Ya no se trata solo de tener una mejor salud, sino de pensar mejor. El ejercicio bien planeado y hecho de manera voluntaria, es un extraordinario aliado de nuestro cerebro, seamos niños, jóvenes o adultos.
 POR ALEJANDRO PLIEGO, coordinador de Actividad Física y Salud del ITESO

Durante mucho tiempo se ha pensado que la actividad física solamente produce cambios en el corazón y los sistemas circulatorio y respiratorio, siendo común que se le conceda muy poca importancia en el sector educativo.

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Esto se manifiesta en que, por ejemplo, no se cumple con las horas de educación física a la semana en las escuelas de nivel primario y secundario, sin hablar de lo que sucede en la mayor parte de las preparatorias y universidades, en las cuales la actividad física ni siquiera suele estar presente en el programa de estudios.

Cada vez es mayor la falta de actividad física en niños y jóvenes. En México, uno de cada cuatro niños padece sobrepeso y la tendencia es ascendente. Se calcula que el 85% de esos niños tendrá algún grado de sobrepeso u obesidad al llegar a la edad adulta.

Lo llamativo es que, a pesar de  conocerse esta información, se siguen recortando los presupuestos para la educación física en las escuelas, a pesar de que esta se considera como una de las mejores inversiones.

No en todas las escuelas se cubren las horas planeadas de educación física a la semana y se contrata poco a nuevos profesores. Y en el nivel medio superior y las universidades las cosas no son diferentes.

La actividad física promueve no únicamente la salud corporal y habilidades como el trabajo en equipo, competencia social y el rendimiento físico, sino también procesos de memoria y aprendizaje.

Se ha comprobado que el cerebro no solamente controla los movimientos que realizamos, sino que a su vez es retroalimentado por esos movimientos que controla.

El movimiento físico mejora la irrigación sanguínea del cerebro, estimula la formación de nuevas neuronas y redes neuronales –promoviendo la adaptación cerebral– y, con todo esto, la utilización óptima de dicho órgano.

“Una sesión de ejercicio físico bien organizada y variada puede contener estímulos que ayudan a producir cambios a nivel cerebral en niños y en adultos”

A través de la actividad física se incrementa también la concentración de  transmisores a nivel cerebral, los cuales se manifiestan positivamente en sensación de bienestar, autoconciencia y motivación.

Desde el punto de vista neurobiológico, resulta difícil entender que se le dé un menor valor a la educación física (como ejemplo de actividad física en el nivel educativo) en comparación con otras asignaturas, ya que la actividad física en edad escolar promueve no solamente el desarrollo corporal de los niños, niñas y adultos jóvenes sino también, como se menciona líneas arriba, su capacidad de memoria y aprendizaje, lo que mejorará también su rendimiento en otras materias.

Se conocen muy bien los efectos positivos de la actividad física a nivel corporal, sin embargo, acerca de los efectos de la actividad física a nivel cerebral hay pocos estudios y por ende el conocimiento de los creadores de políticas educativas, directores de escuelas, padres de familia y alumnos es escaso.

El ITESO tiene distintos programas para estimular la actividad física de los universitarios

Unos chicos juegan un partido de futbol en el parque de Berlin, situado en el distrtito de Chamartín de Madrid.

Una sesión de ejercicio físico bien organizada y variada puede contener, de una manera casi ilimitada, estímulos que ayudan a producir cambios a nivel cerebral tanto en niños como en adultos.

¿Ejemplos? El rápido cambio de defensa a ataque en muchos deportes de conjunto, el entrenamiento de la “reorganización” en procesos tácticos, seguir el ritmo de la música al bailar, la diferencia en la percepción corporal al nadar o al correr, los diferentes tipos de lanzamientos en el atletismo, las fases de vuelo y las rotaciones del eje corporal en la gimnasia, la carrera a campo traviesa, el correr con los ojos tapados…. Actividades tan variadas no solamente promueven la condición física, sino que son un entrenamiento intencionado para el cerebro.

Para que todo lo anterior se produzca es necesario que las actividades se realicen voluntariamente. En personas que se ven forzadas a realizarlas no se presentan dichas adaptaciones y mejoras, ya que las neuronas recién formadas son muy sensibles a las hormonas del estrés.

Y como en edades tempranas se necesitan más ejemplos y menos reglas, resulta poco útil tratar de convencer a los alumnos de los beneficios de la actividad física de una manera meramente teórica. Tanto en las actividades artísticas como en las físicas se aprende haciendo.

Vale la pena subrayar que en las horas de actividad física no entrenamos exclusivamente a nuestros cuerpos, sino también a nuestros cerebros. Foto Archivo