Como parte de las actividades de la Maestría en Educación y Convivencia, Cecilia Fierro Evans, académica de la ENES-UNAM León, habló en el ITESO del estado actual de los estudios sobre convivencia escolar en México
Desviar un poco la mirada de la violencia y tratar de entender cómo se construyen las relaciones pacíficas es una apuesta que podrá enriquecer los enfoques de investigación sobre convivencia escolar, una disciplina que tras una década de labor ha pasado de ser un campo emergente a uno en plena edificación.
Tal fue el argumento central de la conferencia «Convivencia: un campo en construcción», impartida por Cecilia Fierro Evans, académica de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Unidad León, que se llevó a cabo en el Auditorio D1 del ITESO, como parte de las actividades de la Maestría en Educación y Convivencia.
«Aún en dinámicas donde se entroniza la competencia permanecen formas de solidaridad soterradas, ¿por qué eso no lo estudiamos?, ¿porque nos interesa tanto la violencia? La violencia preocupa más a los investigadores que los hechos pacíficos», expresó la académica.
La ponencia estuvo basada en los resultados de la revisión sobre enfoque para abordar la convivencia, en la que participaron instituciones como la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la UNAM, la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), la Universidad Autónoma de Querétaro, la Universidad Iberoamericana (Ibero) Ciudad de México y Puebla, la Universidad Autónoma de Baja California, el Centro de Investigación y Servicios para la Educación, el Centro Regional de Investigación Multidisciplinarias, la Red Latinoamericana de Convivencia Escolar y la Secretaría de Educación del Gobierno de San Luis Potosí.
Fierro Evans explicó que en el campo de los estudios sobre convivencia existen tres criterios organizadores: el primero consiste en investigaciones orientadas a medir los aspectos y los actores relacionados con la convivencia; el segundo está dirigido a comprender la convivencia como fenómeno relacional desde la mirada teórica, y el tercero está situado en la reflexión y/o intervención sobre la convivencia como experiencia formativa.
Entre los aspectos relacionados con la convivencia se desarrollan temáticas como el clima escolar y el desarrollo de las habilidades socioemocionales, abordando el fenómeno con base en relaciones causales –cómo se va dando la convivencia y cómo se articulan los elementos que la componen–.
«El concepto de clima fue muy retomado desde el enfoque de eficacia escolar, pero también asociado a una condición para el aprendizaje. Emergió a partir de los estudios de maltrato escolar y del maltrato entre pares. Estos estudios son los que abrieron la caja de pandora sobre los aspectos personales y socioemocionales en las instituciones escolares, pues antes estos campos estaban invisibilizados», dijo.
El segundo elemento, asociado al abordaje teórico –usando la mirada de disciplinas como la sociología, la antropología, los estudios culturales, la ética y la ciencia política– busca dotar de un marco interpretativo y/o constructivista de la convivencia, asumiéndola como el resultado de interrelaciones sociales construidas históricamente.
«Aquí es cuando aparece convivencia y violencia bajo los mismos conceptos y este es un problema para el estudio, porque no podemos encontrar la línea para diferenciar estudios en énfasis en violencia y otros en énfasis en convivencia. Ante esto, tendríamos que el conflicto es el área de intersección entre dos campos temáticos, pues abarca por igual el tema de violencia que de convivencia», explicó.
La última orientación investigativa, enclavada en el análisis de las oportunidades educativas para construir la convivencia, pasa por la construcción de metodologías que tienen su base en criterios fundados en la educación para los derechos humanos, la democracia, la inclusión, la interculturalidad, la equidad, la construcción de paz y la educación para la justicia social.
«Hablamos de gestión de la convivencia, se trata de decir que las dinámicas no tienen que correr de una manera espontánea, sino en función de decisiones institucionales. Este pilar relativo al aprender a vivir juntos, en realidad podría ser el gran techo que cubre lo demás, porque aprender a conocer o ser, está absolutamente marcado por la manera en que convivimos», añadió.
El camino establecido hasta el momento, consideró para finalizar Fierro Evans, precisa de una mejora en su coherencia teórica, ampliar el foco de agentes, (no solo centrarse en los estudiantes conflictivos), así como profundizar en el conjunto de elementos y procesos que favorecen las relaciones pacíficas y duraderas, teniendo en cuenta que la convivencia es el centro de la escena en la vida escolar.
FOTO: Luis Ponciano