Con 30 años detrás del sismo que sacudió a la Ciudad de México y entidades aledañas, aún queda mucho trabajo por hacer en materia de prevención.
Un sismo de 8.1 cuyo epicentro fue en las costas de Jalisco, obligó a suspender actividades y a desalojar los edificios del ITESO; además, se atendió a un alumno que resultó herido cuando el edificio C se colapsó debido al movimiento telúrico registrado el jueves 17 de septiembre.

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El sismo nunca existió. Esa fue la hipótesis con la que la universidad participó en la serie de simulacros que a nivel nacional tuvieron lugar con motivo de los 30 años del sismo de 1985.

Sonaron las alarmas. El tiempo promedio de evacuación de los 29 edificios del campus durante el ejercicio de las 11:30 horas fue de 2 minutos con 18 segundos, siendo el edificio M el más rápido (48 segundos) y el D el más lento (4 minutos y 56 segundos).

En un segundo simulacro, a las 17:00 horas, los alumnos y académicos desocuparon los edificios en un tiempo de 2 minutos y 9 segundos.
La persona lesionada fue rescatada por la brigada de búsqueda y rescate, la cual lo trasladó para que fuera atendido y le inmovilizaran la pierna antes trasladarlo a un hospital.

El simulacro matutino fue presenciado por Federico García, segundo comandante de la Unidad Estatal de Protección Civil, quien al terminar el ejercicio se reunió con el Comité de Protección Civil del ITESO (http://proteccioncivil.iteso.mx).

García resaltó la importancia de estas cuatro brigadas de la universidad, puesto que en caso de un verdadero sismo, Protección Civil podría estar atendiendo otros puntos de la ciudad. “No cuenten con Protección Civil en ese momento; ustedes son Protección Civil, ustedes toman el mando”, les dijo.

Prevención e investigación: los retos de la ingeniería sísmica
Del sismo de 1985, en el que los cálculos oficiales apuntan que fallecieron unas 10 mil personas (hay otros conteos que elevan esa cantidad hasta 40 mil), quedan lecciones de prevención que todavía no terminan de asentarse en estados como Jalisco, considerada como zona sísmica.

El Servicio Sismológico Nacional (SSN), organismo del Instituto de Geofísica de la UNAM, tiene a aquel sismo catalogado como el segundo de mayor magnitud registrado en México, con 8.1 grados de magnitud en la escala de Richter. Aunque en Jalisco las consecuencias fueron menos severas que en el Distrito Federal, el estado figura como territorio afectado en la lista de los peores sismos del Siglo XX.

Padeció de cerca el sismo del 3 de junio de 1932, el de mayor magnitud registrado en la era instrumentada de México, según el SSN, con 8.2 grados de magnitud y 400 muertos. También sufrió el ocurrido el 9 de octubre de 1995 (8.0 grados, 61 muertos y mil damnificados) y el sismo de subducción del 22 de enero de 2003 (7.2, 29 muertos y 10 mil damnificados).

En lo que va del Siglo XXI, 21 sismos mayores a 6 grados Richter se han registrado en México, y Jalisco figura entre los epicentros y las zonas de alcance.
“Las personas no creen si no les sucede. No se considera que estamos en una zona que puede sufrir grandes tragedias. En un terremoto grave pierdes tu casa entera y hasta tu vida, y que no se tomen medidas precautorias es un problema de orden social y también profesional”, afirma Rafael Martín del Campo, académico del ITESO y especialista en ingeniería sísmica.

Desde la tragedia de 1985, el ITESO ha tenido una participación activa a la hora de apoyar a la sociedad civil. Aquel 19 de septiembre, Zapotlán el Grande (Ciudad Guzmán) padeció los efectos del temblor con 32 muertos, más de 900 heridos y la destrucción del 60% de casas habitacionales, según el ayuntamiento de la ciudad.

Eduardo Arias, académico del ITESO, recuerda que él, junto con alumnos de Arquitectura, se desplazó a la colonia Cristo Rey, donde se derrumbaron hasta 300 viviendas. Allí hicieron levantamientos y proyectos de viviendas coordinados con la comunidad, además de conseguir recursos de Cáritas Internacional para su ejecución.

“No es tan sencillo avanzar en una área de conocimiento en la que los resultados se ven después de las catástrofes, pero lo mínimo que debemos hacer es generar conciencia”, opina Martín del Campo.

Cuando en 1994 se creó el Grupo Interuniversitario de Ingeniería Sísmica, conformado por académicos de distintas instituciones, el ITESO se unió a él con el objetivo de tener mejores registros de tipo acelerográfico que ayudaran a mitigar el efecto de los sismos, suministrar información necesaria para mantener y actualizar los parámetros de diseño de los Reglamentos de Construcción locales y generar una cultura de la prevención.

La presidencia municipal quería desplazar a los habitantes a otra zona, con la sospecha por parte de vecinos de que había intereses inmobiliarios detrás de la relocalización. Investigadores del ITESO y estudiantes proporcionaron el estudio de mecánica de suelo que permitió corroborar que la zona era segura y lo que había que mejorar eran las condiciones de construcción.

Luego del sismo que se registró en el occidente del país en 2003, alumnos y profesores del ITESO iniciaron diversos trabajos en apoyo a comunidades de escasos recursos ubicadas en el municipio de Zapotitlán de Vadillo, Jalisco, coordinado por Martín del Campo. Se realizó la reconstrucción en la cabecera municipal y cinco poblaciones aledañas, y se continuó los subsecuentes años con un estudio de materiales para la reconstrucción, un mapa de zonificación geotécnica y sísmica y la definición del coeficiente de diseño sísmico para edificaciones del lugar.

Cultura de la prevención
“No es tan sencillo avanzar en un área de conocimiento en la que los resultados se ven después de las catástrofes. Pero lo mínimo que debemos hacer es generar conciencia”, opina Martín del Campo.

Todavía no existen medidas precautorias lo suficientemente avanzadas en materia simológica, pero sí en mejores prácticas de construcción que pueden prevenir desastres mayores en caso de siniestros. El Laboratorio de Estructuras Mayores del ITESO, inaugurado en julio de 2014, permite conocer a detalle el comportamiento y la resistencia de materiales tan diversos como el acero, la mampostería, plásticos, concreto o madera ante distintas condiciones adversas.

Faltan recursos e interesados en investigación: Martín del Campo señala que la fuente sismogénica a 300 kilómetros de la costa de Jalisco, el Río Santiago como falla geológica y los registros de sismos de escala mayor a 6.4 grados que ha padecido la entidad en los últimos 50 años son pruebas de que esta zona no debe escatimar en investigación y prevención.

“Hemos avanzado en la cultura de prevención en los simulacros y en mejores técnicas de construcción, pero se necesita más. La gente olvida. Desde la perspectiva científica, entre menos suceda, es peor, y nos hemos alejado de fechas de sismos importantes en la zona. Pero si no pasa, se olvida, y si se olvida, no existe”, apunta Martín del Campo. Texto Adriana López-Acosta y Judith Morán Foto Roberto Ornelas