La relación entre prensa y gobierno en México es vieja y conflictiva, pero pocas veces distante. ¿Cómo influye en la opinión pública, en el rumbo político y hasta en el asesinato de periodistas? Bernardo Masini sugiere en su libro buscar pistas en el pasado.

Al tiempo que Álvaro Obregón buscaba su reelección como Presidente de la República, durante el periodo de Plutarco Elías Calles, dos periódicos emergieron: El Informador, de Guadalajara, y El Universal, de la Ciudad de México.

Ambos aún existen con una circulación y tiraje importante, y ambos, explicó el profesor del Departamento de Estudios Socioculturales Bernardo Masini, “nacieron, se supone con apoyo del gobierno carrancista hace cien años, precisamente para apoyar al constitucionalismo”.

Para su tesis doctoral en el Instituto Mora, a Masini le pareció interesante investigar qué influencia tuvieron en el rumbo político del país de ese entonces a través de su discurso, cómo la situación geográfica y social hacía divergentes sus posturas y, a la postre, cómo un análisis de viejas prácticas podría servir para analizar a los sistemas de medios masivos de hoy.

Revisó mil 245 recortes de prensa que mencionaron al caudillo entre junio de 1927 y agosto de 1928; con herramientas de historiografía y análisis del discurso, Masini des- menuzó la posición ideológica de los dos diarios.

El resultado es el libro Un caudi llo y dos periódicos: Álvaro Obregón como modelo de la relación entre la prensa y el poder en la Revolución Mexicana, coeditado entre el Instituto Mora y el ITESO.

El profesor lo presentó el miércoles 5 de abril en la casa ITESO Clavigero, acompañado de Rodrigo Laguarda Ruiz, profesor investigador del Instituto Mora; Sofía Paláu Cardona, coordinadora del Observatorio de medios Q ITESO, y Gerardo Gutiérrez Cham, profesor investigador de la Universidad de Guadalajara; moderados por Ana Vicencio Huerta, del Observatorio Jalisco Cómo Vamos.

 

Revisar el pasado para entender el presente

“Este libro pone sobre la mesa muestras relaciones inconfesables entre prensa y gobierno en los aciagos días de la Revolución. Estas relaciones nacieron torcidas y se volvieron susceptibles de cualquier ‘compra’ en su tiempo”, armó Gerardo Gutiérrez.

La investigación de Masini quiere rascar la herida de desconfianza en la postura de los medios, una que aún no cicatriza y, por eso, señaló Sofía Palau, es importante revisitarla para pasar de entender a actuar.

“Este libro es un contrapunto en la marea y ola que vivimos, y es una invitación a detenernos”, dijo. “Explica el origen de un modelo de comunicación en el que hay valor

económico y político en quienes lo manejan, pero también en quienes lo consumen, y señala esta visión naturalizada de la relación entre medios y gobierno que, si no ponemos pausa, olvidamos que estas instituciones deberían estar más alejadas”.

Las técnicas del manejo del discurso que estudia este libro muestran cómo la opinión pública oscila con la influencia de los medios, pero es más complejo que asumir que leerlo equivalía a creerlo.

“Los diarios tenían un origen particular con propios intereses”, armó Rodrigo Laguarda, “pero, aunque eran pieza importante en eso que llamamos opinión pública, tampoco podían garantizar el efecto buscado en sus lectores, porque ellos tenían la última palabra en la percepción”.

“La opinión pública siempre tendrá fronteras difusas, creo que para tratar de entenderla con toda su complejidad, necesitamos seguir estudiando a los medios de manera disociada, máxime cuando, para entenderlos, dentro de los medios están los periodistas, y entre 2000 y 2017 han sido asesinados 103”, armó el autor del libro.

“Es una situación que hoy incorpora un elemento de complejidad y gravedad distinta que habla del momento que vivimos en la relación entre medios y gobierno”.