Si polarizamos el arte, ligándolo a la subjetividad, y a la ciencia, ligándolo a la objetividad, nos perderemos de la profunda complejidad de pliegues y texturas con las que está entramada nuestra cultura y en la que irremediablemente la ciencia y el arte son cauces para comprender la realidad.

POR MAYA VIESCA LOBATÓN, COORDINADORA DE COMUNICACIÓN DE LA CIENCIA

Cuando queremos relacionar campos como el arte y la ciencia, que nos han dicho que son tan distintos, no podemos dejar de iniciar planteándonos qué entendemos sobre cada uno de ellos, para luego ver si realmente es posible establecer puentes. 

Es probable que muy pronto no nos sirvan las respuestas superficiales y que conforme queramos ahondar con seriedad encontremos aún más preguntas, lo que puede no dejar de ser divertido. Las preguntas pueden ser de distinta índole, ¿se trata de campos complementarios? ¿Cuándo hablamos de complementariedad de qué hablamos, de sus métodos, de sus recursos tecnológicos, de sus producciones, de sus formas de trabajo? ¿o hablamos de sus visiones de mundo? ¿de sus posturas políticas? 

También cambiarán las preguntas si reconocemos desde donde las hacemos, ¿somos artistas, somos científicos -creadores? ¿o somos usuarios, consumidores-recreadores)?  

Juan Nepote hablará en el próximo Café Scientifique, sobre el patrimonio científico de Jalisco.

En el trayecto de hacernos estas preguntas es probable que reconozcamos que no solo se trata de dos culturas diferentes, como lo proponía el físico y novelista inglés Charles Percy Snow, sino de muchas, que resulta inocente no reconocer lo complejo -que no imposible- de la tarea de vincularlas sin desnaturalizarlas, pero que en el trazo fino de los cruces resultan producciones interesantísimas que como sujetos podemos disfrutar. Al fin y al cabo, se trata de productos culturales a los que tenemos derecho. 

“El conocimiento es más múltiple que simple. Menos una conjetura bajo control que una aventura para ser aprendida”.  

  1. Serres y B. Latour.

Podemos encontrar ejemplos de enorme calidad artística en la literatura de divulgación, como la de los científicos Oliver Sacks o Carl Sagan; artistas plásticos que utilizan conceptos científicos para hacer sus obras, como Olafur Eliasson; métodos propios de la tecnología, como los que utilizan artistas para trabajar a partir de códigos informáticos; o científicos con enorme talento artístico, como Santiago Ramón y Cajal, que hiciera dibujos increíbles sobre las neuronas. 

En el Centro de Promoción cultural desde hace muchos años, hemos ejercido el acto simbólico de sostener un programa de comunicación de la ciencia que ofrece actividades culturales al unísono que lo hace desde las artes visuales, las escénicas o literatura, y que de forma cada vez más constante propone escenarios para pensar estos puentes entre arte y ciencia, y desde ahí animarnos a ver y pensar el mundo.  

Ejemplo de ello es el siguiente Café Scientifique, que este martes 6 de octubre tendrá como invitado a Juan Nepote, para hablar del patrimonio científico de Jalisco, revisado a partir de algunos de sus protagonistas; el concurso de ilustración naturalista “Entornos ilustrados” que invita a la comunidad universitaria e ilustrar las especies de árboles del campus, reconociendo al dibujar algunas de sus características biológicas y ecológicas; o el club de lectura de ciencia donde se leerán piezas literarias de comunicación de la ciencia.  

El arte como algo ligado a la subjetividad y la ciencia a la objetividad no son sino maniqueas formas de simplificar la realidad, y con ello de impedirnos mirar los pliegues y la riqueza con la que está tejida nuestra cultura. Reconocer algo como complejo no es un permiso para dar respuestas relativas ni simples, pero tampoco para negar sus bellas posibilidades.  

Ilustración de Alejandro Armenta.