Además de ser consultor público y privado, Jesús Enrique Cueva, ingeniero ambiental egresado y docente del ITESO, ha desarrollado un emprendimiento personal sustentable
La academia, el gobierno, el sector privado y el emprendimiento individual son las múltiples áreas en que, a sus 33 años, interviene el ingeniero ambiental y egresado del ITESO Jesús Enrique Cueva Lomas, como parte de su vocación por los modelos sustentables de desarrollo.
Originario de Guadalajara, Cueva estudió la carrera de Ingeniería Ambiental de 2007 a 2011 y a fines de 2012 hizo una maestría en Energías Renovables en un programa de dos años que involucraba a la Universidad de Zaragoza, en España, y a la Universidad de Perpiñán, en Francia, así como a un centro de investigación en Burkina Faso, donde Cueva desarrolló una tesis en torno al almacenamiento de energía trabajada con materiales locales de la África subsahariana para su uso en planta de energía solar.
“Siempre me llamó la atención este problema, la lucha contra el cambio climático. En la preparatoria tuve maestros que decían que teníamos que preocuparnos más por esto, pero no nos daban información; entonces empecé a buscar por mi cuenta, me acerqué al ITESO y vi que la Ingeniería Ambiental abordaba este asunto desde distintos enfoques, procurando dar con formas de que las actividades humanas no generen más gases de efecto invernadero”, recuerda.
Actualmente es docente en el Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano (DHDU), así como en el Departamento de Procesos Tecnológicos e Industriales (DPTI), en la maestría en Ingeniería de Productos y Procesos; imparte materias relacionadas con el análisis del ciclo de vida, gestión de residuos, sostenibilidad y economía circular. Además, está próximo a colaborar con Ingeniería Ambiental y Tecnologías Sustentables y participa en la elaboración del Reporte de Sustentabilidad de la Universidad que publica la Oficina de Comunicación Institucional.
Recientemente, Cueva participó en el Foro Mundial de Economía Circular en Bruselas, Bélgica, como parte de un emprendimiento propio, Vytal, una empresa de envases reutilizables de polipropileno y acero para alimentos y bebidas para llevar, dirigida a restaurantes y cafeterías, que incluso se está probando en algunos lugares en el ITESO (un modelo de “usa y retorna” monitoreado por una aplicación). En el foro se presentó un proyecto que se trabaja desde 2021 para implementar este tipo de modelos de retornabilidad en Latinoamérica, puntualmente en tres países: México (en Guadalajara), República Dominicana (en Santo Domingo) y en Colombia (en Bogotá y en Santa Marta), como parte de una iniciativa con la Cooperación Alemana GIZ. Ahí, habló también de cuáles son los retos que hoy en día enfrentan las empresas que tienen modelos de negocio circular en América Latina.
En su faceta en el sector público, Cueva contribuye como consultor del Gobierno del Estado y la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial, en la Alianza Empresarial por el Clima, como coordinador técnico de los procesos de descarbonización de las empresas.
Como consultor privado trabaja con proyectos de inventarios de emisiones de gases de efecto invernadero para empresas de todo tipo de giros, en el diseño de estrategias de sustentabilidad y rutas de descarbonización, es decir, estrategias para ir reduciendo sus emisiones hasta llegar a la que se conoce como la carbono-neutralidad.
¿Qué es el análisis de ciclo de vida y cómo se aplica en la reducción del cambio climático?
Es una metodología que nos permite determinar cuál es la huella ambiental que genera cualquier producto, proceso o servicio en todo su ciclo de vida. Es muy interesante porque te permite concebir a un objeto a partir de toda la historia que tiene detrás y no nada más por el tiempo que interactúas con él. Nos ayuda a conocer, mientras se está fabricando el objeto, cuáles son los daños ambientales que genera cuando lo usamos y una vez que se desecha. Teniendo ese mapeo, uno puede empezar a incidir en los focos rojos en los que se genera la mayor huella ambiental, para ver qué podemos hacer para mitigar ese daño.
