Las redes sociales Facebook y Twitter, así como el correo opina@iteso.mx, han sido los canales por los cuales amigos, alumnos, colegas, investigadores y funcionarios, han expresado su profundo agradecimiento y cariño al jesuita Jorge Manzano, quien murió el sábado 21 de septiembre, a los 83 años. Aquí te mostramos una pequeña selección de esas palabras:

 

  • El jesuita que me invitó a caminar desde la imperfección”

Eduardo Anaya

Ahora que Jorge está en pleno simposio celestial departiendo con sus amigos más íntimos, Kierkegaard, Platón y Nietzsche, compartiéndoles su diáfano Tonayan y agradeciéndoles lo que lo hicieron pensar e imaginar durante  más de 50 años como amante de filosofía, quiero dedicarnos a nosotros, los que aquí seguimos filosofando, unas líneas en su memoria.
Para muchos es conocido aquello que decía Jorge respecto a su posición ante la filosofía. Manzano decía que no se consideraba un filósofo, que no era maestro de filosofía, sino aprendiz de filosofía, siervo de la filosofía. ¿Humildad o presunción? ¿Quién se atreve a enjuiciarle?  En su vida de peregrino tras los pasos de la angustia kierkergaardiana también se asumía pobre, pecador, limitado… En este mismo sentido, ahora les contaré una anécdota de su vida que él nos compartiera hace ocho meses y que me marcó profundamente. Tal vez esta sea la mejor herencia que pudo dejarnos:
“’Sean perfectos como su Padre Celestial es perfecto’, nos decía el Padre Maestro en el Noviciado de Puente Grande. El siguiente año, cuando entraron los nuevos, nos dijo lo mismo, pero yo veía que él seguía igual, era imperfecto… Con los años entendí que de lo que se trataba no era de ser perfectos [virtuosísimos santos, ángeles puros, hombres moralmente intachables], sino de aprender a caminar en y desde la imperfección. Perfecto solo es Dios; nosotros somos simples creaturas”. Comentario completo en: www.facebook.com/ITESOuniversidad/posts/10151696933021840?notif_t=share_wall_create
  • Pablo Arredondo, investigador de la UdeG

‏@PabloArredondoR

La muerte de un filósofo y universitario siempre es una mala noticia. Descanse en paz el Dr. Jorge Manzano.
  • Myriam Vachez, Secretaria de Cultura de Jalisco

‏@myriamvachezp

Adiós al Padre Jorge Manzano, con mucha tristeza…
  • José Lara
“Gratos recuerdos de sus clases de historia de la filosofía griega y medieval… Siempre me imaginé que era Sócrates en medio de sus alumnos”.
  • Víctor Julián
 Siempre nos hará falta el maestro Manzano. Donde esté siempre seguirá bailando.
  • Hipólito Olea

