El último día de la Semana de la Astronomía ITESO 2022 concluyó con un repaso de la influencia de los misioneros jesuitas en la corte imperial china, entre los siglos XVII y XVIII
La presencia de las misiones jesuitas en el Imperio Chino trascendió el mensaje evangelizador y llegó a desarrollos científicos de gran envergadura dentro de la corte imperial, sobre todo en campos como la astronomía y la geografía.
Éste fue el tema desarrollado durante la conferencia “Tres Astronómos Jesuitas en China: Matteo Ricci, Johann Schall y Ferdinand Verbiest”, impartida por Juan Javier Zapata Romano, que se llevó a cabo en dos etapas, el miércoles 26 y el viernes 28 de octubre pasados, dentro de la Semana de la Astronomía ITESO 2022.
Zapata Romero, académico del Departamento de Matemáticas y Física, destacó el rol que estos tres misioneros jugaron en distintas cortes con emperadores de las dinastías Ming y Qing, en las cuales los jesuitas supieron conciliar los grandes avances astronómicos de los chinos —poseen el primer registro del remanente de una supernova vista en los cielos durante 653 noches y 23 días— con la transformación de la ciencia que ocurrió en el Renacimiento.
Ricci, de origen italiano, llegó a China de la mano del también misionero italiano Michele Ruggiere (guía de las misiones jesuitas que partían de Lisboa hacia el Lejano Oriente), y fue quien elaboró el mapa Kunyu Wanguo Quantu, un mapamundi basado en los conocimientos cartográficos europeos que fue la primera obra que incluyó a América en su imagen.
Fue además traductor de la obra de Confucio al latín, así como de textos europeos al mandarín, en consonancia con su idea de que el modo más efectivo de evangelizar es a través de la asimilación cultural, de tal manera que logró gran influencia en las autoridades locales gracias a sus conocimientos científicos.
La presencia de la Compañía de Jesús en China fue fundamental durante los siglos XVII y XVIII, y a ellos se debe la llegada del primer telescopio occidental (regalo del cardenal Federico Borromeo), así como de alrededor de 7 mil libros de ciencia y astronomía, entre ellos el tratado De Revolutionibus Orbium Coelestium, de Nicolás Copérnico, que en ese entonces ya estaba prohibido en Europa, lo que refuerza la teoría de que entre los jesuitas ya había creyentes de la teoría heliocéntrica, aunque de manera muy velada.
Por su parte, Johann Adam Schall von Bell, nacido en Alemania y, además de misionero, astrónomo, participó en la modificación del calendario imperial del último emperador de la dinastía Ming, Chongzhen, una reforma de interés central a fin de conocer eventos puntuales como los equinoccios, los solsticios y los eclipses.
Cabe destacar que en la Ciudad Prohibida convivían tanto astrónomos jesuitas, como chinos y musulmanes (de origen persa, que habían llegado desde el año 1000), por lo que las intrigas estaban a la orden del día, buscando el favor de los gobernantes.
Eso ocasionó que en una ocasión los jesuitas fueran encarcelados y condenados a muerte por desmembramiento, debido a que se les acusó falsamente de influir en la muerte de la concubina favorita del emperador. Sin embargo, un evento astronómico peculiar y el derrumbe de las paredes de su cárcel debido a un temblor reafirmaron su posición.
El tercer misionero mencionado, Ferdinand Verbiest, de origen flamenco, fue el que mayor influencia tuvo en China como parte de la corte del emperador Kangxi, de la dinastía Qing, al convertirse en el líder del colegio de astrónomos imperiales. La obra más importante de Verbiest fue un mapa donde trató de plasmar la filosofía y visión aristotélicas del universo; también ideó la primera máquina de vapor de la que se tiene registro.
Éste fue el punto álgido de la presencia de los jesuitas en China; no obstante, Zapata Romero reconoció que, pese a la importancia de los misioneros, finalmente no fue posible lograr la conversión al cristianismo de esta cultura, tanto por las reticencias internas como por la incomprensión de Occidente a sus costumbres.
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