Para atacar la agresión entre los pares, en todos los ámbitos, es necesario lograr cambios en el tejido social, señalan académicos del ITESO. 

El término bullying se ha trivializado y, en ocasiones, no se aplica de la forma correcta. “La palabra bullying de pronto se convierte en una etiqueta y se la ponemos a cualquier envase vacío que nos encontramos. Recuerdo que hace unos años era el TDA (Trastorno del Déficit de Atención), y la discusión era si era con H o sin H, si era con hiperactividad o no. Y entonces, cualquier cosa que le pasaba un niño, que reprobaba o que era muy bueno o que miraba mal a sus compañeros, era TDA, ¿por qué? Porque era la etiqueta disponible”, señaló Miguel Bazdresch, académico del Departamento de Educación y Valores (DEVA) y jefe del Centro de Aprendizaje en Red (CAR) del ITESO, durante su participación en el programa radiofónico Estación Central, del Sistema Jalisciense de Radio y Televisión.

“Yo creo que eso tenemos que superarlo, porque entonces se trivializa, por un lado, y por otro lado, se hace muy imprecisa la relación con este término que estrictamente es técnico, y que está estudiado hace 50 años, es decir, el bullying no es de ahora. Ahora se manifiesta con ciertas conductas que nos son más notables porque se apartan de lo que consideramos costumbres comunes y corrientes, pero que hace 50 años también se apartaban de las costumbres de entonces. No le llamaban bullying, le llamaban maltrato entre los pares, o agresión. No es de ahora, es une etiqueta, entonces, cuidado, para no confundir un conflicto, un pleito, una situación que se suscita porque las personas somos diferentes y de pronto no aprendemos a convivir con diferentes, y otra es una conducta reiterada, con intención, de una persona frente a otra, de un victimario frente a una víctima, con un conjunto de espectadores, con otros tolerantes, que está acosando reiteradamente a otra, a veces sin saber por qué, que eso es estrictamente el bullying”.

En un texto publicado en el periódico Mural, Andrés Peixoto, también académico del DEVA, coincide con la notoriedad que ha tomado el término en los últimos años.

“La aparición de una palabra en inglés como «bullying» para hablar de acoso entre niños y jóvenes, a fuerza de repetirla, por su relativa novedad, puede hacernos creer en un comportamiento generalizado y ver monstruos en las nuevas generaciones. No pretendo desconocer una realidad que existe, y que no es nueva, pero detrás de esa percepción negativa está el discurso en la prensa y en los libros: la noticia de calamidades. Claro, de un libro que anuncia catástrofes se venden 100 mil ejemplares, mientras que libros con visiones más optimistas apenas se venden”, apuntó.

Los expertos coinciden también en que es necesario atender la problemática de la agresión con acciones concretas que lleven a mejorar todo el tejido social, pues este fenómeno no se presenta únicamente en las escuelas.

«La intelección segmentada nos va a dar respuestas segmentadas a cada una de las cosas», apuntan los especialistas. «Por ejemplo, la capacitación del maestro. Capaz que eso nos ayuda a que el maestro adquiera cierta sensibilidad a los prolegómenos del acoso o a los prolegómenos de la violencia escolar, porque empieza a darse cuenta de ciertas conductas que son indicios de algo más. Pero eso no va a resolver él fuera de la escuela y no necesariamente resuelve el patio del recreo y no necesariamente lo resuelve el próximo año, porque estas cosas no se quitan y ya, sino que, puesto que la sociedad es una sociedad violenta, puede renacer en cualquier momento».

Implica, de alguna manera, más allá de la sensibilidad, un conjunto de ingredientes para que los niños vayan también entrenándose en detectar sus emociones, en detectar su sensibilidad social, en sentir qué les causa la diferencia, y a veces son diferencias poco notables, por ejemplo, la timidez puede ser una diferencia frente a un niño más aventado o más activo. ‘¿Qué me causa la timidez? ¿Por qué me pongo molesto con la timidez? Y entonces la trato de suprimir pegándole al niño, o sacándole la lengua o lo que sea. Y, al revés, al tímido ¿qué le causa que lo agredan?, porque a lo mejor le causa lo que él quiere, finalmente alguien le hizo caso”, comentó Bazdresch.

“Entonces, toda esta complejidad, que la pongo ahorita en la escuela, pero también está en la sociedad, también pasa en la relación hombre-mujer, en la relación empleado-patrón, el chofer del camión y el que va arriba del camión, en la infraestructura urbana, entre el dueño de la casa y el inquilino; también en el diseño urbano que tenemos, que es sumamente agresivo, porque alguien tiene que pasar dos horas arriba de un camión para llegar a su casa o el trabajo, eso es violencia urbana, aunque no se llame bullying. Es un fenómeno cuyas raíces son estructurales, que requiere entonces, sí una contención, porque no se puede vivir golpeándose, y, en ese sentido, en la punta del iceberg hay que contener, porque, si no se contiene, no podemos pensar. Pero hay que darse cuenta de la parte del iceberg que no vemos y esa también hay que trabajarla, y esa parte estructural, psicosocial, socioemocional, socioantropológica, interdisciplinar, transdisiplinar, que requiere un conjunto de medidas muy bien pensadas, muy de largo plazo y muy integrales de la sociedad”.

Peixoto reflexionó: “Algunos de los que señalan esta violencia en los jóvenes con mayor insidia ¿no buscarían hacer de ellos «chivos expiatorios» de una violencia social mucho mayor, y con ello ocultar su propia responsabilidad en el asunto? Porque hay también violencia cuando se deja a los niños sin apoyo moral y psíquico, cuando se permite a una sociedad obedecer hasta el extremo a las leyes del mercado económico (con las consecuencias que se comienzan a ver en todo el planeta)”.

“La violencia nace en la falta de referentes culturales, en la ausencia de modelos deseables propuestos a la juventud, en la desigualdad de oportunidades, en la deserción y el fracaso escolar. Parece ser una manera de reducir el problema el limitar la definición de la violencia en la escuela a las provocaciones de los jóvenes y a pequeños actos de delincuencia. Para que esa violencia tenga posibilidades de ser comprendida mejor, ella debe ser vista igualmente a través de situaciones que la provocan y que hacen del pasaje a los hechos una respuesta social, que si bien no la legitima, al menos permite entenderla”.

El jefe del CAR reiteró que no debe llamársele bullying a todo y que la agresión debe ser atendida y contenida de forma puntual, por un cambio de costumbres en la sociedad. Texto Laura Rodríguez Foto Archivo