¿Cuáles son las acciones más relevantes que pueden tomar las empresas para llegar al objetivo de la carbono-neutralidad?
Número uno, ser conscientes de la cantidad de recursos que están consumiendo en sus operaciones. Esto tiene que ver con los materiales que utilizan en un proceso productivo, cuánta agua o cuánta energía, así como los desperdicios que generan. Sería, pues, trabajar por ser más eficientes con el manejo de esos recursos y, en la medida de lo posible, encontrar alternativas para reintegrar todos los residuos que generan en sus operaciones y en sus procesos productivos. Esto está vinculado a lo que se ha ido popularizando, que es la economía circular, un área en la que trabajo fuertemente.
Teniendo en cuenta la crisis climática en la que estamos inmersos y la necesidad de que, tanto desde el sector privado como desde el público, se impulsen políticas de sustentabilidad ¿la ingeniería ambiental podría ser una opción interesante de vida profesional?
La ingeniería ambiental tiene mucho campo de acción y en el futuro tendrá todavía más. Cuando yo estudiaba nos preguntábamos en qué íbamos a trabajar. Normalmente, al ingeniero ambiental lo asociaban con un área más de higiene y seguridad industrial. En estos últimos años se ha visto que hay muchísimas áreas de acción, y como la crisis climática está avanzando, el ingeniero ambiental puede ayudar, pues tenemos una formación muy integral.
La ONU asegura que, de seguir a este ritmo, el mundo va en camino de subir 3 grados su temperatura promedio para finales de siglo, el doble del objetivo que la Cumbre Climática se había establecido. ¿Es posible vivir bajo un nuevo paradigma climático o aún podríamos alcanzar los objetivos planteados antes?
Es una pregunta bastante interesante, pero a la vez compleja. La ciencia ha sido muy clara respecto a lo que se consideraría aceptable, que es un aumento de 1.5 grados en la temperatura del planeta, o máximo 2 grados. Eso está determinado por la tasa de emisión de gases de efecto invernadero que generamos como humanidad. Lamentablemente, las emisiones van al alza. Es importante que se establezcan medidas contundentes por parte de los gobiernos que limiten la generación de esas emisiones. Pero a la par de estas políticas deberían promover medidas de adaptación a los efectos del cambio climático. Lo estamos viendo ahora que pasamos por una sequía bastante fuerte aquí en México, o inundaciones cuando empiece el temporal de lluvias. Tiene que ser un esfuerzo combinado de medidas de mitigación y de adaptación, y que como sociedad nos articulemos eficientemente gobiernos, empresas, instituciones académicas y organizaciones de la sociedad civil, para trabajar por un objetivo común basado en la ciencia, no sólo en aspiraciones políticas.
¿Qué tan determinante fue para ti el paso por Ingeniería Ambiental en el ITESO para definir todo esto que estás haciendo hoy?
El enfoque del ITESO, dirigido a considerar la dimensión social en la toma de decisiones, fue fundamental: me encantan los proyectos que hoy en día tiene y ese enfoque que pone primero a las personas. Por otro lado, que haya tenido la posibilidad de abordar proyectos de sustentabilidad o de reducción de emisiones en áreas como el agua, la energía, la gestión de los residuos, la infraestructura y demás, me ha ayudado a tener siempre una visión integrada. Siempre estoy trabajando con todas las áreas al mismo tiempo y no lo habría podido hacer de no ser porque las conocí en su momento en la carrera.
¿Qué te parecen los nuevos planes de la carrera de Ingeniería Ambiental y Tecnologías Sustentables
Muy interesantes. Me hubiera gustado llevar eso, porque cuando yo estudié Ingeniería Ambiental el enfoque iba más hacia la Ingeniería Química. Siento que en los últimos años se han ido adecuando bastante, cambiando el enfoque hacia necesidades más apremiantes y a tendencias más actuales. Por ejemplo, este tema de la economía circular, que lo pongan sobre la mesa, se me hace sumamente valioso.
FOTO: Luis Ponciano