Moverse en la ciudad representa, para más de la mitad de la población, riesgos inminentes. Expertas en urbanismo y género visibilizan múltiples problemáticas que sortean las mujeres todos los días, varias veces al día, cuando transitan por la ciudad.

ILUSTRACIÓN DE ITZEL MUNDO

En México los problemas sociales más graves que aquejan a la sociedad tienen rostro femenino: la violencia sexual, la pobreza extrema, el cuidado de la familia y del hogar sin remuneración, la discriminación salarial, la empleabilidad informal, y entre muchos, la movilidad, se suma como un relieve más a la serie de violencias que puede enfrentar una mujer todos los días, y muchas veces al día.  

Según el reporte de INEGI publicado en febrero pasado, la población mexicana suma ya 126 millones de personas y 51.2 por ciento de ella la integramos las mujeres, por lo que para más de la mitad de la población habitar el espacio público, y muchas veces el privado, representa miedo y angustia, sin importar condición social, económica o grado de estudios, porque es potencial e inminente la posibilidad de ser acosadas, agredidas, discriminadas, humilladas, omitidas, silenciadas, muertas e invisibilizadas.  

Pero la concepción o planeación de los espacios públicos y la de las vías para trasladarse de un lugar a otro, datan muchos años atrás y no concibieron la presencia de las mujeres en ellos, pues su ámbito de acción estaba limitado a su casa y a ese rol social impuesto y sostenido por generaciones. No obstante, la realidad social, y sobre todo la económica, ha provocado una reconfiguración del ámbito o ámbitos de acción de las mujeres en México y en muchos países de América Latina.  

Los bajos salarios y las expectativas por mejorar o mantener un nivel de vida en las familias en las décadas de los 80 y 90, fueron un aliciente para que un gran número de mujeres se incorporaran a la dinámica productiva; la presencia femenina en la economía nacional ha sido tan sustantiva que el INEGI registró en 2020 que la tasa de participación económica de las mujeres en el país fue de 49 porciento. Específicamente el INEGI devela en el reporte Mujeres y Hombres 2019, que la jornada diaria de millones de mujeres no termina al salir del trabajo, en sus días de descanso o los fines de semana, ya que las labores de cuidado y de alimentación que se requieren en casa, o en casa de sus familiares y para las cuales también hay que trasladarse, no son resueltas por los hombres, apenas en algunos casos se comparte con ellos.  “Las mujeres destinan a esta actividad 39.1 horas a la semana y los hombres 14.1; es decir, por cada hora que ellos destinan, ellas realizan tres. De esto deriva que las mujeres aporten el triple del valor económico producido por los hombres; aunque la participación por tipo de actividad realizada de unas y otros muestra variaciones”. 

Y ¿qué tiene que ver todo esto con la movilidad en las ciudades? Prácticamente todo, porque para generar riqueza, para estudiar y formarse profesionalmente, para generar bienestar a las familias, para divertirse o para huir de la violencia las mujeres se mueven. 

Un foro para transitar por la perspectiva de género

En el marco de la conmemoración del 8 de marzo, el PAP Movilidad urbana para el AMG y el Proyecto Derecho a la ciudad y al territorio, COINCIDE, convocaron el pasado miércoles 17 de marzo a las 18:00 horas a las expertas Paola Romero, Azucena Gollaz y Triana Zepeda para que compartieran su visión y estudios acerca de la movilidad citadina con una perspectiva de género. 

En el primer bloque del conversatorio cada una presentó ejercicios reflexivos y aproximaciones sobre el tema.  

Paola Romero, antropóloga social, maestra en Movilidad Urbana, Transporte y Territorio por la Universidad de Guadalajara, y doctorante en Ciudad, Territorio y Sustentabilidad por el CUAAD-UdG, inició la charla con la reflexión acerca del rostro femenino que tienen muchos de los problemas en México, como la pobreza, la violencia sexual, el ser responsables del cuidado y abastecimiento del hogar sin obtener por ello una remuneración, mayor número de empleos informales, menor sueldo por el mismo trabajo realizado por un hombre, la movilidad se ve comprometida por las violencias de toda índole.

