Existe una crisis de legalidad en la impartición de justicia hídrica, en este contexto aparece el Tribunal Latinoamericano del Agua, que esta semana tendrá una audiencia pública en el ITESO.
DR. RAÚL GARCÍA BARRIOS MARIO LÓPEZ RAMÍREZ
El Tribunal Latinoamericano del Agua (TLA), no es un tribunal común. Es un tribunal ético, científico y técnico, que existe como una reacción ciudadana ante la falta de legalidad, que los sistemas jurídicos formales no han podido llenar. No es parte de las estructuras estatales de gestión del agua. No pertenece a los sistemas nacionales e internacionales de impartición de justicia hídrica. Sus sentencias no son vinculantes a los Estados, a las comunidades y a las empresas. Sin embargo, es un tribunal que cuenta con una poderosa convocatoria, la cual demanda el cumplimiento de las leyes porque responde a un problema humano fundamental: la crisis de legalidad por la que atraviesa el agua y las diversas violaciones que tiene el derecho a su acceso salubre, aceptable y accesible, no solo para los seres humanos, sino para todos los seres que habitan el planeta.
Es un Tribunal que da una respuesta a las fallas en la impartición de justicia y arbitraje. Este Tribunal ha sido clasificado entre los pocos organismos internacionales que practican el pluralismo jurídico. Es una organización civil internacional, autónoma e independiente, que desarrolla el debido proceso jurídico con el propósito de mejorar el cumplimiento del derecho humano al agua y al saneamiento; así como su disfrute equitativo por las generaciones actuales y futuras. Y forma parte de una filosofía milenaria: la necesaria unión entre la ley y la justicia para proteger al agua.
¿Dónde es que se une el agua con la ley? ¿Qué es la justicia hídrica? ¿Y por qué se requieren tribunales responsables que cuiden el agua? Estas preguntas parecerían propias de nuestra época, pero la verdad es que han sido preguntas fundamentales que traspasan transversalmente el tiempo y se mantienen vigentes como un reto a resolver en cada civilización y en cada generación. Esto por una razón clave: ha sido a través de la ley que los seres humanos hemos establecido mucha de nuestra relación con el agua y a través de ella, con la vida. No solo con la vida humana, sino con la vida del resto de los seres vivos que habitan el planeta.
Hemos descubierto por experiencia histórica directa que el agua nos convoca, inevitablemente, a una noción de lo que es justo y de lo que no lo es. Hace unos dos mil cuatrocientos años Platón, el filósofo griego, lo planteaba así: “el agua es la cosa más necesaria para la vida, pero es fácil corromperla… por ello necesita que la ley venga en su auxilio. La ley que yo propongo es: aquel que corrompe el agua ajena, agua de manantial o de lluvia o la desvíe de su cauce, además de la reparación del daño, tendrá que limpiar la fuente o depósito conforme a las reglas prescritas por los intérpretes, según las exigencias del caso y las personas”. Para Platón corromper el agua era violar las leyes más básicas de lo humano y lo natural: pues el cuidado del agua se convertía en ley fundamental directamente relacionada con la existencia. Dicha violación tenía como consecuencia última la provocación de la muerte. Y partía de la lógica en que se basa toda corrupción y toda injusticia hasta nuestros días. Literalmente, corromper algo significa “tener el corazón roto” y también “destruir algo en pedazos”.
Las palabras de Platón siguen siendo orientadoras y demandantes, porque la lógica actual de las leyes que supuestamente cuidan el agua, no se aplican efectivamente sobre los principios de la preservación, la precaución o el manejo del riesgo. En nuestro mundo, dirigido por el capitalismo global, los tribunales favorecen mayoritariamente la explotación, la extracción, el despojo comunitario, la mercantilización, la privatización, la irresponsabilidad y la falta de cuidado sobre las fuentes. Esto implica un vacío legal y una ausencia de la justicia. Y la situación en la segunda década del siglo XXI, está poniendo en riesgo a una gran parte la vida, como lo demuestra la terrible realidad que cierne actualmente sobre la Tierra: el cambio climático cuyos efectos masivos, poderosos y cada vez más frecuentes, se están manifestando en eventos extremos, en los que el agua juega un papel fundamental. De la sequía a las lluvias fuera de control; de la escasez a la mala distribución; de la contaminación de los cuerpos de agua a las pandemias y enfermedades crónicas degenerativas; el agua nos sigue revelando que el viejo tema de Platón es el nuevo tema de nuestra época global.
