Rodrigo Villalpando, egresado de Ingeniería Ambiental del ITESO y que desde hace unos meses es docente de investigación de la Universidad de Memphis, señala que las cuestiones ambientales siempre parecen plato de segunda mesa, pero esto no lo desanima
Desde antes de comenzar la carrera en el ITESO, Rodrigo Villalpando Vizcaíno ya tenía su propio huerto en casa. “Siempre había estado en contacto con la naturaleza, las plantas y los bosques y me llamaba la atención hacer algo relacionado con su preservación”.
Sus pasiones podrían orientarse a Ingeniería Civil o Ingeniería Química, pero después de asistir a una plática sobre Ingeniería Ambiental con la entonces coordinadora, Lidia Hernández, le gustó la orientación. “Suena a que de aquí soy”, cuenta que pensó. “Y nunca estuve 100 por ciento seguro de si tomé la decisión correcta hasta que salí de la carrera y dije, ‘sí, le atiné’”.
Al menos la seguridad de elegir el ITESO como su universidad no fue una decisión difícil. Cuenta que su abuelo fue de las primeras generaciones de la Universidad jesuita de Guadalajara y varios integrantes de su familia habían pasado por ahí.
Rodrigo fue calmando esas inquietudes sobre su carrera en los primeros semestres; le gustaban e interesaban las materias de tronco común y las propias de esta ingeniería. Rodrigo recuerda que la materia de Sustentabilidad, así como la clase de Sistemas de Información Geográfica, impartida por el académico Hugo de Alba.
Y entre intereses y materias afines fue llegando a lo que sería su tema rector en la carrera y en la profesión: la preservación de agua, en su materia con Alek D’Urquiza, Modelos de Calidad del Agua.
También se interesó por aportar y aprender fuera de las aulas; fue becario de la coordinación de Ingeniería Ambiental, con el académico Ricardo Ontiveros. Y una de sus grandes satisfacciones durante los 5 años que permaneció en la carrera fue su participación en las jornadas de restauración del Bosque Escuela del ITESO.
En 1998, el ITESO recibió para su restauración y resguardo 30 hectáreas del Área Natural Protegida Bosque La Primavera. Desde el programa de Ingeniería Ambiental se gestionaron fondos otorgados por la Comisión Nacional Forestal (Conafor) para utilizar el espacio como un laboratorio vivo donde se integran actividades de docencia e investigación.
Los alumnos del Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) “Desarrollo Tecnológico para la Sustentabilidad Ambiental” organizan y coordinan a los voluntarios para llevar a cabo obras de restauración de suelo, como barreras de piedra y de material vegetativo, zanjas y presas para retención de humedad, así como reforestaciones con especies nativas.
Además, académicos de diferentes departamentos, junto con sus alumnos, participan en el monitoreo de variables meteorológicas, el muestreo de suelos y sus tasas de infiltración del agua, y la evaluación de la vegetación, así como reforestación continua y trabajo tras incendios.
Rodrigo estuvo involucrado desde el principio de su carrera, dirigía el grupo de Facebook de los estudiantes y otros participantes.
“Cada sábado que tocaba, ahí estaba yo, echando pico y pala; y cada viaje de campo a Oaxaca a ver los campos eólicos, o cualquier actividad fuera de clase, yo la aprovechaba, porque me gustaba mucho esa experiencia de campo”.
Después de cursar sus materias de Modelación de Agua y la de Tratamiento de Aguas, Rodrigo ingresó al PAP «Proyectos de impacto socio-ambiental, cartografía ambiental»; la investigación era dirigida por el académico David Rizo para su tesis del Doctorado en Recursos Hídricos y Medio Ambiente, en la Universidad de Málaga, España.
“Trabajaba remotamente con él en el análisis de la vulnerabilidad del agua subterránea en la zona de Jalisco cercana al Área Metropolitana de Guadalajara”. Rodrigo desarrolló un programa para manejar grandes volúmenes de datos en el que vació la información de 45 años de las 154 estaciones meteorológicas ubicadas a lo largo del río Santiago. Además, presentó su trabajo en el foro Innovation Match MX, que se realizó en Expo Guadalajara en 2016.
Y esta experiencia fue crucial para el resto de su carrera profesional. “Es de esas veces que las decisiones de vida te llegan por sorpresa; yo estaba presentando en este congreso, cuando Hugo de Alba me habló para contarme que lo habían contactado de la Universidad de Memphis. Desde hace años estaban buscando la forma de colaborar, y les ofrecieron una beca de maestría.
“El profesor Hugo pensó en mí; recuerdo que me habló y me dijo: ‘tenemos esta beca, si la quieres, es tuya’. Me agarró de sorpresa. Yo estaba a dos o tres meses de graduarme, pensando apenas en buscar trabajo”.
