En un Aula Abierta que tuvo lugar como parte de la Cátedra Jorge Manzano, el filósofo y teólogo español Victorino Pérez Prieto impartió la charla “Ecoespiritualidad” en los jardines del ITESO
Para Victorino Pérez Prieto, la idea del hombre como absolutamente poseedor y dueño de la naturaleza es una mentira que nos hemos contado durante siglos y nos tiene al borde de la destrucción.
Una ecoespiritualidad y una ecoteología son, entonces, la propuesta filosófica desde la cual podríamos descontaminar el antropocentrismo que impera en la actual civilización occidental, el colmo de un espíritu patriarcal que ha llevado al desastre ecológico que vivimos y a un mundo que, a este ritmo, literalmente se acaba, porque los bienes de la tierra son limitados, y si bien la capacidad de regeneración de la naturaleza es inmensa, no es infinita.
“La espiritualidad es ecoespiritualdad o es nada”, compartió el pensador gallego con la comunidad itesiana durante la celebración del Aula Abierta de la Cátedra Jorge Manzano, llevada a cabo en uno de los jardines aledaños al Centro Universitario Ignaciano: “El ser humano del siglo XXI o es ecologista o no lo será, no va a haber un siglo XXII si no sabe vivir en armonía y destruye lo que le rodea, pues al mismo tiempo se destruirá a sí mismo”.
Pérez Prieto, quien es doctor en filosofía por la Universidad de Santiago de Compostela —donde también dio cursos— y ha sido académico de las universidades de San Buenaventura (Bogotá) y La Salle (Madrid), argumentó que el pensamiento en clave ecologista está inserto en la misma Biblia como texto sagrado, en libros como el Génesis, el Deuteronomio y en los propios evangelios que retratan la vida de Jesús de Nazareth.
“Cuando uno lee atentamente la Biblia, ve que realmente es un ‘libro verde’, como todos los libros con la sabiduría de nuestros antepasados. No sólo las civilizaciones precolombinas eran profundamente verdes, sino también el cristianismo originario y el judaísmo”, expresó el también miembro de la Red Latinoamericana Amerindia de Teólogos y Teológas y de la Asociación de Escritores en Lengua Gallega.
“Las parábolas de Jesús están utilizando constantemente elementos de la naturaleza: el trigo que germina, la higuera que es cuidada para que produzca. La cultura de Jesús es profundamente rural, y el hombre y la mujer del campo son personas que aman profundamente la tierra. Cuando Jesús habla de ‘el cuidado del Padre’, o está diciendo: ‘Mirad como los pájaros no tienen conciencia de sí mismos, sin embargo, su belleza nos deja absortos, mirad la belleza de la hierba del campo que nace y mañana la siegan, disfrutad de esa presencia’, nos dice que era un hombre con los pies puestos en la tierra, no era un filósofo griego abstracto, era de discursos profundamente concretos”.
Otro ejemplo es el relato corto de Jesús en el Desierto, en el que los evangelistas cuentan que estuvo 40 días sometido a las tentaciones, pero también protegido por los ángeles: “Yo estuve en el desierto de Judea, ahí se viven por día más de 50 grados […], y por la noche desciende a temperaturas bajo cero. ¿Cómo puede estar allí una persona sin siquiera una tienda? Pues aprendiendo a vivir en armonía, los elementos no eran sus enemigos […]. Uno se imagina a Jesús como estos sabios hindúes en posición de loto y capaz de pasar días o semanas sin moverse y sin necesidad incluso de beber, uno sabe que es posible. Para mí, ese texto es la expresión de la armonía cósmica y natural que tenía Jesús”.
La ecoespiritualidad pretende cambiar la imagen de Dios que elaboró por mucho tiempo la teología, según considera Pérez Prieto, un Dios solitario, único, al que no se le puede pedir cuentas de nada y que decide despóticamente mandar bienes y males: “Yo creo que ese Dios no existe y desde luego no es el Dios de Jesús de Nazaret, en quien estaban unidos profundamente el cielo, la tierra y la naturaleza”.
Para el filósofo, la armonía fue rota en todas las culturas casi desde los primeros tiempos humanos, desde que se fomentaron la violencia y el dominio de otras sociedades. Esta barbarie contaminó también el pensamiento judeocristiano, que por propiciar la explotación de la naturaleza se convirtió en dominante, produjo una técnica superior y unas armas más letales como forma de que un imperio domine a otro.
“Lo más tremendo es que el fundamento de eso es una pésima interpretación de la Biblia, que convirtió al ser humano en el poseedor y dominador de la realidad. Lo que también fue nefasto fue lo que llamó [Immanuel] Kant la edad de la razón, la edad adulta del ser humano. Resulta que produjo al hombre más peligroso para la Tierra de todos los miles de años de historia”, añadió.
Mirar a la ecoespiritualidad sería entonces mirar a la poesía —la que mejor sabe expresar lo visible y lo invisible, considera Pérez Prieto—, y a la mística ecológica a la que aludían por ejemplo personajes como San Francisco de Asís, San Juan de la Cruz o el sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin. Sería también cultivar la profunda consciencia de que somos uno con todo, de que no somos nadie sin lo que nos rodea.
“Hubo un pensamiento que llamamos philosofía perennis [filosofía perene], que algunos filósofos actuales la desprecian, más por ignorancia, que recorre toda la Tierra, a todas las culturas antiguas, y que habla precisamente de esa armonía […]. Deberíamos ser mucho más humildes, es uno de los elementos fundamentales de la ecoteología […]. Afortunadamente ya tenemos una encíclica papal ecologista —que tardó dos mil años en escribirse, pero ya está ahí—, y una de las ideas que más se repiten es que somos relación, somos comunicación, somos todo con todo”, afirmó.
FOTO: Luis Ponciano