencias todo incluido, y un modelo más local, en el que diferentes actores de las comunidades se articulan para generar ofertas similares a los todo-incluidos del modelo masivo.  

También detalló el tipo de intervención en el parque, que busca generar estrategias aplicables en el largo plazo para diseñar estrategias a largo plazo ancladas en la comunidad —“con sabor regional”, dijo—, que utilice materiales sustentables y sostenibles y aproveche las características del terreno para disminuir los impactos negativos en el proceso de construcción. Agregó que en la maestría ha adquirido herramientas para desarrollar tecnologías que contribuyan a avanzar en la eficiencia energética. 

Durante la ronda de preguntas y respuestas, tanto el profesor como la estudiante coincidieron en que no hay que satanizar el turismo, sino que hay que analizar cada espacio para determinar el mejor modelo para las comunidades y que fomente la conservación. 

FOTO: Envato