Álvaro López, o Waritsi – hombre que cree en su cultura y la practica –, como le gusta ser llamado, es un estudiante wixárika de Diseño a quien te invitamos a conocer

Conocí a Álvaro en enero de 2020, justo antes de la pandemia, en una de mis clases de Diseño. Cuando nos presentamos me percaté de que hablaba español con un acento ligeramente distinto. Él no participaba mucho en las clases, pero, como se sentaba a mi lado, lo pude conocer un poco más. Cuando llegó la pandemia por Covid-19, en los primeros días de marzo, dejé de convivir en persona con él, pero volvimos a platicar hace unos meses, cuando nos encontramos, otra vez, en una clase.  

Cuando comenzaron las clases en línea todos nos pudimos conectar, pero noté que Álvaro tenía problemas para hacerlo. Él comentaba que tenía que hacer un trayecto de cerca de 30 minutos desde su localidad, Nueva Colonia, hasta el poblado de Santa Catarina, la comunidad wixárika más importante y grande de la zona, al norte de Jalisco, en los límites con Zacatecas. En Santa Catarina hay un lugar con acceso a computadoras y la mejor señal de internet de la zona, pero en ocasiones era muy mala y Álvaro no podía prender su cámara, o de plano le era imposible conectarse a clase.  

El semestre pasado me lo volví a encontrar y me decidí a invitarle un café con tal de conocerlo y platicar con él. Me contó que vive en una localidad wixárika donde las personas tienen dos oficios, principalmente: una mitad se dedica a la agricultura, por lo general al cultivo de maíz, y la otra mitad son artesanos. La familia de Álvaro está compuesta casi exclusivamente por artesanos.  

Desde niño, Álvaro creció entre telares y piezas que esperaban ser decoradas con chaquiras; su papá, quien se dedicaba al telar, lo ponía a hacer sus primeros trabajos con este artefacto, pero a él siempre le llamó más la atención la chaquira, por lo que unos años antes de entrar al ITESO se enfocó en aprender más acerca de esta forma de arte.

Acerca de cómo llegó al ITESO, me contó que los integrantes de un PAP (Proyecto de Aplicación Profesional) visitaron su comunidad, y a su vez la Universidad convocó a los jóvenes de la zona a una plática a fin de invitarlos a estudiar una carrera. Álvaro asistió y decidió venir a Guadalajara a vivir con su hermano para entrar a la universidad. Su primer reto fue aprender español, ya que solamente hablaba wixárika.  

En los primeros meses, Álvaro tuvo que aprender además a moverse en la ciudad, a usar el transporte público, a ir a una tienda de conveniencia a comprar sus alimentos, e incluso a cuidarse, ya que en su comunidad, según me dijo, “nadie roba, no hay inseguridad, todos nos conocemos; acá en la ciudad aprendí que tengo que andar pendiente por dónde y a qué hora camino, no puedo traer lo que yo quiera, así como si nada”. 

«Lo mínimo que queremos es que las personas de las ciudades sepan quiénes somos, que también estamos en el mismo estado, que tengan el interés al menos de conocer quiénes somos y qué hacemos. Imagínate, si para mí fue todo un reto venir a la ciudad y aprender de ustedes, piensa en todo lo que aprenderías de mi cultura si fueras a conocer nuestra comunidad y mi localidad.»

Álvaro es una de las pocas personas de su comunidad que han podido entrar a estudiar al ITESO, ya que con todo y las oportunidades que la Universidad brinda para las comunidades indígenas, los jóvenes por lo general no conocen el idioma y eso dificulta que puedan entrar. “Llegué junto con un muy buen amigo; ambos hicimos el examen de admisión, yo pasé muy bien, pero mi amigo no, le costó mucho trabajo principalmente por el español”.  

Antes de finalizar nuestra plática, le pregunté a Álvaro qué consideraba que nosotros, que no vivimos una realidad como la de él, debamos aprender de su comunidad. Le costó trabajo contestarme, pues me confesó que no somos muy bien vistos en su comunidad: nos consideran personas que no tomamos en cuenta a los indígenas. Me comentó que  incluso cuando ha habido trabajos colaborativos con el gobierno de algún estado, su pueblo se ha visto afectado, ya que lo que buscan estas colaboraciones es explotar su cultura para posteriormente ganar dinero y llevarse sus artesanías, sin ver beneficio por ello.  

A pesar de lo difícil que fue para Álvaro contestar mi pregunta anterior, le pregunté qué esperaría de nosotros hacia su comunidad: “Ya que me insistes, creo que lo que nos gustaría a todos nosotros es que nos tomaran en cuenta. Lo mínimo que queremos es que las personas de las ciudades sepan quiénes somos, que también estamos en el mismo estado, que tengan el interés al menos de conocer quiénes somos y qué hacemos. Imagínate, si para mí fue todo un reto venir a la ciudad y aprender de ustedes, piensa en todo lo que aprenderías de mi cultura si fueras a conocer nuestra comunidad y mi localidad”. 

Actualmente, Álvaro estudia la carrera de Diseño y trabaja como artesano independiente realizando trabajos en chaquira, la mayoría de los cuales son encargos y se presentan en museos de la Ciudad de Guadalajara. ¿Su misión? Aprender lo más que pueda sobre distintos aspectos de diseño y replicarlos en su arte para poder devolver algo a su comunidad, la que — considera — le ha dado todo.  

FOTOS: Aldo Naredo