Era cuestión de decidir ya y comenzar los trámites lo más pronto posible para mudarse tan solo unos meses después a Tennessee y comenzar de cero. Rodrigo tomó la decisión que marcó su rumbo profesional, y se lanzó ese agosto de 2017.
“A todos tomó por sorpresa: a mi familia, mi entonces novia — que ahora es mi esposa –, porque era una decisión de, ‘lo tomas o no, pero lo tomas ya’”.
Así que, instalado en una nueva ciudad, Rodrigo estudió la Maestría en Ingeniería Civil en recursos del agua. “Ingeniería Civil siguió rondando en mi cabeza, y se me hizo”, cuenta.
Él se enfocó en agua subterránea, desde su caracterización, niveles de contaminación, y su tesis fue la creación de un modelo 3D para analizar en la ciudad de Memphis el estado real de estas aguas: cuánta hay, en qué estado, su transporte, cuánto se bombea y cuáles son los peligros.
“Durante dos años creé ese modelo que ahora la ciudad utiliza para tomar decisiones con respecto a su consumo de agua”, dice, debido a que su beca estaba financiada por el Centro de Investigación y Estudios de Ciencias de la Tierra e Ingeniería (CAESER, por sus siglas en inglés), consultoría afiliada a la Universidad de Memphis que tiene proyectos financiados gubernamentalmente.
“Eran dos actividades: por un lado, estaba obteniendo mi maestría, y por el otro, al trabajar en este centro de investigación, ya era un empleo y un proyecto real y aplicable”.
Después de graduarse, surgió la posibilidad en CAESER de obtener una plaza. “No estaba dentro de mis planes, pero dije, si no lo intento, no sabré qué pasa”.
Era una convocatoria nacional, y no solo Rodrigo quedó dentro de los primeros candidatos, sino que terminaron eligiéndolo, y en marzo de 2019 comenzó oficialmente como asistente de proyectos de agua; hace un par de meses se convirtió en docente de investigación de la Universidad de Memphis.
Rodrigo asiste y apoya alrededor de 20 trabajos de maestría y doctorado, los cuales tuvieron que migrar a colaboración en línea, debido a la pandemia, y algunas actividades de campo tuvieron que parar, pero mucho de su trabajo ha seguido adelante con todo y este cambio de paradigma.
El tema del doctorado está rondando por ahí, pero por el momento no quisiera meterse en ese maratón académico. “Por el momento, mi trabajo me sigue dando esa experiencia académica sin necesariamente esa presión que ahora no veo posible”.
Uno de sus mayores retos de haber emigrado y trabajar fuera de México es el estar fuera de casa y lejos de su familia y amigos. “Mi novia seguía estudiando allá cuando yo me vine a Memphis. Menos mal, decidió que quería seguir conmigo”, cuenta divertido, y se vino acá, nos casamos y ahora vivimos felices y contentos juntos… pero sí, la familia primero, claro, y la comida son cosas que extraño mucho”.
Pero, dice, el pensar en la importancia que le toma a su trabajo y la satisfacción que le da, sabe que ha tomado la decisión correcta. “Es el ver que estoy haciendo algo que me gusta y que puede hacer una diferencia. Fue una combinación de suerte, trabajo duro y de tomar las oportunidades en el momento que vi una puerta abierta, y todo ha salido bien”.
Además, ahora quiere abrir las puertas a otras personas: otros han podido seguir los pasos que él inauguró, y cuatro egresados más de Ingeniería Ambiental del ITESO han podido ir a estudiar la maestría en convenio; dos están trabajando en Chicago, y dos más están a punto de graduarse.
“Las cuestiones ambientales siempre parecen plato de segunda mesa, pero eso no debería desanimarnos”, dice.
“Decíamos cuando estábamos en la carrera que en este tema hay dos opciones: o te deprimes, o pones tu granito de arena, y sigues adelante. Que no se desanimen por lo que ven en el mundo. Siempre hay maneras; es difícil, pero hay manera de cambiar el rumbo”.
“Las cuestiones ambientales siempre parecen plato de segunda mesa, pero eso no debería desanimarnos”.
Quienes estudian Ingeniería Ambiental en el ITESO se preparan para diagnosticar problemas ambientales causados por la demanda creciente de recursos naturales y actividades o asentamientos humanos; analizan las condiciones y dinámicas ocurridas en los sistemas naturales para dar respuestas que garanticen la conservación y restauración de ecosistemas deteriorados; utilizan la ciencia y la tecnología para el bienestar de las personas y el medio ambiente; adquieren una sólida formación en Ingeniería y Ciencias de la Tierra, además de conocimientos prácticos en biología, derecho, política y economía que les permiten emprender proyectos con planeación estratégica para adentrarse en la gestión ambiental.
Ve acá el plan de estudios: https://carreras.iteso.mx/ingenieria-ambiental
Para información de becas y financiamientos, visita: https://becas.iteso.mx/