Gilberto Gutiérrez Cirlos, responsable del Programa de Inclusión y Discapacidad, y Juan José García Llamas, académico del Departamento de Estudios Socioculturales, comparten sus conocimientos teóricos y prácticos acerca de la inclusión de personas con discapacidad, tanto para el trabajo en aula como para el resto de los espacios educativos
La inclusión para personas con discapacidad es algo más que rampas de acceso, guías táctiles y lengua de señas mexicana: es también un cambio de actitud, poner en práctica la escucha atenta y la atención a las necesidades individuales; es el enfoque en el individuo, en un trato humano que lo considere como persona plena, con derechos y obligaciones, con capacidades y debilidades.
La postura del ITESO en ese respecto no tiene medias tintas: se busca promover y fomentar una cultura de inclusión frente a la discapacidad, no sólo en la universidad, sino en el conjunto de la sociedad. Te presentamos la labor de dos de las tantas personas que aquí trabajan en pro de un espacio incluyente y accesible, que considere una opción de desarrollo autónomo e independiente para todas y todos.
Enfoque en derechos humanos
Gilberto Gutiérrez Cirlos es profesor de lengua de señas mexicana y responsable del Programa de Inclusión y Discapacidad del ITESO —antes Universidad Incluyente, y parte del Centro de Acompañamiento de Estudio Juveniles (C-Juven) desde 2003—. El año pasado, este programa pasó a la esfera de la Coordinación de Programas de Incidencia Social (Coincide), a fin de aportar una mirada a los derechos humanos, es decir, pensar en que las condiciones de accesibilidad sean un derecho para las personas que estudian en la Universidad, pero también que haya un trabajo hacia afuera en temas relevantes, como impulsar políticas públicas e incidir en los marcos normativos para fomentar una cultura de inclusión: “El programa lo que busca es trabajar al interior y al exterior de la universidad en temas de discapacidad, ya sea auditiva o visual, y también discapacidad motora”.
Aunque formalmente tiene cinco años en la institución, en realidad es desde hace ocho que Gutiérrez Cirlos colabora con el ITESO, desde que comenzó como practicante. Es egresado de la Licenciatura en Administración y Mercadotecnia y de la Maestría en Políticas de Gestión Pública. Como una persona con discapacidad auditiva, conoce las necesidades, pero también los prejuicios contra este sector de la población. Sin embargo, admite que las cosas ahora son muy distintas.
“Ha cambiado mucho [el enfoque]: hace muchos años se veía el tema con una mirada religiosa, como si fuera un pecado o algo negativo; también hubo un modelo médico que decía: ‘Vamos a curar la discapacidad’, que sea lo más estándar posible. Estaba también el modelo asistencialista que dice: ‘Tienes una discapacidad, entonces yo te voy a hacer las cosas’; u otro, que dice: ‘Yo te integro, pero no voy a hacer ninguna adecuación; te invito a mi salón, pero si no hay elevador no es mi problema’. Ahorita hay un modelo que se llama Inclusión y Derechos Humanos, que ve que la discapacidad no es el problema, sino las condiciones laborales, educativas, políticas, que no permiten a una persona con discapacidad participar”, explica.
A través del programa de Inclusión y Discapacidad, el ITESO cuenta con una relación en la que se registra a las personas con discapacidad que hay en la Universidad —no todas tienen la obligación de estar ahí, pues se respeta a quien no quiera ser identificado—. Actualmente, el programa cuenta 13 alumnos con discapacidad: cuatro estudiantes con visual, cinco con motora y cuatro con auditiva.
Los estudiantes son atendidos a solicitud propia del programa; sin embargo, se trabaja en la creación de protocolos, para que áreas como Admisión, Servicios Generales, C-Juven o la Coordinación de Acompañamiento para la Excelencia Académica (Caxa) tengan una línea clara a seguir. Por ahora, hay una Comisión de Educación Inclusiva en la que participan Caxa, C-Juven, Coincide, así como estudiantes y el área de Admisión, en la que se da seguimiento a las políticas de inclusión del ITESO.
¿Hoy en día cómo se trabaja en el ITESO con estudiantes con discapacidad?
Se genera un acompañamiento. Los entrevistamos y conocemos, vemos cuáles son sus necesidades, identificamos sus habilidades y debilidades; esto nos ayuda a derivarlos con el coordinador de la carrera a la que van, que ayuda a identificar qué necesita la persona, por ejemplo si necesitamos cambiarla a planta baja [para tomar sus clases]. Con los alumnos con necesidades muy específicas, es muy importante convocar reuniones con los profesores, mencionar ciertas recomendaciones e ir diseñando y adaptando sus clases; por ejemplo, si ponen un video, que tenga subtitulaje o enviar un libro en PDF a la Biblioteca para convertirlo a un formato accesible.
¿Hay actividades con el resto de la comunidad?
