Con apoyo del Banco Mundial, Roberto Osorno encabezó el proyecto de creación de una red de innovación en aquel país centroamericano, siguiendo los aprendizajes que adquirió gracias al trabajo con Demola en Guadalajara y cuyo esquema ya había probado en Kenia

En 2014, Demola, una red finlandesa de innovación abierta, llegó a Guadalajara. Aquí, con apoyo del Banco Mundial, echó a andar un proyecto que tenía por objetivo generar una plataforma de transferencia del conocimiento y adaptar a la realidad latinoamericana todo lo aprendido en Finlandia. Ambas instituciones eligieron al ITESO como socio y sede de lo que sería Demola Guadalajara, primer centro de innovación abierta en la región y cuyo trabajo no ha dejado de crecer: el modelo instaurado en México ya fue llevado a Kenia y recientemente fue aplicado en Nicaragua, país que ya echó a andar su propia red de innovación abierta en universidades públicas y está por poner en operación una más en universidades privadas. 

Pero, ¿qué es la innovación abierta? “En el modelo tradicional de innovación, hay un actor que paga los procesos de innovación con sus propios recursos, asume todos los riesgos y se queda con todas las ganancias. Pero por ahí de 2000, Henry Chesbrough propone una teoría de innovación en la que varios actores comparten recursos, riesgos y beneficios”, explica Roberto Osorno, académico del Departamento de Electrónica, Sistemas e Informática del ITESO y quien ha trabajado junto con el Banco Mundial en los proyectos de creación de redes de innovación abierta en Guadalajara, Kenia y Nicaragua. 

Osorno Hinojosa explica que la teoría de Chesbrough fue retomada en Finlandia, país que la puso en práctica desde las universidades, ya que éstas son espacios privilegiados para el desarrollo del conocimiento, la investigación y la vinculación. Prueba de ello es que aun antes de la llegada de Demola, el académico del ITESO ya estaba realizando investigaciones al respecto de la innovación abierta. Había teoría, práctica e interés: “Fue la tormenta perfecta”, dice Roberto Osorno, quien señala que, antes que una metodología de trabajo, “la innovación abierta es una filosofía del compartir, de intercambiar valor por valor y donde el dinero es apenas un recurso más de una serie de recursos necesarios para innovar. Aquí la pregunta es qué tienes para compartir con la red”. 

Los buenos resultados en Guadalajara llevaron al Banco Mundial a invitar a Roberto Osorno a replicar el trabajo en Kenia, adaptándolo a la realidad de ese país. Y después los buenos resultados en el país africano hicieron que el organismo internacional volteara hace cuatro años a Nicaragua. Se armó una red con once centros con sedes en universidades del Estado, que llegaron a atender a la gente en mayor situación de vulnerabilidad, a solucionar problemas de las sociedades rurales. 

El resultado fue “un efecto enorme en la cultura de la innovación y su relación con las universidades”, dice Roberto Osorno sobre el proyecto que recién concluyó en junio. El impacto de la red no es menor: el académico del ITESO destaca que antes de 2018 Nicaragua no aparecía en el Índice Global de Innovación, listado en el que ya aparece. Además, el éxito del modelo “tropicalizado” a partir de la experiencia finlandesa ya es objeto de estudio y publicaciones internacionales, además de dar pie a un acercamiento para comenzar una colaboración con la Universidad de Loughborough, en Reino Unido. 

Para nadie es un secreto que desde hace años Nicaragua atraviesa una crisis política. Y en medio de esa crisis, la relación del gobierno con las universidades ha sido conflictiva, no se diga con las instituciones relacionadas con la Iglesia y, específicamente, con la Universidad de Centroamérica (UCA), confiada a la Compañía de Jesús. La clave para el éxito del proyecto, dice Roberto Osorno, fue llegar “sin bandera por delante, con el único objetivo de ayudar a quien necesita ser ayudado”. En ese sentido, destaca el hecho de que la primera red se haya conformado con instituciones públicas, “en beneficio de los más vulnerados y permitiendo que los sistemas universitarios públicos se desarrollen”.  

Roberto Osorno se ve optimista. Agradece el apoyo que ha recibido de las autoridades del ITESO. Habla con entusiasmo del proyecto y celebra que ahora vaya a arrancar el proyecto de manera independiente, sin apoyo del Banco Mundial. Es, dice, el espíritu de la innovación abierta en acción: “no se depende un solo patrocinador, hay muchos actores”. Sobre lo que viene, menciona la investigación sobre plataformas y ecosistemas de innovación abierta, la vinculación con la Universidad de Loughborough, una colaboración en puerta con el Instituto Jalisciense de Tecnologías de la Información (Ijalti) que permitirá llevar el modelo fuera del ámbito universitario y buscar impulsarlo en el ámbito empresarial para beneficiar a mini y pequeñas empresas. Todo, reitera, en beneficio de quien más lo necesite, porque, concluye, “cuando te enfocas en las personas, las ideologías se desdibujan”.