@hipoomi

El primer día del curso de filosofía antigua, a Jorge Manzano, SJ le gustó mi nombre y dijo alegre: «Hipólito Temístocles: ¡tienes 10!»
  •  Abraham González
Fui alumno de Manzano y recuerdo haber participado de los simposios que realizaba. Por todos conocidos, esos simposios eran para nosotros días desenfadados y de relax, inspirados en la idea griega, discutíamos o hacíamos intentos de filosofar; al final de cuentas nos enseñaba a amar más la vida, en el sentido más crítico que ella nos pueda hacer vivir y sobre todo a vivir una experiencia libertad.
Otra experiencia significativa fue cuando me iba a graduar por medio de tesis y yo pensaba titularla: «Aspectos psicológicos de las personas que creen estar poseídas». Como yo sabía que era un conocedor en el tema y además esto le apasionaba, me dijo que sí, me dio 6 volúmenes sobre demonología y posesión diabólica, algunos suyos, otros de algunos estudiosos del tema, y me dijo: «Lee esto y luego me dices si te puedo ayudar; esa tesis es muy compleja y no vaya ser que el diablo no la quiera». Por supuesto que el diablo no la quiso, jaja.
  • Margarita Ibarra
“Solo te nos adelantaste, allá nos volveremos a encontrar para filosofar y seguir en trance”.
  • Norma Yolanda Aguilar
Sentí el impacto de la noticia ya que es uno de mis principales referentes en clase cuando toco los temas de ética y valores, principalmente el tema de la mentira.  Desde hace aproximadamente 10 años en que tuve la oportunidad de estar presente en una de sus conferencias: ¿Se vale mentir? es  que he intentado darle continuidad a mi presencia en sus pláticas y es justamente extracciones de ellas que deseo compartirles.
“Hay tres puntos que se requieren para que haya mentira: 1) Decir algo falso, 2) Querer decir eso falso y 3) Hacerlo con intención de engañar. Es entonces cuando aparece la diferencia entre mentir y ocultar la verdad. Mentir siempre es pecado, pero puedo ocultar la verdad sin mentir», expresó el padre Manzano.
En otra ocasión, el sacerdote filósofo explicó tres tipos de mentiras: 1) La nociva: la que se miente para hacer mal a otro, 2) La oficiosa: se miente para lograr un bien útil, ya sea para el que miente, para otro o para evitar un mal, y 3) La jocosa: la que se dice para divertirse. Comentaba que según San Agustín los tres tipos de mentira son pecados pero el más grave es el primero.
Que levante la mano el que nunca haya incurrido en algún tipo de mentira. Descansa en paz, padre Jorge Manzano.
  •  Fernando Ortiz
Contar una anécdota o una experiencia significativa de las que tuve la gran dicha de vivir junto a Jorge Manzano, SJ, para elegir una, es una tarea difícil; cada momento, cada instante, cada minuto era y sigue siendo una experiencia muy significativa. Dentro de todas las vivencias hubo una que marcó mi vida por las palabras y las frases que surgieron de aquella conversación.
Yo era editor de la revista Aither, una revista que está próxima a cumplir tres años y que se publica mes con mes de manera virtual, dedicada a establecer un diálogo entre las diferentes espiritualidades de nuestra ciudad y país, labor que Jorge Manzano, SJ amó y trabajó arduamente.
En mayo del año 2012 decidimos hacer un homenaje en nuestra revista a Jorge Manzano por su trayectoria y legado que a lo largo de su vida fue forjando (http://aitherlarevista.com/#/0). Cuando fui a charlar con él y darle la noticia de lo que nuestra revista pretendía, extendió una mágica sonrisa, me miró fijamente y dijo:
-¿A qué debo tal reconocimiento? Y posteriormente sacó un cigarrillo, de aquellos que tanto gustaba fumar.
En aquel momento me di cuenta que esa era la llave para abrir la puerta de una gran conversación y le contesté:
-Maestro, usted es un personaje con una gran trayectoria: filosofía, espiritualidad, enseñanza, todo esto ha hecho en su vida y por ello queremos hacer un especial de usted para nuestra revista.
Después de escucharme atentamente, el gran Jorge Manzano dijo aquellas palabras que aún vagan por mi mente:
-Entonces si de homenajes se trata, haz un homenaje sobre Dios, pues sin él yo no hubiera caminado, estudiado, luchado, enseñado y todas esas cualidades de las que tú hablas; hago todo esto por amor, porque Dios es amor y está loco por mí, al igual que él está loco por ti.

httpv://www.youtube.com/watch?v=4Bz2XXJCnqk

  • “Un filósofo es un hombre que constantemente vive, ve, oye, sospecha, espera, sueña…”