Por su parte, Azucena Gollaz, maestra en Desarrollo Social y Políticas Públicas con Especialización en Estudios de Género, y doctorante en Desarrollo Global y Justicia Social por la Universidad Erasmus de Rotterdam, orientó su participación hacia una reflexión sobre los espacios urbanos, movilidad y género, partiendo desde su propia experiencia y la de otras mujeres al emplear el transporte público, en Guadalajara, en este caso, donde presenció y vivió acoso sexual y violencia. “Me di cuenta de las divisiones espaciales y de las desigualdades de la infraestructura urbana en las diferentes colonias por las que me movía, sobre todo esa diferencia entre oriente, poniente, centro y periferia”, mencionó. 

Estas vivencias le hicieron ver que la ciudad privilegia a los hombres, ya que ellos pueden moverse con mayor libertad y ocupan sin preocupaciones cualquier espacio que quieren, mientras que las mujeres se mueven con más miedo. Las estadísticas no mienten: 8 de cada 10 mujeres han sido acosadas sexualmente en el transporte público al menos una vez en su vida, y este acoso cubre un amplio rango de violencias que van desde comentarios sexuales y tocamientos, hasta humillaciones e incluso violaciones.  

“Las limitaciones para que las mujeres nos movamos libremente y ocupemos los espacios públicos no se trata solo de la violencia de género, sino también de la geografía de la ciudad en sí misma. La ciudad de Guadalajara se ha desarrollado siguiendo una lógica social que implica una separación binaria de género y espacio en la que lo productivo y lo público se asocia con lo masculino y lo reproductivo y lo privado con lo femenino, señaló. 

No obstante, durante los últimos años cada vez más mujeres se han incorporado a la fuerza laboral remunerada por la situación económica global y es en este contexto que una mujer que trabaja fuera del hogar debe sortear estas dinámicas urbanas de género, que no favorecen el desplazamiento de una mujer que no solo trabaja, sino que aún asume el rol principal en las labores de cuidado de los hijos.

“La relación entre ciudad, género y movilidad está directamente relacionada con el ejercicio pleno de nuestros derechos, con un tema de justicia social que amenaza nuestras libertades porque el miedo y la violencia de género constituyen una expresión de exclusión social, limitan nuestro acceso y el goce del espacio público, restringe nuestro acceso a las oportunidades de empleo y educación”, dijo Azucena al terminar su participación. 

Triana Zepeda, arquitecta con especialidad en Desarrollo Urbano egresada del Instituto Tecnológico de Querétaro y maestrante en Ciudad y Espacio Público Sustentable por el ITESO, fue la encargada de cerrar la primera ronda del conversatorio hablando sobre cómo los discursos de roles de género se articulan en aceptación con la cultura patriarcal y jerárquica y cuya puesta en práctica tiene dos espacios, que son la casa y la ciudad. En este sentido, lo privado y lo público se han concebido como antagónicos: para los hombres la calle, un exterior que se pretende como principal y absoluto, para las mujeres el interior, un espacio seguro y controlado. 

“Las ciudades han sido diseñadas perpetuando roles de género en las cuales las mujeres no han tenido injerencia en la planeación y construcción de las mismas. En la universidad solo nos muestran el legado de grandes arquitectos y urbanistas y las calles y los espacios públicos son nombrados por hombres históricamente reconocidos. Si históricamente no fuéramos silenciadas u omitidas otra cosa sería y otras ciudades tendríamos y disfrutaríamos, señaló Triana.  

Para ella, el urbanismo con perspectiva de género es necesario para brindar un vistazo del uso de la ciudad y la necesidad de generar proyectos urbanos y arquitectónicos que beneficien a toda la población.  

“Hay que repensar y resignificar la construcción de espacios y ciudades a partir de las experiencias y de las distintas maneras de enunciar cada realidad, finalizó. 

En el segundo bloque del conversatorio, las tres ponentes compartieron sus líneas de investigación. Paola, quien en su doctorado aborda temas de ciudad y sustentabilidad con la variable no solo de género, sino la de adscripción étnica, ya que le interesa trabajar con mujeres indígenas que viven una situación específica en las ciudades.  

En su estudio de doctorado Azucena busca investigar la manera en la que ciertas estructuras de poder moldean nuestra vivencia urbana y definen nuestro acceso a ciertos servicios, bienes y derechos de la ciudad, en este caso Guadalajara.  

Y Triana, quien se confesó caminante, analiza en su maestría las dinámicas dentro de las ciudades desde su perspectiva de peatona. “He descubierto que las ciudades no son para peatones, y menos para peatones mujeres. El espacio es sinónimo de libertad, quien tiene un espacio puede transitar libremente por él, concluyó.  

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