En Nepal, “el techo del mundo”, esta egresada del ITESO literalmente está colaborando ladrillo tras ladrillo para reedificar una de las zonas más golpeadas por el terremoto de abril de 2015.

Antes de las seis de la mañana, Mariana Jiménez ya suele estar de pie.

Le espera una jornada en la que estará al frente de un equipo de trabajadores que dedicarán ocho horas a hacer ladrillos de tierra compactada (Compressed Stabilised Earth Block) que se destinarán a la construcción, principalmente de casas.

La egresada de Ingeniería Civil del ITESO -quien aprendió esta técnica sustentable en India vive, desde hace año y medio, en un tipi (tienda de los indios americanos) montado en Takure, a 14 mil kilómetros de México, comiendo lo que ella y otros voluntarios cultivan en esta pequeña comunidad de Nepal, tan pequeña que no aparece en los mapas, pero que fue seriamente afectada por el sismo de abril de 2015.

“Cuando pasa un terremoto todo el mundo está pendiente; año y medio después nadie se acuerda, pero la gente sigue viviendo la destrucción”, señala Mariana en entrevista vía Skype, la cual se logró gracias a que se trasladó a Katmandú (a cuatro horas en carretera) para encontrar, en un restaurante, una señal “decente” de internet.

Entre voces de meseros y con música de reggae de fondo, cuenta que desde que en 2014 egresó de Ingeniería Civil, en diciembre de 2014, tenía claro que buscaría trabajar como voluntaria. Tras el sismo que dejó más de 600 mil casas destruidas se puso a buscar opciones sustentables para la reconstrucción de Nepal; así encontró a la asociación civil Conscious Impact adonde llegó como voluntaria en septiembre y encontró que justo tenían la máquina en la que ella acababa de certificarse en el Auroville Earth Institute de India y con el aval de la Unesco.

“Me gusta estar en servicio, es una herramienta que me dieron los jesuitas”, comenta Mariana, al recordar que en el Instituto de Ciencias estuvo en una experiencia rural y luego, ya en el ITESO, trabajó durante un verano en una comunidad de Nayarit en el Proyecto de Aplicación Profesional “Inserción en comunidades en extrema pobreza”, con el padre José Martín del Campo, en el que trabajaron para la organización Hábitat para la Humanidad.

“Cuando vine aquí [a Nepal] todo me hizo clic: esto es lo que quiero hacer. Cuando compraron la máquina y no tenían a nadie que la operara, llegué yo y caí como anillo al dedo; me quedé a ser parte del comité del proyecto”.

En un principio, Mariana entró a Conscious Impact para ser voluntaria tres o seis meses; hoy, año y medio después y para poder pagar su estancia como voluntaria, sus planes contemplan irse a trabajar a Los Ángeles durante el verano, periodo en que las lluvias obligan a la gente a detener la reconstrucción. “En Nepal todo es montaña, en las carreteras no hay pavimento y en temporada de lluvia sí es peligroso –por los deslaves–, y esa es una de las razones por la que en verano se cierra el campamento”.

Mariana ingresó a Ingeniería Civil con la idea de trabajar con materiales alternativos y ahora es la encargada de la producción de ladrillos de tierra compactada, comandando a un equipo de 10 nepalíes a quienes considera como su familia y a quienes justo hace unos días se sumaron seis mujeres más. Calcula que hasta el momento han elaborado más de 70 mil ladrillos.

“En realidad, como seres humanos, lo que necesitamos para sobrevivir es muy poco”, reflexiona Mariana. “Estando en la naturaleza al 100 por ciento, ver cómo cambia la estación, cómo una semilla se convierte en una planta y luego en comida, entender que todo tiene un ciclo y un tiempo, es de los aprendizajes más valiosos”

En este periodo, cuenta, aprendió a confiar en ella misma y a que tiene el conocimiento y las herramientas para ayudar a otros. Además, vivir en un campamento sustentable la hizo darse cuenta que las personas, en realidad, no necesitan mucho para sobrevivir.

