Paul Valadier, jesuita y filósofo francés, vertió en el ITESO agudas reflexiones sobre la histórica y tensa relación entre lo espiritual y la política.

Lejos del pesimismo, el nihilismo y hasta el cinismo de personajes tan disímbolos como Friedrich Nietzsche o Groucho Marx –autor de aquella célebre frase: ‘Estos son mis principios; si no le gustan… Tengo otros’–, el pensador y filósofo de la política francés, Paul Valadier, SJ, tejió en la Biblioteca del ITESO una amplia disertación en torno a las invaluables aportaciones que el mundo de lo espiritual y lo místico han hecho históricamente al tantas veces enlodado y vilipendiado mundo de la política.

Y lo que hizo Valadier, fue diferenciar categóricamente lo espiritual de lo religioso y las iglesias (sean la católica, la musulmana o la judía). Sus palabras llegaron en directo a casi un centenar de personas que acudieron a la terraza de la biblioteca al ciclo de conferencias dictadas por el galo, “Hacia una política con espíritu”.

“Lo espiritual va más allá de las organizaciones religiosas. Cada humano tiene una vida espiritual, que no es algo propio de los creyentes y nada más; es el conocimiento del propio espíritu a través de las artes, de la lectura, de la meditación personal. Es interrogarnos, a nivel personal, sobre nuestros destinos, ¿adónde voy, quién soy? Sin estas preguntas seríamos robots, animales laborantes –según la expresión de la filósofa Hanna Arendt–, bestias, vacas en el campo que rumian nada más”.

Valadier defendió con vehemencia la laicidad de los estados genuinamente democráticos, e incluso llegó a decir que desconfía de los gobiernos que se asumen abiertamente partidarios de una religión, citando a la España de Francisco Franco y a algunos países islamistas radicales.

«Hombres y mujeres de nuestros países pudieron resistir a la arbitrariedad y decir ‘No’. Su resistencia fue una afirmación de que los abusos no pueden ser aceptados por el ser humano»

Una vez que dejó bien asentada su aprobación de la sana separación entre Iglesia y Estado, el autor de libros como Lo espiritual en política, Valadier, profesor emérito de las facultades jesuitas en París, mostró su optimismo ante el rumbo que el ser humano es capaz de darle a la política, para lo cual echó mano con toda naturalidad de una luminosa lista de pensadores: Rousseau, Sócrates, Sartre, Arendt, Hobbes, Weber, Robespierre, Jesucristo, Martin Luther King…

“La vida política no es un campo de rosas, es un campo de batalla. La política puede ser algo positivo, siempre y cuando esté abierta a los valores del espíritu. La política sin conciencia, sin referencia a la espiritualidad, es la ruina de la sociedad”, afirmó Valadier.

“Las nuevas generaciones que leyeron a Sócrates, a Jesús y a Antígona y que dicen no a la arbitrariedad de la política, también conocieron a Martin Luther King, a Nelson Mandela, a Gandhi, a la Madre Teresa, materiales fecundos para forjar libertades, ser conscientes de su propia dignidad y de su poder de ubicarse en contra de los abusos”, señaló el jesuita, quien era consciente de la relevancia histórica del día en que vino por primera vez al campus ITESO: el 2 de octubre.

“Hombres y mujeres de nuestros países pudieron resistir a la arbitrariedad y decir ‘No’. Su resistencia fue una afirmación de que los abusos no pueden ser aceptados por el ser humano; hay que dar a la política una forma más humana, y creo que hoy es importante recordarlo en este día tan memorable”.

“El compromiso supone ensuciarse las manos”: Jean Paul Sartre

Humildad, capacidad de diálogo, de reconocer los errores propios y un compromiso con la acción y no solo con la palabra, fueron algunos de los ingredientes expuestos por Valadier a la hora de querer cocinar una política dirigida al bien común y no a las satisfacciones personales y meramente económicas.