Sí, se dan talleres de sensibilización, cursos de lenguaje de señas; cada semestre se ofrecen de dos a tres grupos, y en verano se abren uno o dos grupos, dependiendo de la demanda. Los talleres de sensibilización dependen de la invitación de los profesores. Desde el año pasado damos un curso de seis sesiones en colaboración con Caxa, “Inclusión en el Aula”, para el personal académico, que se divide en discapacidad y neurodivergencia. Estos talleres y cursos son esenciales para la comunidad universitaria, pues permiten que las personas identifiquen qué es la discapacidad, cómo se vive, la terminología y las necesidades de cada perfil. Gracias a eso, los alumnos regulares desarrollan habilidades sociales para interactuar con las personas con discapacidad.
Mencionas que el nuevo enfoque está dirigido hacia el exterior. ¿Cómo se abocan en eso?
Hay una vinculación externa: participamos cada mes en el Colectivo Pro Inclusión e Igualdad Jalisco; hay también un enlace con las Ibero hermanas para dialogar sobre cómo estamos trabajando. También impulsamos la inclusión laboral, damos capacitación a empresas para que sepan cómo contratar personas con alguna discapacidad, porque algunas tienen la intención, pero no saben cómo; trabajamos en consultas ciudadanas, con grupos en contexto de vulnerabilidad, o en acciones afirmativas para que las personas con discapacidad puedan asumir cargos públicos.
¿Qué es lo que nos resta hacer en temas de inclusión en el ITESO?
Estamos trabajando en varios perfiles, que van desde discapacidad hasta neurodiversidad, pasando por población indígena, migración o género. Estamos identificando todas las acciones que hacemos para impulsar nuevas acciones, políticas y protocolos, para garantizar el acceso a la educación de diferentes perfiles. En la Comisión (de Educación Inclusiva) nos reunimos dos veces al mes, pero cada semana se trabaja en equipos representativos. Cada vez estamos más en diferentes espacios. Una vez me dijeron: ‘Es que ya hay más personas con discapacidad’, y yo les dije: ‘Siempre estuvieron, pero ya hay más intención de ir cambiando ciertas cosas’. Estamos reclamando que el mundo también es de nosotros.
Alejarse del miedo y de la sobreprotección
La mañana en que Juan José García Llamas iba a dar esta entrevista escuchaba un pódcast sobre filosofía del que extrajo una idea que encuadra como pieza de rompecabezas en su forma de vivir y pensar la discapacidad y la inclusión: “En realidad, las situaciones no son buenas ni malas; más bien ésa es la percepción que creemos tener de ellas”.
García Llamas es profesor del Departamento de Estudios Socioculturales del ITESO desde hace 25 años, a cargo de materias como Infovisualización, Tecnología, Diseño y Comunicación y Medios y Lenguaje. Estudió la licenciatura en Diseño y Comunicación Gráfica (UdeG), la maestría en Tecnologías para el Aprendizaje (UdeG) y el Doctorado en Educación (ITESO).
Se involucró en los temas de inclusión a partir del hecho de que su hija, hoy de 11 años y estudiante de primaria, vive con ceguera y autismo. En su tesis de doctorado, Juan se enfocó en investigar los procesos cognitivos de los niños con discapacidad visual para lograr habilidades compensatorias que les sirven para orientarse y moverse de manera autónoma con bastón.
“Con plasticidad neuronal logran cosas como recorrer calles con muchos obstáculos, con gente y todo, y lo hacen de manera normal”, explica. “El caso más avanzado que encontré fue de un niño de sexto de primaria, que desde que nació tuvo ceguera por un tumor en el nervio óptico: se trataba de una condición genética que era muy probable que tuvieran en su familia, sus papás eran ciegos también. Carecer de la visión era una situación que así era, y al no tener pensamientos negativos, no quejarse, no buscó cómo compensar nada y logró moverse con menos miedo”.
Actualmente, está en proceso de convertir las conclusiones del estudio en una guía para padres de niños con discapacidad visual, y mientras tanto ha dado platicas y talleres destinados a potenciar la movilidad autónoma de estos chicos: “Sería una guía muy practica e infovisual, para que cualquier persona, aunque no pudiera leer, con los gráficos tuviera pistas. Pensando en que algunos papás pudieran ser débiles visuales o ciegos, una vez que se tenga ese manual se haría una versión en pódcast para que tenga más alcance”.
Vivir desde el territorio íntimo la inclusión permitió a Juan José desarrollar un sentido para detectar y atender este tipo de casos dentro de sus clases. Así se dio el caso de Regina, una estudiante de Comunicación que usaba una silla de ruedas eléctrica —presentaba discapacidad motriz y aunque tenía movimiento en el cuerpo, era muy limitado—, la cual operaba con la mano derecha por medio de un control. En la clase de fotografía, aprovechando la movilidad de esa mano, conectaron un celular a la cámara vía bluetooth y una app, para que pudiera ver el encuadre y aplicar conceptos como la profundidad de campo, la exposición, el enfoque o la colorimetría y tomar sus fotos a través del móvil con la asistencia de un trípode o un compañero.
