Tres productores de México, Colombia y Argentina compartieron sus experiencias en el seminario Justicia y Soberanía Alimentaria en las Américas, en el que se analizó el papel que juegan los productores locales y cómo son una alternativa para la vida postpandemia.

En el principio, fue el temor. La pandemia por Covid-19 avanzaba y los gobiernos comenzaron a pedir primero, ordenar después, que la gente permaneciera en sus casas. Y la gente comenzó a hacer compras de pánico, lo que generó que en algunos lugares comenzaran a escasear los alimentos o a encarecerse. Sin embargo, lo que parecía una amenaza, terminó siendo una ventaja. Así lo describe Luis Alberto Aza, un agricultor colombiano. Y con él coincide Mabel Yanaje, una colega suya argentina. Junto con Nancy Rojas, una purépecha que trabaja en una red que busca recuperar el valor del maíz nativo y del trabajo de las mujeres en el lago de Pátzcuaro, participaron en el seminario Justicia y Soberanía Alimentaria en las Américas, en cuya organización estuvo involucrado el ITESO. 

Al hablar de cómo enfrentaron la pandemia, Luis Aza y Mabel Yanaje explicaron que, una vez que se adoptaron a la situación, las cosas fueron mejorando. Luis Aza, quien trabaja en un grupo que reúne a trece familias de agricultores en Nariño, Colombia, señala que una vez que se supero el miedo de los primeros días comenzaron a enfrentar la situación. Y a aprovecharla: durante su participación contó cómo desde hace años comercializaban su producción en el área urbana de San Juan de Pasto, capital del departamento de Nariño, gracias al apoyo de la Universidad Nacional de Bogotá, por lo que una vez que se restringió la movilidad y comenzaron las complicaciones para conseguir alimentos, las personas comenzaron a acudir directo a sus comunidades para hacerse de los diferentes productos de los agricultores, que cultivan tubérculos, hortalizas, verduras, leguminosas, maíz, plantas medicinales. “Nuestra apuesta es por la producción integral, porque no podemos dividir el entorno”, relató el productor colombiano, quien destacó la importancia de la soberanía alimentaria “primero para la familia, luego para la comunidad y luego para la ciudad. Lo ideal es ser autosostenibles en nuestro espacio, en nuestro entorno. Comenzamos a producir y la gente venía directo a conseguir los productos”. 

Para los productores locales, la pandemia es una oportunidad para cambiar la forma en que se consume y cambiar a una alimentación más sana, libre de químicos y de mejor calidad. FOTO. MADELEINE SERRANO Y MARIANA ESTRELLA.

Una situación similar relató Mabel Yanaje, integrante del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) en su rama rural. Ella explicó como desde La Plata, Argentina, comenzaron a producir alimentos abriendo espacio a la agroecología “para cambiar el sistema de producción, dejar de usar químicos e ir más allá”. Su experiencia fue similar a la de Luis Aza. Cuenta que una vez que obtuvieron su permiso como trabajadores esenciales pudieron seguir trabajando y, aunque tuvieron algunas dificultades para el tema de la movilidad, “tuvimos que modificar los ritmos de producción, porque la gente comenzó a hacer más compras, a comprar en mayor cantidades porque está más tiempo en sus casas. Nosotros nos aseguramos de cumplir con todas las medidas y disposiciones de higiene y comenzamos a hacer entregas a domicilio. Hemos tenido muy buena producción”.

La historia es diferente en el caso de la red Tsiri, a la que pertenece Nancy Rojas. En su caso, debido a que están muy focalizados en el trabajo de rescate y difusión de maíz nativo y sus productos, la dificultad vino porque sus mayores compradores son escuelas y restaurantes, por lo que el confinamiento por la pandemia fue un duro golpe. “Estamos vendiendo sólo el 30 por ciento de lo que vendíamos, lo que representa una baja en los ingresos para las mujeres con las que trabajamos. Sin embargo, no se han quedado de brazos cruzados: pronto diseñaron una estrategia para seguir trabajando. “Actualmente estamos recibiendo pedidos muy puntuales y específicos. Los lunes levantamos los pedidos y tenemos cuatro puntos de entrega en Morelia. También estamos comercializando hortalizas para apoyar a otros productores que no están pudiendo ir a hacer sus ventas”, relató Nancy. 

Las y el productor coincidieron en la importancia de generar lazos directos entre productores y consumidores no sólo para seguir comercializando los productos, sino para cambiar la forma en que se consume y cambiar a una alimentación más sana, libre de químicos y de mejor calidad.