Distintas académicas ofrecen aproximaciones a la lucha de las mujeres desde perspectivas históricas y coyunturales durante la II Semana de Filosofía del ITESO: “Filosofía y Feminismo”

Entender al movimiento feminista a través de la simbología y la estética de las marchas del 8M, desde los ecofeminismos surgidos en los años 60 y 70, o desde una tragedia desgarradora como los feminicidios de Ciudad Juárez fueron algunos de los momentos que se vivieron durante la II Semana de Filosofía, que en esta segunda edición exploró la temática “Filosofía y Feminismo” de la mano de distintas catedráticas del país. 

Tras un ecofeminismo cívico

Durante la conferencia del pasado miércoles 6 de abril, Lizbeth Sagols,  doctora en filosofía por la UNAM, reflexionó en torno al ecofeminismo, entendido como un movimiento teórico y práctico de carácter internacional que ve una estrecha relación entre la subordinación de la mujer y la destrucción de la naturaleza por parte del patriarcado; se trata de un movimiento que surgió entre los años 60 y 70, íntimamente vinculado a las protestas contra la Guerra Fría y las pruebas nuclearas y ante la evidente destrucción del medio ambiente por el desarrollo del capitalismo industrializado. 

Ante la pluralidad de visiones en el ecofeminismo, se exploraron aproximaciones histórico-metodológicas teniendo como destino final la propuesta de la filósofa española Celia Amorós. Previamente, la investigadora puso sobre la mesa y cuestionó la existencia de un primer ecofeminismo basado en la mistificación naturalista del papel de la maternidad biológica como identidad de la mujer, que celebraba el amor a la vida, la liberación sexual y la recuperación de lo femenino como principio erótico, dado que las mujeres tenían el secreto de la expansión de la vida. 

“Este ecofeminismo ve a la mujer como si fuera un ángel del ecosistema, pero no va a poder transformar el patriarcado, porque no cambia la concepción de la mujer y deja intacta la idea tradicional construida a partir de la entrega de su poder a los hombres”, expresó la académica. 

Sagols destacó la postura de Amorós de un eco-feminismo cívico, alejado del naturalismo esencialista exaltador de la mujer, entendiendo que no existe una categoría general de mujer porque esta es diversa, aunque reconoce que está atravesada por el poder patriarcal.  

“Para Amorós se trata de ser incluidos en la igualdad universal como norma reguladora, lograr una universalidad interactiva que ejerza la racionalidad de la comunidad global. El punto central es que todos los humanos quedemos insertos una cultura de diálogo interactivo, no se trata de hacer una cultura aparte, sino de reconocer nuestra liga con la tradición y contribuir a ella para introducir novedades”, destacó. 

Vidas vulnerables

Tendiendo puentes con el análisis sociológico y con la realidad lacerante de los feminicidios en México se desarrolló la primera conferencia del jueves 7 de abril, que tuvo como punto de partida la exposición de la académica del ITESO, Lorena García Caballero, doctora en filosofía por la UNAM, quien a partir de la discusión de los conceptos de nuda vida, vulnerabilidad y “sujetos desechables” dio paso a la exposición de la economista, así como doctora y maestra en pedagogía Laura Echevarría, quien conoce a fondo el tema de los asesinatos de mujeres en la industria maquiladora de Ciudad Juárez. 

El concepto de nuda vida fue creado por el filósofo italiano Giorgio Agamben en referencia  a aquellas vidas que no merecen vivir y a las que se puede matar impunemente, en este contexto el soberano ejerce el poder como un estado vacío de derechos, de tal suerte que el estado de excepción se naturaliza y deviene en un estado normal, esto transforma la biopolítica en una tánato-política. 

“Es ese umbral más allá del cual la vida deja ya de ser políticamente relevante, y no es no más vida sagrada, por lo cual puede ser eliminada impunemente”, explicó García. 

Mientras que, tomado de Etienne Balibar, el término “sujeto u hombre desechable” tiene que ver con la violencia estructural y violencia subjetiva que se ejerce cotidianamente en sociedades en las que los límites de lo que es humano y lo que es natural tienden siempre a enmarañarse. 

Sobre esta base teórica, Echevarría recordó que el primer caso de feminicidio documentado en Ciudad Juárez fue el de Alma Chavira Farel, niña de 13 años cuyo cuerpo fue encontrado el 23 de enero de 1993 después de ser atacada sexualmente y estrangulada. Para 2017 se calculó que existían 1,779 mujeres asesinadas en esta ciudad chihuahuense. Detalló además que de 1985 a 2016 se registraron en el país más de 52 mil homicidios de mujeres con presunción de catalogarlos como feminicidio. 

Detrás del horror, se esconde, además de la indiferencia de autoridades y de la propia industria maquiladora, una versión dominante de la identidad masculina, una ideología de poder y opresión en la cual a los varones se les niega no sólo el derecho a la afectividad, sino también a manifestar el dolor. A partir de ahí, la sociedad patriarcal se ha ido constituyendo como un proceso de subordinación y de negación de los otros, no sólo las mujeres, sino los colectivos LGBT, o cualquier postura que no se enmarque en los marcos de la heteronormatividad. 

Inmersión al 8M

Por su parte, en el cierre de la semana, la doctora Raquel Gutiérrez Aguilar, matemática, filósofa y socióloga de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla con su ponencia “Tiempos de Rebelión Feminista”, aportó claves de la lucha feminista mediante un análisis estético y simbólico de los manifestaciones y movimientos adherentes al 8M que vienen trabajando desde el estallido social de octubre de 2016 en Argentina y América Latina, luego del asesinato de la adolescente Lucía Pérez en la Ciudad de la Plata.  

“Lo que está ocurriendo en la última década con énfasis en los últimos 6 ó 7 años es esta capacidad de múltiples mujeres jóvenes de recuperar su voluntad expresiva, de incomodar, de decir con claridad aquellos con lo que no están de acuerdo, de poner el cuerpo en la calle, de establecer que están luchando contra todas las violencias”, dijo Gutiérrez Aguilar. 

Para la investigadora estos espacios feministas, que alteran la estética en el espacio público, aportan una nueva forma de pensar lo político, lo hacen a través de sus formas de organización colectiva, por medio de sus cantos y consignas, en el comportamiento de sus marchas que se alejan de los centros de poder y que apuestan por un diálogo entre ellas, o hasta en el modo de portar el distintivo pañuelo verde o morado, una herencia del que usaban las Madres de la Plaza de Mayo, quienes usaron los pañales de sus hijos desaparecidos para recordar su búsqueda. 

“Estamos ante una cromática de la irreverencia. El uso del pañuelo establece una inscripción genealógica, porque es reconocimiento de quien luchó antes que ti, aunque haya luchado de una manera distinta. El lenguaje de la ocupación de calle está poniendo en acto elementos de lo que queremos, es la manera jubilosa, festiva, ruidosa, autónoma, que va decidiendo con cabeza propia”, añadió. 

FOTO: Luis Ponciano