Invertir, proteger la creatividad, impulsar apoyos gubernamentales y privados y otras estrategias complementarias, forma parte de la respuesta a dicha pregunta, aseguró el doctor en Ingeniería Eléctrica Ernesto Rayas, en el Café Scientifique. 

En cuanto alguien –en este caso Rayas, doctor, académico e investigador del ITESO– empieza a comparar la evolución económica y social de Corea del Sur en comparación con México durante los últimos 30 años, las caras largas no tardan en aparecer.

En 30 años, México ha invertido alrededor del 0.4% de su Producto Interno Bruto (PIB) en ciencia y tecnología y Corea del Sur el 2%; en 1980, Corea del Sur producía 2 mil artículos científicos y México unos mil, según bases de datos como el ISI Web of Knowledge, pero hoy los asiáticos producen 28 mil y México… 10 mil; en las últimas tres décadas, el poderoso Grupo Carso de Carlos Slim ha registrado 22 patentes en Estados Unidos, y la marca coreana Samsung ha registrado… 34 mil. Aquí, el conocimiento no se convirtió en patentes, tecnología útil, desarrollo; allá sí.

“Aplastante”, sentenció Rayas la tarde del martes 2 de julio en la Casa ITESO Clavigero, donde una veintena de personas intercambiaron opiniones y posturas con el actual coordinador del nuevo Doctorado en Ciencias de la Ingeniería que el ITESO abrirá en agosto de 2013, quien ofreció la charla “Doctores en ingeniería para el malestar del desarrollo económico”, destinada a explicar lo extremadamente importante que resulta para una nación generar ciencia, traducirla en ventajas competitivas para sus empresas y, de esta manera, abonar al desarrollo social y económico de todos sus ciudadanos, no solo de los grandes corporativos.

El desarrollo científico por sí mismo no es una garantía del desarrollo económico, matizó Rayas, doctor por la canadiense Universidad McMaster. “Es necesario, pero no es suficiente. Se trata de lograr que los productos científicos y la ciencia que se va generando se transforme en tecnología que dé ventajas competitivas al sector productivo, en tecnología útil y que se proteja intelectualmente, generalmente mediante patentes [y otras modalidades de protección la propiedad intelectual]”.

A decir de Rayas, quien ha colaborado o testificado cómo en los últimos 10 años el ITESO ha colaborado con diferentes firmas globales en proyectos de investigación, la mayoría empresas transnacionales, estas empresas “están mejor preparadas culturalmente para acercarse a las universidades y reconocer el valor que puede haber detrás de una investigación; obviamente también porque tienen más recursos”. Pero no solo se busca esto, añadió, sino que las grandes, las medianas y las pequeñas empresas aprovechen el conocimiento generado por la investigación científica y tecnológica, porque “eso puede ayudar a una distribución más razonable y más equitativa de la riqueza”.

Otro indicador citado por Rayas fue el índice TAU, que mide el volumen de transferencias de conocimientos científicos a tecnología competitiva, el cual, explicó, se calcula a partir del número de patentes que un país registra en Estados Unidos, dividido entre el número de artículos científicos de autores nativos: en 1976, Corea del Sur, Brasil y México tenían índices TAU muy similares, e incluso México estaba arriba de las otras dos naciones casi por tres puntos porcentuales (4%), pero en 2008, Corea del Sur pasó del 1.6 al 25.9%; Brasil bajó del 1.17 al 0.74% y México pasó del 4.37% al 1.63%.

No compre tecnología, mejor genérela

Después de brindar una rápida explicación de dos modelos económicos que en términos generales dominan el panorama mundial, uno dedicado a buscar la competitividad mediante el bajo costo de la mano de obra, la abundancia de materias primas y ambientes proteccionistas para sus empresas, y el otro más abierto a la competencia internacional, la innovación y la inversión en tecnología propia, Rayas resaltó que el primero, en el que se encuentran países como México y Brasil, suele comprar tecnología para luego aplicarla en sus industrias (Asimilación pasiva), mientras que en el segundo, adoptado por Singapur, Japón, Taiwan o la ya citada Corea, apuestan más por crearla, por lo que se conoce como la Asimilación activa de la tecnología, el learning by developing, señaló el académico.

“La ventaja competitiva que impulsan estas empresas y países que han adoptado este modelo, consiste en estar incorporando valor agregado a todos sus productos, procesos y servicios. Ese es el sello con el cual quieren competir en un escenario internacional, no por el costo de mano de obra”.

Rayas se mostró optimista al ser cuestionado sobre cómo ve las políticas del actual gobierno federal en torno al incremento en la inversión en ciencia, innovación y tecnología, e incluso Maya Viesca, coordinadora del Café Scientifique, añadió que esa misma tarde, en una conferencia en el campus ITESO, Enrique Cabrero, director general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), incluyó algunos de los puntos expuestos por Rayas al referirse al Plan Nacional de Desarrollo que está armando el gabinete de Enrique Peña Nieto. Texto Enrique González Foto Roberto Ornelas