La crisis económica por la pandemia ha dejado desempleo, cierres de empresas e incertidumbre en el sector turístico. Sin embargo, también representa una oportunidad para adoptar un nuevo turismo centrado en los destinos locales con patrimonio natural y cultural, que otorgue bienestar a las comunidades rurales, y responsable con su entorno y la salud de los visitantes
“Es una gran oportunidad para salirnos del turismo tradicional, en el que tener abarrotado un lugar era sinónimo de éxito”, señala Natalia Cuéllar, profesora de asignatura de la licenciatura de Hospitalidad y Turismo del ITESO. “Vamos hacia un turismo como herramienta para beneficiar a todas las partes, no solo a las grandes empresas o satisfacer al turista, sino a los territorios y las poblaciones que habitan estos espacios”.
La académica añade que los viajeros están volteando la mirada a lo local al viajar a distancias más cortas, en buena parte por las restricciones sanitarias para viajar a destinos internacionales. Actividades como el turismo de naturaleza o el rural están siendo más demandadas.
Mauricio Margules, coordinador del Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) “Desarrollo de clústeres de turismo regional”, afirma que cada vez más visitantes diversifican su esparcimiento hacia espacios más abiertos, ante las limitaciones sanitarias que hay en lugares cerrados como los hoteles.
Lo anterior beneficia a destinos de montaña como Tapalpa, San Sebastián del Oeste o Mascota; también existe un incremento del senderismo, el ciclismo de montaña, el rafting (o descenso de ríos en balsa) y el turismo de salud enfocado al bienestar personal.
“La gente se ha dado cuenta que hay otro tipo de actividades que hacer y de destinos a dónde ir”, menciona. “Con ello, se consume más turismo, no solo se va a la playa”.
Sin embargo, al turismo aún le falta camino por recorrer para recuperarse de 2020, el «peor año de la historia», así considerado por la Organización Mundial del Turismo (OMT), tras registrar 1.3 billones de dólares en pérdidas y una caída del 74 por ciento en los viajes internacionales, perdiéndose hasta 174 millones de empleos directos e indirectos en todo el planeta.
Sin embargo, las restricciones a la movilidad por el Covid-19 tuvieron un grave efecto con consecuencias visibles hasta hoy. Al primer trimestre de 2021, el Producto Interno Bruto (PIB) del turismo registra una caída del 23.3 por ciento respecto al mismo periodo de 2020. Además, más de 550 mil personas que tenían empleo en el turismo y lo perdieron por la pandemia aún no recuperan su trabajo, representando poco más del 10% de la población ocupada que había a inicios de 2020, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).
Jalisco no es la excepción, siendo los hoteles, el turismo de reuniones y los salones de eventos particularmente afectados. La ocupación hotelera cayó 37% en 2020, mientras que la Zona Metropolitana de Guadalajara perdió 7.2 millones de visitantes, equivalente a 56% de lo que recibió en 2019, como consecuencia de la cancelación de eventos masivos presenciales como la Feria Internacional del Libro. También se perdió un tercio de los empleos en el sector el año pasado, según datos de la Secretaría de Turismo estatal (Secturjal).
Para Mauricio Margules, académico del ITESO, la recuperación del turismo a los niveles previos a la pandemia no será posible hasta 2023, proyección compartida por fuentes oficiales como la Secretaría de Turismo federal.
“Hasta el 2022 el sector se va a poner a mano en todo lo que tienen pendientes, y en 2023 empezaremos a ver empresas turísticas a renovar unidades, remozar fincas, cambiar mobiliarios en restaurantes, etcétera. No solo es que llegue el cliente, hay que renovar, hay que capacitar a las nuevas personas que entraron a trabajar tras los despidos por la pandemia, y hay que hacer nuevos gastos”, describe.
Según la descripción de su coordinador, Mauricio Margules, el objetivo de esta iniciativa es vincular económica y socialmente las industrias locales, servicios y cadenas de valor de los pueblos ubicados en esta zona montañosa, siendo el turismo el principal eje transversal.
El académico señala tres vínculos principales que se están consiguiendo en este PAP. El primero es el trabajo con agricultores y productores rurales con cultivos sostenibles, que trabajen con esquemas de comercio justo que contrasten con los sembradíos de berries existentes en la zona, que según Margules “acaban con el paisaje y afectan la tierra con el uso de agroquímicos”.
El segundo vínculo es la promoción de actividades comerciales específicas de cada pueblo como los equipales de Zacoalco de Torres o la cajeta de Sayula. Por último, el tercer vínculo se enfoca unir a los trabajadores del turismo de los diversos pueblos y promover otros servicios que generen empleos en áreas como la comunicación o la contabilidad.
“Al final el objetivo es lograr una mejor calidad de vida, entendiéndola como ellos la entienden, porque luego el concepto de ‘bienestar’ a nivel gubernamental son temas como poner carreteras con más concreto, hacer más edificios, en una visión centralista del ‘desarrollo’ y del ‘progreso’”, comenta Margules.
El PAP tiene cuatro semestres y un verano vigentes (se instauró en enero de 2020) y han participado alrededor de 50 alumnos, desde estudiantes de la Licenciatura en Hospitalidad y Turismo hasta jóvenes de otras áreas como arquitectura, gestión cultural, comunicación y mercadotecnia.
“El tema turístico, al ser un eje vinculante, requiere primero que el destino funcione bien en todos los aspectos: social, ambiental y manejo de patrimonio y recursos naturales”, puntualizó el coordinador.
“Una oportunidad importante para acelerar la recuperación del sector es la expansión de vacunas”, señaló este año el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). “Una mayor cobertura en la población en América Latina podría permitir reducir el número de restricciones e incrementar la confianza de los turistas nacionales e internacionales”.
Algo similar opina Mauricio Margules, quien considera que “todo será diferente” cuando los niveles de vacunación completa estén entre 70% y 80% de la población total en México.
Hoy, según datos de la Secretaría de Salud federal, siete de cada 10 mexicanos han recibido al menos una dosis del inmunizante contra el coronavirus. De ese porcentaje, 68% ya tiene su esquema completo de vacunación, es decir, poco más de 43 millones de los 126 millones que componen nuestra población total.
Sin embargo, varios destinos turísticos de México están siendo complacientes en el manejo de medidas sanitarias, un peligro si se toma en cuenta que la pandemia sigue generando contagios y muertes sobre todo mediante variantes como la Delta.
“También a los turistas les corresponde cuidarse. No se ha visto que se cumplan restricciones de 50% de capacidad en bares y antros, por ejemplo, y si no queremos que se cierren los servicios, tenemos que ser más conscientes al menos del uso de cubrebocas”, conminó Margules.
La nueva normalidad que está dibujando el coronavirus representa una gran oportunidad para el turismo sostenible, asegura Natalia Cuéllar. “Es una gran oportunidad para los jóvenes que estudian o trabajan en el sector para dar cabida a la innovación y la creatividad, creo que es importante repensar el rumbo de cómo queremos practicar esta actividad económica”.
Según la profesora del ITESO, el perfil del turista post-Covid es diferente al tradicional. «Está buscando nuevas experiencias, no solo trasladarse, tomarse un respiro y descansar, si no que está ávido de experiencias, de conectar con los lugares, su cultura y sus recursos naturales”.
Para satisfacer estas tendencias, el uso de las nuevas tecnologías será clave. Un área de oportunidad podrían ser las reservaciones de hoteles y vuelos, como el exitoso caso de la aplicación «Gurú de Viaje», creada por jóvenes emprendedores de Guadalajara, que ayuda a encontrar boletos de avión económicos.