Everardo Camacho, profesor emérito del ITESO, investiga los niveles de cortisol en niñas y niños que duermen poco, menores con estrés. En cualquier edad, más cortisol en el cuerpo puede derivar en aumento de grasa y presión arterial.
Si puedes leer estas palabras significa que pasaste por la infancia. ¿Cómo te criaron? ¿Tus papás tenían tiempo suficiente? ¿Convivían contigo? ¿Dormías desde que te ibas a acostar o hacías trampas? Estas y otras preguntas están siendo respondidas por una investigación de Everardo Camacho, coordinador del Doctorado en Investigación Psicológica del ITESO.
El especialista quiso comparar las diferencias que existen en los niveles de estrés entre los segmentos socioeconómicos alto y medio bajo, de las madres, padres y sus hijos que se encuentran en la infancia media—de entre los seis y los doce años de vida—.
La buena noticia es que ya comenzaron a emerger los primeros hallazgos del trabajo. La mala es que no son muy alentadores y que no existe mucha diferencia entre las prácticas de las clases sociales, en por lo menos tres situaciones relacionadas con la crianza.
En términos generales, tengan o no la vida económica resuelta, las madres y los padres pasan poco tiempo con sus hijos; interactúan poco tiempo con ellos, y los niños y niñas duermen menos de lo que deberían, lo cual es muy poco saludable y es detonante del estrés, narra el profesor-investigador
Es curioso, porque durante la investigación los padres reportaron que sus hijos se acuestan a cierta hora, pero los chicos confesaron que se van a la cama cuando sus padres lo piden, pero, una vez ahí, usan los dispositivos móviles y duermen menos de lo recomendado para ellos: un mínimo de 8.5 horas. Los y las infantes que van a la escuela por la tarde también se desvelan y se levantan tarde.
Desde antes se conoce que existe una relación estrecha entre cantidad y la calidad del sueño y el nivel de estrés, recuerda Everardo Camacho.
Explica que durante el sueño se sintetizan procesos bioquímicos, que se interrumpen si no se completa el descanso, lo cual genera problemas en la salud. Los niños que no duermen bien sufren falta de atención y deficiencia en el aprendizaje. Su sistema de alerta disminuye y son menos tolerantes.
Eso, sin contar que su nivel de cortisol aumenta. El cortisol es una hormona que se genera cuando hay estrés. Su presencia constante, el hipercortisolismo, produce el aumento de la grasa y de la presión arterial.
En México tres de cada diez personas dormimos mal: o poco o con mala calidad.
¿De qué nos sirve saberlo? Siempre es bueno hacernos una fotografía, para saber qué prácticas podemos mejorar en las familias contemporáneas y evitar los riesgos potenciales, responde el académico del Departamento de Psicología, Educación y Salud (Dpes) del ITESO.
Añade que necesitamos revisar si estamos generando un ambiente propicio para que los niños y las niñas se desarrollen de manera saludable.
Su investigación forma parte de un proyecto ambicioso, que coordina otra investigadora del del Depes, Rebeca Mejía: “Organización familiar de vida cotidiana en el contexto urbano y su impacto en el desarrollo en la infancia media”. El trabajo convocó a 19 especialistas en distintos campos del conocimiento, instituciones y países.
A decir de Everardo Camacho, aunque la mayoría de las personas formamos parte de una macro economía que muchas veces rige nuestros tiempos, siempre existe un margen de mejora y la posibilidad de crear algunos recursos y generar estrategias de calidad de vida y convivencia.
En este caso se trata de la salud y la convivencia con los niños y las niñas que están a punto de entrar en la adolescencia. Si ellos pudieran hacerlo sin estrés, estaríamos ganando mucho como Sociedad.