Más allá de los recursos tecnológicos, el ciberespacio nos permite tener acceso a otras visiones del mundo y a experiencias que pueden plantearnos distintos dilemas; por lo tanto, el discernimiento nos da la posibilidad de elegir aquello que nos brinde paz y nos acerque más a Dios

Abrimos el navegador de internet. Escribimos en el buscador un asunto de nuestro interés y, en un par de clics, se muestran infinidad de opciones. El sistema ordena una lista y nos arroja una selección de “las mejores” alternativas en los primeros resultados, incluyendo aquellas que han pagado por ser visibles. ¿Cuál elegimos? ¿Nos conformamos con lo presentado por el buscador? Si bien este tipo de decisiones puede implicar simplemente una revisión exhaustiva de contenidos, autores y fuentes o recomendaciones de otros usuarios, el sumergirnos en entornos digitales supone una mayor complejidad y la posibilidad de enfrentarnos ante disyuntivas que tienen mayores implicaciones en nuestra vida. 

Pierre Lévy (2007) define la cibercultura como “el conjunto de las técnicas (materiales e intelectuales), de las prácticas, de las actitudes, de los modos de pensamiento y de los valores que se desarrollan” de manera paralela al crecimiento del ciberespacio. Y el término ciberespacio, explica Lévy, se refiere al medio de comunicación que emerge de la interconexión mundial de ordenadores, “no solamente la infraestructura material de la comunicación numérica, sino también el oceánico universo de informaciones que contiene, así como los seres humanos que navegan por él y lo alimentan”.  

La interconexión global a través del ciberespacio permite la interacción de sistemas culturales, los cuales se solapan, comparten agentes, entornos y recursos, se comunican y se transforman mutuamente. Francesc Torralba (2009) explica que podemos entrar en contacto con universos simbólicos de tradiciones muy alejados de nuestro entorno geográfico, y ello amplía, por un lado, nuestro campo de reflexión; pero, por otro, también se convierte en una profunda fuente de interrogación, puesto que tal interacción puede conducirnos a repensar nuestras propias convicciones. 

Otra característica de la cultura digital es la aceleración y cambio constante, los cuales generan una presión por elegir, por “estar al día”. “Se puede decir que en ninguna otra época anterior se había sentido de manera tan acuciante la necesidad de hacer elecciones, de decidir”, señala Zygmunt Bauman (2006). Estamos bajo la amenaza constante de “quedarnos atrás” y de ser excluidos del juego sin posibilidad de regresar a él por no haber respondido a las nuevas demandas, agrega el filósofo. 

Ante este contexto, el papa Francisco (2018) expresa en su exhortación apostólica Gaudete et exsultate que “hoy día, el hábito del discernimiento se ha vuelto particularmente necesario. Porque la vida actual ofrece enormes posibilidades de acción y de distracción, y el mundo las presenta como si fueran todas válidas y buenas”. El papa señala que si no discernimos podemos convertirnos en marionetas que están a merced de las tendencias del momento. 

El discernimiento para San Ignacio de Loyola, explica James Martin, SJ (2016) significa “estar consciente de que Dios nos ayudará a tomar buenas decisiones, aun siendo conscientes de vernos motivados por fuerzas contradictorias o contrarias entre sí. Unas que nos llevan hacia Dios y otras que nos empujan para alejarnos de Él”. El discernimiento no está limitado sólo a las situaciones de especial complejidad, en las que hay que tomar decisiones de mucha importancia por sus repercusiones, menciona Benjamín González Buelta, SJ (2020) e indica que “en la vida cotidiana, con sus menudas decisiones, podemos descubrir el soplo del Espíritu para que toda nuestra persona se vaya dejando sumergir en su modo y su camino”. 

Pero, ¿cómo se discierne? 

James Martin, SJ (2016) nos comparte cuatro pasos clave para el discernimiento: 

Primero: trata de ser “indiferente”, esto es, libre de todo lo que te retiene para seguir los deseos de Dios. Por ejemplo, en el contexto digital, un amigo te pide apoyo para compartir en redes sociales una publicación que le servirá de ayuda en una situación crítica de su vida, pero tienes dudas de realizarlo por miedo a la crítica o “al qué dirán”. Esa preocupación indica no eres “libre”, pues algo te está impidiendo el hacer un bien, explica Martin. “Indiferente” no quiere decir que no te importe, sino que estás libre para seguir los deseos de Dios. 

