En el marco del congreso Frente a las Adicciones: La Colectivización del Cuidado, organizado por el DPES del ITESO, especialistas conversaron acerca de la espiritualidad como estrategia de revinculación en personas con dependencias

La espiritualidad es el sentido que le damos a nuestra vida, lo que nos hace es trascender y salir de nosotros mismos, y permite a la persona que tiene una adicción, abrirse para iniciar su proceso de sanación y hacer la revinculación con sus entornos.  

Las preguntas sobre el papel que juega la espiritualidad en el tratamiento de adicciones y porque es importante incluir esta dimensión en la rehabilitación, fueron respondidas durante la conferencia “La espiritualidad como estrategia de revinculación en personas con adicciones”, que se llevó a cabo en el marco del congreso Frente a las Adicciones: La Colectivización del Cuidado, organizado por el Departamento de Psicología, Educación y Salud (DPES) del ITESO. 

En la charla, moderada por la académica del DPES, Lourdes Centeno –actual coordinadora del Centro Polanco– participaron Jorge Atilano González Candia, SJ, director del Diálogo Nacional por la Paz y quien está a cargo del trabajo social de la Compañía de Jesús en México; Dulce Valencia Vega, directora de Prevención y Combate a las Adicciones de Guadalajara y profesora de la maestría en psicoterapia en el ITESO; y Miguel Flores Gómez fundador y dirigente de la Comunidad de Gente Despertar. 

Atilano explicó que, como acto, la espiritualidad permite pensar en lo que existe alrededor o en nuestra historia, y finalmente, vincularnos con los otros, es por ello que, en tiempos de una sociedad fragmentada, es pertinente una espiritualidad que nos ayude a volvernos a experimentar como parte de algo mayor. 

“La persona, cuando se va desvinculando, siente dolor, la fractura de pareja o familiar, el no sentirse arraigado lo hace sentir dolor, y eso propicia la adicción, la compulsión. La droga es muy funcional, para trabajar, estudiar, exponer, para tener relaciones sexuales, pero eso tiene que ver con los vacíos que tenemos internamente”, dijo quien es fundador del Centro de Reflexión y Acción Laboral de Guadalajara (Cereal) y ejerce como licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales por el ITESO y licenciado en Teología por la Universidad Iberoamericana. 

El también maestro en Ética Social por la Universidad Alberto Hurtado en Chile explicó que en los centros de rehabilitación que han desarrollado los jesuitas existe una matriz vinculante en el trabajo de rehabilitación que aglutina acciones claras hacia mejorar la salud mental, física, espiritual y emocional.  

Además, han desarrollado una pedagogía del buen convivir, que se centra en seis pasos: crear las condiciones para iniciar un proceso de sanación y reconexión, recuperar las relaciones vitales, definir el proyecto de vida, formarse capacitarse para llevar a cabo el proyecto, construir relaciones sanas en la familia y el entorno, y finalmente, comprometerse al buen convivir. 

“Estos seis pasos se han aplicado para la rehabilitación en el tema de las adicciones, pero también para cualquier grupo, para mejorar la relación familiar, laboral, entre policía y ciudadanía o en un salón de clases (…). El gran reto es la reinserción, que estén en el centro y dejen de tomar es fácil, pero que salgan de ahí y se mantengan en la abstinencia es el gran reto”, declaró el doctor en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales en París. 

En su turno, Valencia Vega, quien es psicoterapeuta desde hace 25 años, consideró que cuando se trata del tema de las adicciones, quienes acompañan a alguien en un proceso de rehabilitación, se ven obligados a reflexionar sobre su propio concepto de espiritualidad. La parte formativa y terapéutica del tratamiento de adicciones debe resaltar esos momentos de la vida que tienen que ver con admirar el sentido de vida de otros, pero además incorporarlo y compartirlo. 

“Estamos intentando generar nuevas experiencias, que sean suficientemente significativas, profundas y vinculantes, que vayan más allá de las relaciones interpersonales, las cuales son muy bonitas, pero los seres humanos somos muy cambiantes. Cuando logramos como seres humanos depositar nuestro sentido en algo que tiene mayor estabilidad a lo largo del tiempo, y una mayor constancia, permanencia, eso nos da pautas a cosas que nos vinculan con la vida”, mencionó Valencia, quien es maestra en Terapia Familiar por la Universidad de Guadalajara y cuenta con una especialidad en Clínica del Dolor. 

En tanto, Flores Gómez, quien acumula 35 años de experiencia en atención y prevención del problema de las adicciones, aseguró que no hay manera de explicar una rehabilitación de las adicciones sino es a través de la espiritualidad, ya que el adicto es un ser humano que ha distorsionado la realidad, vivido con mucho dolor producto de la auto marginación, algo que lo ha hecho justificar sus abusos. 

“Se ha convertido en un ser humano sin sentimientos, en una persona vacía, que no lo llena nada ni nadie, es un ser humano con mucho dolor. Esa es la necesidad del alcohólico, para calmar esta soledad, para saciar esta incertidumbre, para satisfacerse en un mundo que no le ha gustado. No hay manera de hacerlo sin amar a tu prójimo, los que algunos llaman inservibles, adictos, mentirosos, transas, rateros, malagradecidos, ingratos, perversos, monstruos, ese es mi prójimo. Por eso sin espiritualidad no hay manera de salir de esa problemática”, destacó Flores Gómez, quien es licenciado en Derecho con especialidad en Derecho Penal por la Universidad de Guadalajara.

FOTO: Raúl Barba