“[Jesús, Antígona y Sócrates] Murieron por este enfrentamiento con la política, pero no podemos decir que han fracasado. Lo espiritual es válido. ¿Podemos decir que no cambiaron el curso del mundo? No podemos. No fueron políticos, no fueron el César o Lenin, pero hablaron de valores del espíritu que les hicieron pagar el precio social y político de sus convicciones. Fueron una victoria de la espiritualidad sobre el mundo carnal. Las tiranías quisieron borrarlos de las mentes de los hombres, pero ellos trascendieron la barbarie”.

Ese compromiso político y humano que describió, el cual puede anidar en el Presidente de la República o en el más común y corriente de los ciudadanos, ha de centrarse, a decir de Valadier, en la creencia de que una sociedad no debe “conformarse nunca con lo peor”.

“Es necesario que los desacuerdos se expliciten, que el legislador o el político busque compromisos, invente soluciones legislativas que aseguren de la manera menos peor la vida de las ciudades. La vida espiritual no lleva a la intransigencia y a la rigidez, sino a la flexibilidad necesaria para que la convivencia sea posible, aceptando las diversidades”.

 

Problemas grandes, pensamiento a largo plazo

“No quiero ser ingenuo”, dijo Valadier en un par de ocasiones, advirtiendo que su optimismo por el futuro de la política –ese mal necesario, plagado de individuos que solamente buscan el poder– está más lleno de preguntas que de certezas.

“Hay problemas que no se pueden resolver a largo plazo: narcotráfico, corrupción, terrorismo, el medio ambiente… Las medidas tomadas siempre van a parecer débiles, insuficientes, pero hay que tomarlas con una mirada amplia y estimar su duración. Ningún ideal se va a concretar de un solo golpe, de un día para otro”, aseveró.

“Alguien que cree en las fuerzas del espíritu no debería ceder ante el vértigo de la derrota y el negativismo. Si el nihilismo del que habla Nietzsche dice que todo es en vano, que la nada tendrá la última palabra, hoy tenemos que luchar contra la tentación que implica este nihilismo que nos ciega”.

Cuestionado por los asistentes acerca del sistema económico liberal contemporáneo y la impunidad como un freno a la confianza de los ciudadanos en sus dirigentes e instituciones, Valadier navegó entre la crítica directa y, una vez más, el optimismo cauteloso.

“Los hombres y las mujeres son capaces de lo mejor… Aun cuando sabemos que también son capaces de lo peor”

“Uno de los problemas más grandes en la economía liberal es que está ligada a un ser humano puramente racional, un hombre calculador. Esto no lo es todo en el ser humano, es una gran debilidad de nuestra economía liberal, ya que hace de nosotros solamente consumidores satisfechos porque tenemos bienes a voluntad. Olvida los valores del espíritu, como la cultura y el arte; no podemos vivir sin arte, sin belleza…”, respondió Valadier, para luego centrarse en los esfuerzos globales por combatir la impunidad, en particular la creación de instituciones como el Tribunal Internacional de La Haya.

“La creación de un Tribunal Internacional Penal es un principio, algo que está en pañales, son primeros pasos, pero si vemos a largo plazo, son esfuerzos significativos que nosotros, como humanidad, no podemos tolerar, no queremos ya tolerar tiranías”, consideró el doctor en teología y filosofía.

“Siempre existirán tiranos, pero algún día serán castigados. [Vladimir] Putin o Bashar al-Asad [presidente de Siria] nunca llegarán a La Haya, estoy convencido de ello; esto es un defecto, una falla que existe en estos tribunales. Siempre habrá criminales que van a escapar de los tribunales, no tenemos que ser ingenuos, pero la presencia de legislaciones y un Estado de derecho, son esenciales para que la sociedad diga: ‘Hay cosas que no podemos aceptar’”.

Palabras de alguien que confía en sus semejantes, a pesar de todo. “Los hombres y las mujeres son capaces de lo mejor… Aun cuando sabemos que también son capaces de lo peor”.

Valadier estuvo acompañado en la mesa por representantes de las instituciones que coordinaron su visita a México: Francisco López, SJ, de la Compañía de Jesús; Mario López, jefe del Centro de Investigación y Formación Social del ITESO (CIFS); Héctor Insúa, legislador del Partido Acción Nacional en Colima, y Tomás Figueroa, presidente del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Jalisco (IEPC). Texto Enrique González Foto Roberto Ornelas