“Tenemos un programa de agricultura orgánica y entiendo lo básico de cosechar. Lo más grande que he aprendido es que todo tiene un ciclo: estar en la naturaleza, ver cómo cambia la estación, ver una semilla, cuidarla, ver cómo se convierte en una planta y luego en comida; probablemente estando en la ciudad o estando en occidente todo lo querría instantáneo”.

Después de plantar unas 17 mil semillas de café que ya crecieron, la intención es repartirlas entre los agricultores de la zona para que, cuando llegue el fruto, puedan venderlo. “Es un negocio muy nuevo; tienen el clima perfecto y es otra manera de ayudar a las familias locales”.

Cada día hay algo que la marca, asegura, como entablar relaciones profundas con personas con las que no comparte un lenguaje. “Es la comunicación que va más allá de las palabras”.

Su plan es quedarse en Nepal, al menos, hasta 2018, ya que los fundadores de Conscious Impact buscan replicar el modelo primero África y posteriormente en América del Sur. “Como quieren llevar este prototipo a mí me encantaría seguir con ellos”.

 

Lenta y compleja reconstrucción

La ONG Conscious Impact nació después del sismo; su primera intención en Takure era reconstruir las escuelas, pero la comunidad les pidió apoyo en la reconstrucción de sus casas.

Mariana comenta que a la comunidad no le ha resultado fácil entender que la organización tiene un plan a largo plazo, ya que dan empleo a miembros de la comunidad para que aprendan la técnica con la cual, eventualmente, podrán seguir teniendo un ingreso.

“Están acostumbrados a que la gente venga y les regale dinero o les dé cosas, entonces ahorita lo más complicado es ayudar a la comunidad no de manera directa, como lo hacen Hábitat por la Comunidad o la ONU”. Además, está el factor religioso y el equipo se debe cuidar de no herir susceptibilidades, ya que en Takure conviven hinduistas y budistas y debe haber equilibrio en la reconstrucción de las viviendas de una u otra corriente religiosa.

Por otro lado, aunque el gobierno de Nepal brinda apoyo económico a los afectados, lo cierto es que en un mismo terreno viven hasta tres familias, pero solo una recibirá financiamiento.

Con el primer recurso económico que reciben deben construir los cimientos. “El ingeniero va a revisar que lo estén haciendo bien y después de que lo autoricen les dan el segundo pago; después pueden aplicar a otros 3 mil dólares, pero ya es un préstamo”, explica la egresada del ITESO.

El problema es que Takure es una comunidad de agricultores cuyo ingreso es mínimo. “En las comunidades alrededor que tienen otros negocios empiezas a ver que comienza a entrar arena y cemento, pero en nuestra comunidad de 250 casas mucha gente empezó a reconstruir con lo que se le cayó”. El peligro que esto conlleva es latente.

“Si llega otro temblor se les va a volver a caer la casa, pero la gente está desesperada. Ya viene el segundo invierno, la gente quiere empezar a construir y no saben cómo; no todos tienen la capacidad, por eso estamos aquí”.

Además de la reconstrucción de las viviendas, unos dos mil ladrillos fueron trasladados por los voluntarios de  Conscious Impact  a un pueblo cercano a Takure en el que se construirá un nuevo orfanato para los niños que perdieron a sus padres en el sismo, el cual dejó cerca de 9 mil personas muertas.

¿Te interesa colaborar? Esta ONG tiene programas de voluntariado a lo largo del año a los que te puedes inscribir, o también puedes apoyar la campaña #BricksForNepal, con la que buscan financiar el salario de 25 mujeres que serán contratadas por la organización.

En las tareas de reconstrucción, dice Mariana, se necesitan arquitectos, ingeniero civiles, pero también hay lugar para gente de Educación o especialistas en Medio Ambiente.

Fotos Jonathan H. Lee/ConsciousImpact.org

 

CIFRAS:

27

Años de vida son los que tiene Auroville Earth Institute apoyando el desarrollo de comunidades marginada. Esta asociación situada en India capacitó a Mariana en la construcción de ladrillos de tierra compactada.

8

Millones de damnificados son los que dejó en Nepal el terremoto que asoló al país en abril del año pasado.

335

Fueron los desastres naturales (huracanes, terremotos, inundaciones, incendios) que afectaron a distintas partes del planeta durante 2015 causando unas 30 mil muertes, según la ONU.