Juvenicidio. Ayotzinapa y las vidas precarias en América Latina y España, coeditado por el ITESO, se presentó en la FIL.

Son los 43 jóvenes de Ayotzinapa, pero también los conflictos en Centroamérica relacionados con la violenta organización de la Mara Salvatrucha, repleta de jóvenes; los estudiantes asesinados en Bogotá en la década de los 50; el ascenso de la mortalidad juvenil en Brasil a manos del crimen organizado…

Juvenicidio

Alfredo Landman, Rossana Reguillo y Manuel Valenzuela

«La gran mayoría de quienes mueren en estos procesos de violencia es gente joven», afirmó Manuel Valenzuela, coordinador del libro Juvenicidio. Ayotzinapa y las vidas precarias en América Latina y España, coeditado por el ITESO, El Colegio de la Frontera Norte y NED Ediciones.

La publicación fue presentada el jueves 3 de noviembre en la Feria Internacional del Libro (FIL) y cuenta con las plumas de 13 académicos de cinco países (México, Perú, Colombia, Brasil y España), entre los que se encuentra Rossana Reguillo, académica del Departamento de Estudios Socioculturales del ITESO, quien estuvo presente en la mesa.

“Son vidas precarias y precarizadas. En ese contexto, además, se desdibujó la idea de la educación como recurso certero de movilización social”, dijo Valenzuela. “Marca un escenario en el que fundamentalmente quienes mueren y quienes matan son los jóvenes”.

El libro propone desde su título el neologismo “juvenicidio” para profundizar sobre el fenómeno de exclusión, violencia y muerte de ese sector de la población a partir de elementos que incluyen precarización, pobreza, desigualdad, estigmatización y el uso de estereotipos para explicar determinadas conductas juveniles, según menciona el prólogo.

En sus páginas se analizan los fenómenos sociales de movilización democrática de jóvenes a partir de los sucesos de Iguala, en México, y es el punto de partida para analizar otros fenómenos en Colombia, Brasil o Chile en los que la juventud se vislumbra vulnerable, ya sea por la criminalización que se hace de sus actividades o por insertarse en las filas del narcotráfico y el crimen organizado, decisión que miles toman -según los autores-, debido a las dificultades que encuentran para desarrollar proyectos viables de vida.

«Es importante que exista una voz de academia que no recule de su compromiso social, que salga a ensuciarse las manos», dijo Reguillo, aludiendo a la necesidad de tratar de explicar la violencia sistematizada como algo más complejo que un fallo del Estado o del modelo económico neoliberal.

«Estamos frente a un poder cultural, y esto no se discute. El narco es un problema cultural que se inscribe en una lógica socioeconómica; es una noción de pertenencia, de futuro, de autoafirmación. Así no hay capacidad de entender contra qué estamos lidiando. Se habla del narco de manera homogénea, pero el narco de Guerrero no es el mismo narco de Reynosa», abundó la académica.

Reguillo destacó el trabajo fotográfico de la edición, el cual incluye imágenes que muestran algunas de las marchas juveniles tras los sucesos de Ayotzinapa, entre ellas varias tomadas por Oliver Uribe, estudiante de Comunicación y Artes Audiovisuales del ITESO.

«El respeto de las fotografías a los sujetos que participan en las marchas es impresionante», consideró la profesora.

Juvenicidio. Ayotzinapa y las vidas precarias en América Latina y España forma parte de la Biblioteca de Infancia y Juventud, un espacio de encuentro de investigadores, agentes sociales y educativos interesados en la situación de los niños y jóvenes. Con un costo de 330 pesos, está disponible en versión impresa y electrónica y lo puedes conseguir en librerías como Gandhi, Gonvil, Porrúa, las del Fondo de Cultura Económica o en el sitio publicaciones.iteso.mx. Foto Roberto Ornelas