En la Lectio Brevis que inauguró el Ciclo Escolar 2015-2016 del ITESO, el académico Óscar Castro enfatizó la urgente necesidad de transformar nuestros hábitos y el actual modelo económico en aras de un desarrollo sustentable capaz de garantizar la calidad de vida de futuras generaciones.
Gastar millones en una planta de tratamiento de aguas residuales para limpiar gigantescos volúmenes del vital líquido contaminados con químicos y otras sustancias es atacar los síntomas. ¿No será mejor desde un principio no contaminar el agua?
¿Cuánto le cuesta al planeta que se produzcan día con día millones de televisiones, smartphones, botellas de plástico, automóviles, trajes a la medida o cientos de miles de toneladas de carne en cuya producción se consumen ingentes cantidades de agua o requieren la deforestación de extensas áreas selváticas o boscosas para que ahí pasten las vacas?
El costo de estas y muchas otras acciones en detrimento del medio ambiente es incalculable y sus consecuencias se perciben en todo el orbe (inundaciones, sequías, olas de calor, desertificación, deshielo de los polos), poniendo en riesgo el desarrollo sustentable que garantice el futuro para las próximas generaciones, tema de la Lectio Brevis con que Óscar Castro, jefe del Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano, inauguró el ciclo escolar 2015-2016 en el ITESO.
Durante la ceremonia con que desde hace siglos inician sus ciclos las universidades jesuitas, Castro recordó la definición de “desarrollo sustentable” que surgió en 1987 en el Informe de la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo, conocido como Informe Brundtland: Aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las capacidades de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.
“Estamos lejos de contener la destrucción de los ecosistemas y evitar el agotamiento de los recursos naturales; en algunas regiones del planeta sus habitantes han mejorado su calidad de vida, pero la concentración de riqueza en pocas manos, sigue siendo fuente de una terrible inequidad social, en la que nuevas formas de esclavitud reproducen viejas formas de explotación”, aseguró el académico la mañana del martes 25 de agosto en el Auditorio Pedro Arrupe, SJ.
Un sistema económico por transformar más las responsabilidades individuales
Al hacer referencia a la encíclica del Papa Francisco publicada este año, titulada Laudati Si’, Castro lo definió como un documento histórico, ya que, además de reconocer al igual que miles de científicos que el cambio climático es responsabilidad del ser humano, toca puntos muy importantes que complementan el concepto de sustentabilidad.
La encíclica pone en relieve un rasgo fundamental: “Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en los estilos de vida, los modelos de producción y consumo y las estructuras de poder que rigen hoy la sociedad”, dijo Castro.
Para Castro, el modelo de crecimiento económico actual choca frontalmente con la responsabilidad ambiental.
“El paradigma tecno económico en que vivimos requiere del consumo para generar riqueza. El consumo es el motor que lo alimenta, y es también el que descarrila los esfuerzos para alcanzar una sustentabilidad profunda”.
Advirtió además que la tecnología no es capaz de resolver por sí sola estos problemas y también del surgimiento de un “pernicioso” discurso verde que vende productos e iniciativas “verdes por fuera y falsos por dentro”: hipotecas “verdes” que esconden el mal diseño de la vivienda; plásticos reciclables que no aclaran que tardarán mil años en reciclarse, o pesticidas “amigables” con el medio ambiente.
Al abordar la fe que muchos tienen en las aportaciones de los avances tecnológicos, subrayó que estos no van a mitigar o revertir los daños ambientales que generan nuestros hábitos de consumo, ni mejorarán la calidad de vida de los más pobres.
“La experiencia ha demostrado que el desarrollo tecnológico está lejos de alcanzar tan ambiciosas metas, porque nuestra capacidad de depredación avanza mucho más rápido que el ritmo de un ecosistema para remediar el daño que se le impone”.
Además, añadió, una cosa es revertir y otra prevenir. El modelo político y económico suele atender los síntomas de los desastres ambientales, no las causas. “Las plantas de tratamiento de aguas residuales que construimos, requieren limpiar gigantescos volúmenes de agua que no debieron haber sido contaminados en un principio”.
“El agua es un alimento indispensable para casi todos los seres vivos, pero nuestros hábitos la han convertido en un medio para transportar deshechos; el desarrollo tecnológico no puede curar semejante locura”, remató Castro, quien recomendó, tal como lo hacen otros investigadores del ITESO, que en lugar de construir presas como la de El Zapotillo, la cual propone expulsar a cientos de pobladores –tal como ocurre en otros territorios con empresas mineras o desarrollos inmobiliarios–, lo que hace falta es que se implemente una serie de medidas que reduzcan el consumo de agua en las ciudades, como los inodoros ahorradores.
“Si los teléfonos fueran realmente inteligentes nos gritarían: ‘¡Cambien sus inodoros!’”
Castro recurrió a otro ejemplo: el impuesto a los coches que querían entrar al centro de Londres (el congestiong charge), implementado por el alcalde Ken Livingstone, aunado al paulatino cierre de calles o la reducción de carriles. El tráfico se redujo rápidamente un 30% y cada libra recaudada con dicho impuesto se invierte en mejorar el transporte público. ¿Qué pasaría si algo así ocurre en Guadalajara, si un alcalde nos bajara a la fuerza de nuestros automóviles?, se preguntó el académico.
Subrayó que es urgente buscar nuevos modelos sociales y económicos, principalmente en los centros urbanos –se calcula para 2050 el 70% de la población vivirá en ciudades– que pongan especial cuidado en resolver las necesidades de los más pobres y vulnerables, con propuestas de gobernanza colaborativas e informadas, es decir, un modelo que se proponga cambiar radicalmente nuestros patrones de producción y consumo.
Démosle prioridad a la realidad: Rector del ITESO
En su intervención para darle la bienvenida a la comunidad universitaria, José Morales, SJ, Rector del ITESO, hizo hincapié en que una de las principales responsabilidades de un universitario de esta Casa de estudios es enfocarse en la realidad, por ejemplo, la del deterioro ambiental.
“No venimos a la universidad a fantasear o a construir castillos en el aire, ni tampoco a especular en el vacío. Nuestro trabajo aquí, el de ustedes como estudiantes y el de los profesores, es descifrar la realidad en nuestra mente y en nuestro corazón. En otras palabras, la labor de todo universitario debe centrarse en reconocer, proteger y desarrollar los dones que hemos recibido como personas, como grupo y como sociedad”, mencionó Morales.
El jesuita añadió que esta actitud debe ir encaminada a servir a la sociedad, en especial a los más desfavorecidos y excluidos, así como tener una disposición permanente al diálogo con quienes nos rodean.
“[Tenemos que] construir alternativas que ofrezcan oportunidades reales de bienestar para todas las personas que habitan este país y este mundo. Lo anterior es imposible si no examinamos nuestro corazón”. Texto Enrique González Foto Luis Ponciano