Pilar Rodríguez y Andrea Partida desarrollan en las escuelas deportivas del ITESO un modelo de formación cuya finalidad es que el deporte sea un medio para el desarrollo de habilidades y competencias para la vida.

A quienes vimos El Karate Kid (1984) nos quedó claro que la actitud de los deportistas malos se sintetiza en las acciones de los villanos de la película. Todos ellos entrenaban en la escuela Cobra Kai. Ahí el profe —malo, malísimo— tenía el lema: “Golpear primero, golpear fuerte, sin piedad”. Eso es justo lo contrario de lo que intentan sembrar los responsables de las Fuerzas Básicas del ITESO, que atiende a niños y adolescentes de entre 4 y 17 años.

Lo opuesto se resume en algunos valores, que acompañan a las técnicas, mañas y habilidades que, para golpear el balón o enfrentar al contrincante, desarrollan los y las infantes que acuden a hacer deporte al ITESO.

Los valores son respeto, automotivación, autonomía, liderazgo que ayuda a los demás y transferencia de estos ideales a otros planos de la vida como la escuela, el hogar, el barrio, explica Pilar Rodríguez Martínez, directora del Centro de Educación Física y Salud Integral.

En pocas palabras, los cerca de 400 participantes en las Fuerzas Básicas y sus 15 profesores practican la convivencia pacífica y solidaria al mismo tiempo que el atletismo, taekwondo, tenis, futbol, basquetbol, voleibol y psicomotricidad.

Lo anterior es producto de una metodología llamada “Modelo de responsabilidad personal y social”, con la que estos cursos extraescolares trabajan.

Este modelo de intervención y acción fue diseñado en los años 70, por el especialista estadounidense Don Hellison. Su fin era utilizar la educación física como una herramienta de incidencia saludable entre niños en riesgo social: en situación de marginación, deserción escolar, pandillerismo.

Más tarde la metodología comenzó a utilizarse en contextos diversos, no sólo de vulnerabilidad, relata Pilar Rodríguez, directora del Centro de Educación Física y Salud Integral del ITESO. La universidad jesuita de Guadalajara, es de las pocas instituciones educativas de la región que la aplica como un eje de la formación deportiva.

Andrea Partida Ochoa, quien está a cargo de la coordinación de Deporte Educativo del EFSI y, por tanto, de la aplicación de la metodología, detalla que “el fin es que el deporte sea un medio para el desarrollo de habilidades y competencias para la vida”.

Una de las premisas del modelo es que los valores no se cultivan de manera espontánea entre los deportistas por el simple hecho de serlo —un ejemplo de película es la escuela Cobra Kai de El Karate Kid. Otro, real, son las acciones violentas de algunos deportistas—. “Hay que estructurar los valores en metodologías que fomentan el aprendizaje”, explica la especialista en Psicología de la Actividad Física y del Deporte.

Un postulado más es que la figura del entrenador es básica, igual que lo fue la del señor Miyagi para Daniel Larusso en el ochenterísimo film. Para llevarlo a la práctica, el Centro de Educación Física y Salud Integral del ITESO ensaya de manera constante con sus profesoras y profesores de educación física, para afinar las formas en las que dirigen sus sesiones.

Uno más es que los entrenamientos se basan en el desarrollo positivo, que privilegia las habilidades, no las carencias de las personas.

A diferencia de otras metodologías deportivas que también ponen a jugar los valores sociales —como el Futbol para el Cambio Social, en el cual las reglas del juego surgen en cada partido tras una deliberación entre los jugadores y los equipos obtienen puntos por juego limpio—, en las Fuerzas Básicas del ITESO se asume a la competencia como un rasgo esencial de los deportes, “aunque no para ganar a toda costa”, advierte Pilar Rodríguez.

Lo más importante es que todo esto que suena tan bien es medido y evaluado, tanto en las prácticas y actitudes de las y los entrenadores como en las de los niños y las niñas de las fuerzas básicas.

A decir Pilar Rodríguez las evaluaciones indican que existen cambios positivos en las conductas de quienes figuran como entrenadores, mientras que a los chicos las Fuerzas Básicas el modelo de responsabilidad personal y social les ha servido para reforzar una percepción de por sí alta de los valores que forman el eje de esta metodología.

Andrea Partida señala que entre los resultados está el cambio en la visión de los entrenadores quienes ya no tienen exclusivamente el objetivo de entrenar para competir y ganar.

La aplicación y valoración continua del modelo llevó al Centro de Educación Física y Salud Integral a exponer algunos resultados en dos congresos internacionales, en Boston, Estados Unidos, en 2016, y en Sevilla, España, en 2017, y a presentar un cartel durante el V Coloquio Internacional de Psicología del Deporte, en la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Además, en enero pasado los entrenadores del Centro recibieron un curso interno de certificación en el modelo, impartido por Amparo Escartí, doctora en Psicología de la Universidad de Valencia, España, y profesora del Departamento de Psicología Social en esta institución, que se dedica al diseño, planificación y puesta en marcha de programas de intervención en la comunidad.

En esta historia, de las Fuerzas Básicas del ITESO -no la del señor Miyagi-, quienes son entrenadores y mentores, así como los niños y las niñas, son reales. Eso es mejor todavía.