En una casa a las orillas de Zapotlanejo, camino a Tototlán, el ITESO llevó a cabo un proceso de capacitación entre ciudadanos de aquel municipio para reflexionar sobre los costos emocionales que la migración deja en las familias.

Caer en cuenta de lo que la ausencia de alguien que se va de casa genera en el día a día en los familiares que se quedan, fue el motivo central del trabajo de durante dos días en la llamada Formación de Promotoras Locales Voluntarias especialistas en Migración y Familia, proyecto impulsado por el Programa de Asuntos Migratorios del Centro de Investigación y Formación Social del ITESO (CIFS).

Zapotlanejo

Temas como causas y consecuencias de la migración; la salud emocional de los migrantes y sus familias; los derechos del migrante y su familia; leyes e instituciones que los protegen; derecho laboral de los migrantes temporales; gestión y trámites migratorios; programas públicos de apoyo a los migrantes y sus familias; educación popular o arte-terapia, entre otros, fueron abordados por el CIFS -con el apoyo de alumnas y de académicos de la Maestría en Desarrollo Humano– con la finalidad de formar al grupo de mujeres como Promotoras Locales que trabajen en apoyar las diversas necesidades que la migración genera en las familias y el resto de la población de su comunidad.

“Para Jalisco, estado que ha sido de las principales entidades expulsoras de migrantes a EU, la migración se ha vuelto parte del paisaje; es muy conocido el escuchar que ‘no hay jalisciense que no tenga un pariente en EU’ y la partida de los jóvenes de comunidades rurales pareciera ser, en algunas épocas, parte de un proceso de llegar a la edad adulta”, afirmó Sofía de la Peña, coordinadora del programa, y agregó que esto ha generado una especie de efecto contradictorio: la migración se ha «naturalizado», lo que en cierto modo dificulta asumir una identidad migrante, ya que los familiares van y vienen como modo de vida.

Sin embargo, esto no ha favorecido el tomar conciencia de los efectos que a nivel emocional y sociocultural viven, tanto los que están allende la frontera, como los familiares que se quedan. La incertidumbre, el duelo de la separación, los cambios de roles o el aislamiento social son parte de las vivencias cotidianas que es necesario transformar para poder pasar de ser las “Penélopes” que aguardan, a ser mujeres que mueven el compás de espera y construyen sus propias redes de apoyo en su comunidad para trabajar sus emociones, y sacar mejor provecho a esa condición de familiares de migrantes.

El trabajo se realizó a través de reuniones semanales cada tarde de miércoles y de algunas capacitaciones intensivas con especialistas en alguno de los temas, para ir conformando ese grupo de crecimiento en el que se compartieron vivencias, se aprendieron contenidos y se fortaleció el compromiso por ser posteriormente formadoras de nuevos grupos que vayan conformando una red -que ya es internacional- de promotoras en los temas de migración y familia.

Este modelo educativo surgió en 2007 a partir del Programa Mujer y Familia Migrante que el Servicio Jesuita a Migrantes comenzó en siete municipios del Estado de Veracruz y actualmente ya se ha replicado en Puebla, Hidalgo, Chicago y aquí en Jalisco, a través de este grupo en Zapotlanejo. Es un proyecto en colaboración con la Red Jesuita con Migrantes de Latinoamérica y el Caribe. Texto Sofía de la Peña Foto CIFS