Segundo:pide la ayuda de Dios. El discernimiento no se lleva a cabo por cuenta propia. Necesitas la ayuda de Dios para escoger el camino correcto. Y todo esto debe ser realizado en el contexto de la oración. Sin embargo, añade Martin, el intelecto también está acoplado: “confía en tu corazón, pero usa tu cabeza”. 

Tercero: sopesa los “movimientos” dentro de ti mismo, para ver cuál se origina en Dios y cuál no, explica el jesuita estadounidense. Para alguien que esté progresando en la vida espiritual, el “buen espíritu” le traerá apoyo, aliento y paz mental. Piensa en alguien que decide perdonar a otra persona y que siente una sensación de consuelo calmado. Lo opuesto es el “mal espíritu”; éste causa ansiedad y presenta falsas soluciones para obstaculizar nuestro progreso espiritual. Esto normalmente se manifiesta como la voz del egoísmo. En el caso de una persona buscando perdonar a otro, el “espíritu maligno” nos dirá: “si tú perdonas, ¡la gente te verá como una alfombra!”. 

Cuarto: si no hay una respuesta clara, puedes recurrir a otras prácticas sugeridas por Ignacio, menciona Martin. Puedes imaginarte a alguien en la misma situación tuya, y pensar qué consejo le darías a él o ella: esto puede ayudar a disminuir la influencia de nuestros deseos desordenados en el discernimiento. O piensa cómo juzgarías tu decisión en tu lecho de muerte: esto puede ayudarte a priorizar lo que es importante en tu vida. 

Por último, James Martin dice que después de hacer un buen discernimiento experimentarás un sentimiento de lo que Ignacio llama “confirmación” o un sentido de rectitud. Te sientes en sintonía con los deseos de Dios porque tú estás en su misma frecuencia y esto trae paz. 

Discernir en entornos digitales 

Ante la cibercultura, este entramado tecnológico y de interacción entre diversos universos simbólicos, la práctica del discernimiento puede ayudarnos a identificar con mayor claridad las fuerzas internas que nos hacen tomar una u otra decisión. Navegamos en un mundo de información y tenemos acceso a otras ideas, perspectivas, estilos de vida. Un ejemplo son los llamados influencers, actores sociales que invitan a realizar prácticas, difunden visiones, tendencias. ¿A quién seguimos y por qué en nuestras redes? ¿Nos llevan a un estado de consolación o pueden ser tretas del mal espíritu? 

Toda interacción en el ciberespacio tiene un impacto en nuestra vida, porque es parte de nuestra experiencia humana. Sin embargo, la mediación de la tecnología digital añade complejidad por los cambios sociales que está gestando, como en su momento lo hicieron la invención del libro, los medios de comunicación masiva, etc. Por lo tanto, hablar de discernimiento en entornos digitales es una invitación a la reflexión y a profundizar sobre aquello que esta tecnología nos mueve, nos transforma, y poder elegir aquello que nos dé consuelo, que resuene con nuestro interior. Finalmente, a poder navegar más allá del espacio virtual, a navegar por la vida con una orientación que nos acerque más a Dios.

BIBLIOGRAFÍA 

Bauman, Z. (2006) Vida líquida. Barcelona: Paidós 

González Buelta, B. (2020) El discernimiento. La novedad el Espíritu y la astucia de la carcoma. Maliaño: Sal Terrae 

Lévy, P. (2007) Cibercultura. Informe al Consejo de Europa. Barcelona: Anthropos Editorial. 

Martin, J. (2016) Cuatro pasos clave para el discernimiento. Recuperado de http://jesuitasaru.org/cuatro-pasos-clave-para-el-discernimiento/ 

Papa Francisco. (2018) Exhortación apostólica Gaudete et exsultate. Roma: Editrice Vaticana. 

Torralba Roselló, F. (2009) Fe y cibercultura en la sociedad digital. Barcelona: Ars Brevis. pp. 352-365