http://goo.gl/QKecXA

Hace un par de años ocurrió lo que muchos expertos consideraban iba a ocurrir unas dos décadas después: más de la mitad de la población mundial (más de 7 mil millones de personas) ya vivía en ciudades.

Por contra, el campo y las poblaciones rurales de este planeta se vacían de gente año tras año, en una dinámica imparable que afectará negativamente la capacidad de la mayoría de los seres humanos de obtener sustento y equilibrio ambiental.

6-1 Foto 2

Un reciente estudio elaborado con datos de la Organización Mundial de la Salud y la LSE Cities (un organismo de la London School of Economics dedicado a estudiar cómo interactúan las personas y las ciudades), muestra que, en general, la esperanza de vida de las personas que viven en las ciudades es ligeramente más alta que las que viven en el medio rural.

El mapa interactivo que puedes descargar si entras al enlace con que inicia este artículo, muestra las esperanzas de vida promedio en diversos países (México incluido) y las compara con sus principales centros urbanos.

México tiene al 78% de su población viviendo en ciudades y la esperanza nacional de vida está en 75 años, mientras que en la capital sube nueve décimas, colocándose en 75.9; en Estados Unidos, la gente del medio rural vive en promedio hasta los 79 años, mientras que en Nueva York se alcanzan los 80.9, es decir, casi 24 meses más.

En África la cosa es distinta: en Johannesburgo, capital de Sudáfrica, el promedio de vida alcanza los 51 años, mientras que en el campo se prolonga considerablemente, hasta llegar a los 58. Este proyecto de investigación abarca ciudades como Moscú, Bucarest, Singapur, Tokio, Toronto, Los Ángeles o Londres, entre otras.

Dicho estudio tiene como objetivo entender un poco más un mundo “rápidamente urbanizado, enfocándonos en cómo el diseño de las ciudades impacta a la sociedad, la cultura y el medio ambiente”, según reza el sitio web de LSE. Se espera que para 2030 seis de cada 10 seres humanos vivan en una ciudad, cuando en 1910 eran dos de cada 10. Texto Enrique González Foto Archivo