Juan Pablo Gil, SJ

¡Por Zeus!
Me acabo de enterar de la noticia de la muerte de Jorge Manzano, SJ
Cuando me dio clases, en el curso de Santo Tomás, me atreví a pensar lo que confirmaría dos años después, en la clase de Platón: que Jorge estaba preparando su funeral.
Este pensamiento mío se peleaba muy a menudo con otro pensamiento, también mío, de que Jorge Manzano nunca iba a morir. Un jesuita viejo, fumador, aficionado de la bebida —»corrientita pero sabrosa»—, medio chamán, muy filósofo, amigo de refugiados en Dinamarca y de indígenas en Chiapas, maestro de muchas generaciones de universitarios, amante de la vida y del Jesús de la vida: «Es Cristo quien seduce», decía, no puede morir jamás.
Me argumentaba a mí mismo que los ancestros, los filósofos, las plantas mágicas, la Vida y el mismo Jesús conspirarían para que Jorge Manzano no muriera nunca.
Esta noche me he dado cuenta de que me equivoqué.
Y de que el otro pensamiento, de que Jorge prepararía su propio funeral, toma más fuerza.
«Cuando yo era un joven en búsqueda, me acerqué a los jesuitas», dijo Jorge en una de sus clases. «Y me dijeron: Jorgito, no somos unos santos, pero hemos acudido a la cita. La pasión por Cristo que un jesuita vive lo he visto expresado en aquél que pasa largas horas de estudio en la biblioteca de la Gregoriana en Roma; y también en el jesuita panadero que elabora sus panes con grande amor por el prójimo».
Ahora creo que Jorge ha dejado ya lista la grabación, de su viva voz, en la que los asistentes a su funeral escucharán su saludo: «Bienvenidos sean todos a mi funeral, tomen asiento, siéntanse cómodos. Esta es su casa y yo soy el anfitrión». De pronto, los danzantes aztecas entrarán en escena con fuertes golpes de tambor. Sus gritos y conchas de viento estremecerán al público —sí, al público—; del techo bajarán con arneses varios acróbatas lanzando fuego por sus bocas y una orquesta en vivo comenzará a tocar La cabalgata de las Valkirias, de Wagner. Las luces del auditorio, previamente atenuadas, dejarán ver el paso de un féretro que se coloca al frente del escenario y una plataforma lo elevará a la vista de todos. De súbito todo quedará en silencio y a obscuras. Poco a poco todos los presentes encenderán sus velas y se escuchará solo la voz de Jorge que dirá: «Un filósofo es un hombre que constantemente vive, ve, oye, sospecha, espera, sueña cosas extraordinarias; alguien al que sus propios pensamientos le golpean como desde fuera, como desde arriba y desde abajo, constituyendo su especie peculiar de acontecimientos y rayos; acaso él mismo sea una tormenta que camina grávida de nuevos rayos; un hombre fatal, rodeado siempre de truenos y gruñidos y aullidos y acontecimientos inquietantes. Un filósofo: ay, un ser que con frecuencia huye de sí mismo, que con frecuencia tiene miedo de sí, pero que es demasiado curioso para no ‘volver a sí’ una y otra vez...«. Nietzsche, en Más allá del bien y del mal.
Las luces del auditorio se volverán a encender y todos los presentes verán que al féretro lo escoltan cuatro sujetos. Serán cuatro actores representando a Nietzsche, Kierkegaard, Hegel y Platón. Ellos, los actores, comenzarán a hablar de filosofía, y Manzano entrará en diálogo con ellos.
Ahora me gana el llanto al imaginar mi fantasía.
Me volví a equivocar.
Manzano es más sencillo que todo esto.
«¿Alguna vez has sentido que Dios te ama con la fuerza, el cariño, la sensualidad de una Novia? Dichoso el que ha sentido que Dios le dice: ‘¡Bésame con besos de tu boca! ¡Son tus amores mejores que el vino!, ¡Qué exquisito el olor de tus perfumes; aroma que se expande es tu nombre!» Primeros versos del Cantar de los cantares.
Jorge se ha encontrado con la Vida, porque no ha muerto. Sus amigos filósofos lo reciben y el Autor de toda la creación, el Eterno Señor de todas las cosas, le tiene preparada una habitación en su casa.
Ha alfombrado ya el piso con ramas de pino, para que cuando Jorge entre en ella y pise descalzo, el aroma a fresco llene sus pulmones.
Mientras, nosotros, los que aquí quedamos, llevaremos siempre en el corazón al que supo enseñar con el ejemplo que el amor se ha de poner más en las obras que en las palabras.

Si deseas compartir alguna anécdota o pensamiento en memoria de Jorge Manzano, puedes ingresar a las redes sociales del ITESO o al sitio de Facebook «Hacia el homenaje a Jorge Manzano, SJ».