O también el caso de María, una alumna con discapacidad auditiva, quien a través de la representación gráfica de ondas de audio aprendió a producir un pódcast, “con eso, ella fue creando ritmos, jugando con las capas y los volúmenes, viendo la pantalla hizo que el audio se escuchara bien, o sea, hizo una compensación sensorial”. Su voz alcanzó tales decibeles que incluso ha ido varias veces al Senado para conversar sobre su experiencia e impulsar leyes para motivar la inclusión; de hecho, durante la pandemia, María fue una de las principales promotoras del cubrebocas transparente, que permitía la lectura de los labios.
A partir de estas vivencias, Juan busca generar una base de datos independiente, de uso común y abierto, con las características de estudiantes que él mismo ha tratado —este semestre detectó tres casos de alumnos con neurodiversidad—, y dejar evidencia ahí de qué funcionó y qué no, para tener pautas de cómo atender personalmente cada caso.
La mayoría de las personas no estamos familiarizadas con el tema de la inclusión ni sabemos cómo tratar con personas con discapacidad. ¿Cómo vives tú eso?
Yo hago trampa, porque vengo de esta situación con mi hija, y cuando llega un estudiante con una discapacidad me pongo a pensar: ¿cómo me gustaría que fuera un profesor con mi hija? Lo primero es quitarte el miedo, entender que es una persona más con sus propias capacidades, gustos e intereses. Hay que preguntarles: “¿Qué necesitas?”. Ellos ya saben, han pasado por kínder, primaria, secundaria y prepa, con cada profesor fueron perfeccionando su sistema. El miedo involucra cómo nombramos [a las personas con discapacidad]. Es un debate que tiene que ver con la política de moda. Hay que ir viendo las palabras adecuadas; actualmente se utiliza “persona con discapacidad”, porque le das primero el lugar a la persona, pero hay un nivel más bonito, que es preguntarles: “¿Cómo te gusta que te llamen?”, más allá de que te diga: “Me gusta que me digan ‘persona con discapacidad auditiva’”, te va a decir “Dime María”. Ésa es una clave para empezar a conectar.
¿Con cuál postura te identificas? ¿Darles a las personas con discapacidad una formación exclusiva, o incluirlas en los grupos regulares y adaptar la metodología de enseñanza?
El mejor sistema es el que le sirva a cada uno. Puede haber personas que necesitan una educación personalizada: espacios controlados o material especial que no podría estar disponible en un aula regular. Pero si a un niño le sirve estar con otros niños para que funcione mejor su socialización, que también hay que cuidarla, pues adelante. Quizá lo mejor sea una mezcla, y que tenga momentos especiales en los que te concentres en el desarrollo de habilidades específicas que no entran dentro del currículo; por ejemplo, en el caso de una persona con discapacidad visual, en una escuela regular no le van a enseñar el uso del bastón o braille.
¿Cómo estamos, como sociedad, en cuanto a la inclusión y la educación?
Por ley, cualquier estudiante podría ser recibido en cualquier escuela. Pero hay que tomar en cuenta qué capacidades tienen: aunque esté legalmente permitido que entren, a veces no es lo óptimo. Otro aspecto es la disposición y la capacitación que tengas, la empatía; en realidad, a veces quien saca adelante [al alumno] es el profesor, es el contacto directo, no tanto el político o la institución. Más allá de las leyes —que sí sirven—, es ver cómo conectas con el estudiante, para juntos lograr el objetivo de la clase, sin sobreproteger.
¿Cómo son los procesos neurológicos y cognitivos de aprendizaje de una persona con discapacidad?
La base es la misma: conectar neuronas. Lo que podría pasar es que, por ejemplo, en el caso de la ceguera, al no haber estímulo visual, una parte del cerebro no se desarrolla porque no se necesita, o incluso ésa podría ser la causa de la ceguera, que en esa parte del cerebro no hay recepción y no se interpretan las imágenes. Hay una cualidad súper bonita del cerebro, la neuroplasticidad: si no se puede conectar por el camino habitual genéticamente programado, entonces busca otros caminos y al final logra el objetivo por otros medios. Es un aprendizaje de la naturaleza.
Para saber más
- La información de cursos de lengua de señas mexicana y sensibilización puede consultarse en https://coincide.iteso.mx/
- También hay información de inclusión para docentes a través de la plataforma de la Coordinación de Innovación, Desarrollo y Exploración Académica (CIDEA).
- En el ITESO hay una asignatura optativa llamada Discapacidad e Inclusión en México que coordina el Departamento de Psicología, Educación y Salud, abierta para toda la comunidad universitaria.
- Los nuevos edificios del ITESO están pensados desde una perspectiva accesible, cuentan con elevadores y rampas, y hay auditorios en los que algunas sillas que se pueden quitar para que las personas en sillas de ruedas puedan entrar.
FOTOS: Carlos Díaz y Luis Ponciano