Debido a la expansión de las nuevas tecnologías, que reconfiguran los modelos de negocios, todo apunta a que hay empleos que dejarán de ser necesarios, pues estarán a cargo de las máquinas. Sin embargo, surgirán otros, que tal vez todavía no terminemos de imaginarnos. ¿Qué conviene tener en cuenta ante este nuevo panorama laboral?
POR GABRIEL ORIHUELA
Fábricas que se administran a sí mismas, supermercados sin cajeros, algoritmos que ofrecen consultas médicas y legales, autos de Uber que se manejan solos (en los que quizá vuelvan a abrirte la puerta, aunque no te ofrezcan agua).
Son sólo algunos ejemplos de las aplicaciones actuales de la llamada, entre otras formas, Revolución Digital, Cuarta Revolución Industrial o Revolución 4.0: la adopción masiva de servicios digitales por parte de consumidores, empresas y gobiernos.
Esta revolución es el resultado de una mezcla de tecnologías que permite hacer más eficiente la cadena productiva, simular virtualmente la fabricación de un producto, prevenir y reparar averías a distancia y flexibilizar la producción, todo ello sin disparar los costos operativos, según el centro tecnológico de telecomunicaciones gallego Gradiant.
¿Ciencia ficción? La verdad es que las tecnologías en las que está basada esta reorganización de la producción existen desde hace tiempo, y de seguro has oído hablar de ellas o hasta las usas (o te usan) cotidianamente.
Estas tecnologías incluyen la Internet de las Cosas —IoT, por sus siglas en inglés—; la Internet Industrial de las Cosas —el uso de las tecnologías iot en los procesos industriales—; la impresión 3d, que permite crear prototipos o hasta lotes pequeños de productos a muy bajo costo; y el big data —el enorme volumen de datos resultado del registro de actividades que todo mundo hace, como comprar un café o conducir un auto–.
También la inteligencia artificial: algoritmos capaces de aprender de forma autónoma a partir de la información que reciben; la robótica colaborativa: robots industriales que cooperan con los humanos de manera estrecha; la realidad virtual —entornos generados mediante tecnología informática, que crean en el usuario la sensación de estar inmersos en ellos— y la realidad aumentada, que consiste en añadir información virtual a la información física.
¿Y a mí todo esto qué?
Si todo esto te suena a que entraste por error a una clase de ingeniería y a que no tiene que ver con tu vida, piénsalo de nuevo: el Foro Económico Mundial advierte que, a medida que surgen modelos de negocio disruptivo, el panorama laboral se ve profundamente afectado. El resultado será una importante generación de empleo y un mayor desplazamiento laboral, además del incremento de la productividad y la ampliación de las brechas entre las habilidades que los empleadores necesitan y las que los potenciales empleados pueden ofrecer.
La única razón por la que el párrafo anterior no te dio escalofríos es porque está escrito en el tono eufemístico tan usado por los organismos económicos internacionales. La traducción para humanos es: estos cambios crearán nuevos empleos en ámbitos que ahora no existen, pero otros más dejarán de necesitarse y cada vez habrá más diferencia entre lo que las empresas necesitan y lo que los trabajadores sabemos hacer.
Esto es: si los robots construyen autos, ¿para qué nos necesitarían como obreros? ¿Qué vamos a hacer los taxistas cuando los coches sean autónomos? Si un algoritmo es mejor para encontrar manchas sospechosas en una imagen radiológica, ¿eso dejará fuera del negocio a los médicos?
Víctor Manuel Larios, coordinador del Centro de Innovación de Ciudades Inteligentes del Centro Universitario en Ciencias Económico Administrativas de la UdeG, advierte que hay estudios internacionales según los cuales, “los abogados, 80 por ciento de lo que ellos saben hacer y aprenden en una universidad va a ser reemplazado por inteligencia artificial, porque son tareas —revisar un contrato, las cláusulas y todo— muy repetitivas”.
Un artículo escrito por Johan Aurik, presidente del consejo de administración de la consultora A.T. Kearney, recuerda que en 2013 la Universidad de Oxford estimó que cerca de la mitad (47 por ciento) de los empleos de Estados Unidos se podría perder debido a la automatización en las próximas dos décadas. Y la consultora Deloitte prevé que más de la tercera parte de los trabajos actuales en el Reino Unido corre el riesgo de ser reemplazada en los próximos 20 años como resultado de estos avances tecnológicos.
Por su parte, el secretario de Innovación, Ciencia y Tecnología de Jalisco, Jaime Reyes Robles, menciona algunos estudios globales que estiman que para 2025 o 2027, México podría perder hasta 9 millones de empleos, mientras que el año pasado, el Instituto Global McKinsey pintó un escenario mucho peor: está en riesgo 52 por ciento de los trabajos en el país, es decir, más de 25 millones.
Es cierto que, en México, la adopción de estas tecnologías es incipiente y desigual: mientras que en plazas industriales, como Monterrey, Querétaro y Guadalajara, ya hay fábricas con alto grado de automatización, si bien la mayoría de los procesos todavía depende mucho de la mano de obra. Lo mismo puede decirse de varios sectores productivos, considera Jorge Barajas, quien por años participó en el Centro de Reflexión y Acción Laboral, conocido por su acrónimo Cereal, una organización no gubernamental dedicada a prestar apoyo legal a los trabajadores.
