Presentan en Casa ITESO Clavigero la novela Tichý en Bielefeld, de Gerardo Cham, quien lleva a la ficción los últimos días de la vida del fotógrafo Miroslav Tichý, un iconoclasta de la  fotografía y un libertario del arte

La historia del fotógrafo Miroslav Tichý es una historia de búsqueda de la libertad, de vivir al margen, siempre a la vera del camino principal, como un outsider, alguien que cuestiona la parafernalia del arte. Y la historia de cómo el autor Gerardo Cham conoció a este peculiar artista y se fascinó con su vida y su obra tiene que ver con una larga caminata en Praga, en la que el cansancio debido a sus pies planos lo hizo detenerse y percatarse de un cartel en el que se anunciaba una exposición de este personaje. 

Este embrujo que Cham sintió al momento de conocer la obra de Tichý, un hombre con una vida azarosa quien pasó buena parte de su vida en la indigencia, tomando fotos a mujeres en la calle valiéndose de cámaras construidas con materiales sacados de la basura, lo llevó a imaginar sus últimos días de vida y a plasmarlo en la novela Tichý en Bielefeld (Puertabierta Editores, 2022), la cual presentó la noche del jueves 24 de noviembre en la Casa ITESO Clavigero, acompañado de Susana Herrera, Mauricio Díaz y Andrés Villa. 

En su juventud, Tichý fue pintor en Praga, pero en 1948, las autoridades comunistas le prohibieron pintar desnudos, fue encarcelado por una década y lo internaron en el manicomio para “normalizarlo”. En los años sesenta, cansado de esta represión, se trasladó a Kyjov, su ciudad natal, en donde cada día salía a las calles a fotografiar mujeres llenas de vitalidad y sensualidad –se dice que hacía alrededor de 100 imágenes al día. 

“Las mujeres pensaban que él no las fotografiaba, sino que era un loquito del pueblo. Ésta fue su gran rebeldía, su manera de demostrar su libertad hacia el mundo”, expresó Cham, quien es profesor del ITESO y  doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Madrid, además de que ha publicado otras cinco novelas más: Viaje a los olivos (1998), Bajo la niebla de París (2005), Snapshot (2012), El hombre higiénico (2013) y Bastardos (2021). 

A la manera de un Diógenes moderno, y a pesar de que comenzaba a ser reconocido, Vichý siempre rehuyó a la fama, al reconocimiento y a los beneficios económicos que ello implicaba, pues nunca quiso asistir a ninguna de las exposiciones que se montaron con sus fotos en Londres, Praga, París o Barcelona, después de que en 1981, su vecino y amigo de la infancia Roman Buxbaum comenzó a visitarlo y descubrió que en su estudio había cientos de rollos e impresiones regados por el suelo. 

Susana Herrera, académica del Departamento de Estudios Socioculturales del ITESO, destacó que el texto de Cham es una propuesta desafiante, que interpela, desestabiliza y provoca muchos cuestionamientos, y que además, este relato dual, en el que además de Tichý conocemos a una de las chicas retratadas, comparte contextos marcados por la represión, el abandono, la exclusión y la sobrevivencia. 

“Los personajes de la novela son solidarios desde su marginación, desde los bordes situados en la carencia de recurso, de afectos, de sentido, de simpatía. Todos son rebeldes atormentados y en alguna medida sabios a su manera: así nos muestra Gerardo a los habitantes de esta novela. Se trata de una reivindicación conmovedora de la resistencia, casi silenciosa, dolorosa, cotidiana, casi siempre solitaria y, en la mayoría de los casos, desapercibida”, expresó. 

Por su parte, Mauricio Díaz, académico de la Universidad de Guadalajara, reconoció la validez de la mirada de Cham, que desde Guadalajara cuenta una historia situada en Europa, pero lo hace desde la marginalidad de la belleza, desde lo inacabado, desde la insinuación de lo propio que se desdobla en lo ajeno: “Gerardo no viaja como turista, sino para reinventar y señalar, y dejarnos con la tentación. Tienta explora, provoca y re-coloniza, contamina al lector, lo obliga a descubrir, a compartir su ejercicio de recreación”, dijo. 

Finalmente, el realizador audiovisual y documentalista Andrés Villa centró su análisis en el lenguaje visual del propio Tichý, enfatizando su postura radical de mantenerse fuera del sistema de mercado del arte, inclusive en la producción misma de sus imágenes fantasmales, a través de un proceso sumamente falible y cuyo resultado es casi un accidente, lo que considera no sólo una estratagema estética, sino además una postura filosófica y de vida: “Tichý se abre paso como un artista único en este mundo de la imagen”, consideró. 

FOTO: Roberto Ornelas