En el contexto de esta crisis de legalidad de las instituciones encargadas de impartir la justicia hídrica, es que aparece el Tribunal Latinoamericano del Agua, que durante 18 años ha juzgado casos emblemáticos de conflictos hídricos y de violaciones al derecho humano al agua y al saneamiento en América Latina. Su razón de ser pertenece a esta antigua necesidad común: la de cuidar legalmente el agua. Los mecanismos que el TLA utiliza para realizar este acto de responsabilidad humana, es la exigencia de la justicia, demandando que las leyes nacionales e internacionales aplicables al agua y al medio ambiente se cumplan y sean efectivas.
¿Dónde están hoy la justicia y la ley para el agua y para todos los seres que la necesitan? En una paráfrasis de las palabras de Alexandre Camanho, quien es jurado del TLA, se pueden explicar los terribles vacíos legales que aquejan a la justicia hídrica actualmente: “por muchos siglos, el mundo occidental se dedicó a construir instituciones que impartieran justicia, intentó garantizarla encerrándola en estructuras estatales, la gran contradicción de nuestro tiempo es que dichas estructuras permanecen, pero la justicia se ha ido de la casa” … La justicia se ha ido de los sistemas judiciales. La crisis de la ley es una crisis de la ética y también de las ciencias sobre las que se soporta la gestión del agua.
Al existir vacíos en la aplicación de las leyes, el TLA llena dicho vacío cuando se torna en tribunal alternativo, que sigue el debido proceso. Tribunal ha desarrollado una oferta ético-jurídica y científico-técnica únicas, que se caracteriza por combinar los fundamentos jurídicos más legítimos existentes: convenios, declaraciones y tratados internacionales sobre el derecho al agua y la protección del ambiente, con sólidos principios de convivencia con la naturaleza, respeto a la dignidad humana y la solidaridad entre personas y organizaciones para la protección del agua. El TLA interpreta y juzga las obligaciones nacionales e internacionales de los Estados, las empresas y otras entidades de poder con base en una ética exigente y un riguroso sentido científico, y esto lo vuelve propiciatorio para el desarrollo de la agencia virtuosa e integral que debe fungir como sostén de los derechos humanos al agua y todos los relacionados a la vida.
Durante las audiencias públicas, el TLA instala un cuerpo independiente de jurados (integrado por personas notables), acompañado por un comité científico-técnico, quienes se adhieren al más estricto respeto del debido proceso. La trayectoria del tribunal, su metodología jurídica y científica, así como los casos sometidos a su jurisdicción pueden ser consultados en la página http://tragua.com.
El TLA realizará su próxima audiencia pública internacional en el ITESO, del 22 al 26 de octubre en el auditorio D1. Dicha audiencia estará especializada en casos de conflictos hídricos en diversos territorios y pueblos indígenas de países como México, Guatemala y Argentina. De los casos mexicanos destacan presuntas afectaciones socio ambientales en la ribera del lago de Chapala, los ríos Bacánuchi y Sonora, la cuenca Atoyac-Zahuapan y los valles de Oaxaca. El programa de la audiencia puede consultarse en formacionsocial. iteso.mx.
Estas antiguas y nuevas reflexiones éticas, jurídicas y científicas sobre la justicia del agua, son las que queremos que resuenen en nosotros y en nuestra universidad. Todas y todos somos bienvenidos a esta audiencia.