“No todos los procesos productivos, hablando de los industriales, son susceptibles de automatizarse, sólo sectores como el automotriz, los de la electrónica, la aeronáutica, la producción editorial y de contenidos. Pero hay sectores amplios que no se van a ver afectados”. Sin embargo, el impacto sobre los trabajadores que se verán desplazados por la tecnología puede ser de tal magnitud que acreciente la brecha que separa a los que tienen más de los que menos tienen. Esto implica la necesidad de programas gubernamentales y de una nueva política salarial y de redistribución de la riqueza, considera.
“Parte de lo que se está planteando ahora es si la trascendencia del ser humano puede comenzar a pasar más por las labores de disfrute, como conocer el mundo, que por las labores del trabajo”, explica Ignacio Román Morales, profesor investigador del Departamento de Economía, Administración y Mercadología del ITESO.
“Esto tiene un obstáculo gigantesco, que es la lógica de la economía de mercado, porque en economía de mercado, a la hora de buscar procesos de alta rentabilización de todo este tipo de actividades, vas a generar cada vez que un grupo muy pequeño, decreciente, de la población sea el que se beneficie de este conjunto de procesos de producción”.
Esto crea una triste paradoja: en un mundo en el que la tecnología promete crear un entorno para que las personas tengan mucho más tiempo libre y puedan disfrutar de otras aristas de la vida, la brecha que separa a quienes tienen acceso a ella de quienes no lo tienen, amenaza con que sea otra promesa incumplida.
“Justamente en el momento en que las capacidades tecnológicas del ser humano le permiten satisfacer de mejor manera su realización como ser humano, es cuando menos se puede realizar la mayoría de la gente, debido a los procesos de polarización social que vienen implicados con esa tecnología”, precisa el especialista en trabajo y política social del ITESO.
“Muchos de los productores de las materias primas necesarias para las altas tecnologías son gente que vive en países muy pobres, en condiciones miserables”.
En cuanto a la defensa de los derechos de los trabajadores, la creación de sindicatos se antoja parte de la solución, pero se enfrenta al desencanto, la decepción y el desconocimiento de un sindicalismo auténtico.
“El individualismo y la cultura de la competitividad arraigaron con mucha fuerza y los proyectos grupales son difíciles de crecer”, agrega Jorge Barajas.
Los tecnoptimistas
Hay quienes son más optimistas y afirman que, más que desaparición, lo que habrá es una reconversión del empleo. Después de todo, ¿quién se iba a imaginar hace algunas décadas que alguien trabajaría diseñando páginas web o gestionando redes sociales?
“Van a desaparecer empleos de los que hoy conocemos, de eso no tengo duda, eso no lo contradigo. Pero con la aparición del automóvil, después de que Ford instrumentó la producción masiva de vehículos, se acabó un oficio: el del cochero, el que manejaba la carreta jalada por caballos. Sí, se acabó ese empleo, pero ¿cuántos empleos nuevos salieron de chofer de un automóvil?”, argumenta Daniel Curiel, coordinador del Consejo de Cámaras Industriales de Jalisco (CCIJ).
El representante de los industriales del estado recuerda que hace poco conoció una fábrica local que adquirió un robot para doblar perfiles para las estructuras usadas en la construcción de camiones y autobuses de transporte público.
“Sí, desaparecieron cuatro empleos con ese robot, pero lograron casi duplicar su capacidad de terminar camiones; entonces se generaron muchos más empleos que los cuatro: en donde pintaban, en donde armaban, en donde hacían tapicerías…”, explica.
El año pasado, Carlos Toxtli, investigador de la Universidad de West Virginia, afirmó en una conferencia que la inteligencia artificial y el proceso robótico de automatización reemplazarían a sectores de profesionales como los de los gestores de social media, médicos, abogados, contadores, choferes y operadores de bolsa. Sin embargo, hay actividades que necesitan aún de las habilidades humanas, como los trabajos creativos, la de barman, los trabajos científicos y los empleos en restaurantes de comida rápida.
“Bienvenidos al siglo XXI”, dice Larios, de la UdeG, cuando se le pregunta qué pueden hacer los trabajadores ante estos cambios.
“Los taxistas van a tener que reinventarse en sus trabajos hacia áreas donde las tareas no sean tan repetitivas, tan cansadas como estar al volante tantas horas. Tendremos que evolucionar como sociedad para ver en dónde hay otros trabajos de valor”, añadió.
Pero antes de decidir si te salen mejor los tragos o las hamburguesas, sería bueno escuchar el consejo de Ramón Morales, vicepresidente de Innovación de la Cámara Nacional de la Industria Electrónica, de Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información (Canieti), sede Occidente: “Puedes buscar la manera de integrar esas tecnologías a tu actual trabajo”.
El también director de Innovación en el Centro de Diseño de Guadalajara de Intel cuenta que conoció a uno de los mejores cardiólogos del estado, reconocido en México y América Latina, quien está usando una mezcla de programas de inteligencia artificial y WhatsApp para llegar a diagnósticos más certeros.
Este proceso de reconversión también implica que los ingenieros —los únicos que parecen estar a salvo del tsunami industrial— aprendan a trabajar con profesionistas de otras disciplinas. “Este ingeniero no tiene que aprender a trabajar sólo con ingenieros, sino que tiene que aprender a trabajar con personas de diferentes profesiones y entender sus lenguajes y sus vocabularios para ver cómo entre todos suman en esta competitividad, porque una empresa tiene diferentes frentes para cubrir”, explica Larios.
Encuentra el reportaje completo en Magis bit. ly/2OxhstD