  • El mundo perdió un poco de su brillo, pero hay una estrella más en el cielo

Elías González

El humo transparentaba el ambiente mientras apagaba su cigarro en un pequeño cenicero. Un vaso medio vacío, computadora encendida en una lista interminable de correos por contestar, un librero enfrente con libros e imágenes decorando aquel santuario, el nuevo número recién publicado de Xipe Totek y un hombre pequeño, presionando el cigarro contra el cenicero, soltando el vaso medio vacío después de darle un trago y depositándolo de lado a la computadora, mirando el librero en busca de algún libro que le recuerda lo recién leído en la nueva Xipe Totek.  En la ventana, un curioso y agradecido discípulo, sabiendo que en ese momento se jugaba la eternidad del instante, sabiendo y sabiéndolo bien que ese no era un hombre cualquiera, que el humo de ese cigarro era distinto al de otros cigarros pues en cada exhalación de tabaco, junto con la nicotina y el papel quemado, también iba un poco del aliento de un hombre santo, un hombre muy amado por ese aliento primordial y vital y por el cual él se sentía enamorado.
Ojos cerrados. Tres sillas, tres personas sentadas, conectadas. El cuerpo se mueve, comienza el éxtasis, Dionisio posee al Maestro, la manía comienza, la energía es intensa y se desborda por todos los albores del cosmos. El discípulo se asusta, lo que siente es nuevo, increíble y terrorífico, fuera de su control, más allá de sus posibilidades de comprensión. Se detiene, se miran. “Cuando venzas el miedo entrarás en trance” dice el Maestro, y el estudiante lo sabe y desde entonces trata de no tener miedo, de “lanzarse al agua sin flotis”, de vivir en trance… pasa un tiempo, largo o corto, en ese plano no importa, el Maestro sentado observa a un grupo de personas. El salón es grande, hay mucho ruido, la energía está a punto de explotar hasta los niveles más alejados y extremos del Universo. En medio de aquello, el discípulo está en el suelo, el cuerpo frenético se convierte en el Placer, en la Tierra, en Chamán, en Brujo, en Perro, en Águila, en Éxtasis… el Maestro se acerca, toma el hombro del discípulo: “excelente trabajo” le dice, se va dejando al discípulo con un nudo en la garganta, lo había logrado.
Señal de la cruz: Norte, Sur, Este, Oeste. Comunión: pan remojado en vino. Misa: hombres y mujeres danzando, adornados con plumas, castañuelas y máscaras. Tambores, maracas, danzantes. El Maestro, adornado festivamente, celebra la Vida, la fiesta, la felicidad y el placer. “Viva la vida, viva el placer de vivir, el placer de volar, el placer de sentir” dice el Maestro. El discípulo escucha, el discípulo danza, el discípulo llora pues acaba de comprender, finalmente y después de tantos años, cuál es la experiencia de fondo en la experiencia espiritual, comprende la resurrección, comprende en ese momento, y solo por ese momento, Todo.
 El discípulo está de viaje, pero siempre recuerda a su Maestro. A todos les comenta y les cuenta de sus aventuras juntos, les comparte el famoso escrito y les habla de Dionisos, Jesús, los jesuitas, Aparruki, el Diálogo Multicultural Universal, la filosofía, Nietzsche y Kierkegaard. Las montañas de una de las cordilleras más grandes del mundo le recuerdan al ahora más maduro discípulo las enseñanzas de su Maestro; las nubes, los rostros indígenas por los cuales el Maestro dio su vida, las ceremonias religiosas de muchas tradiciones, los jesuitas hermanos espirituales del Maestro, el viajar y viajar justo como el Maestro hizo por Europa y ahora el estudiante hacía en Sudamérica, todo eso lo mantenía vivo en su recuerdo. De vez en cuando, el discípulo revisaba el correo para encontrar con una sonrisa de oreja a oreja, igual a la de su Maestro, un correo de aquel hombre que cambió su vida.
Un día, el Maestro sufrió un accidente. Apenas tres días antes el discípulo había recibido un correo suyo, no podía creer lo ocurrido. Con fe y esperanza, el discípulo siguió su camino, terminó su experiencia y misión que el Maestro le había encomendado por esas tierras. Regresó a casa, no estaba permitido ver al Maestro por cuestiones de salud, y el discípulo no se sentía digno para verle, después de todo “muchas personas más importantes que yo quieren verle” pensó. Pasarían los días y el discípulo escuchaba las noticias de lo que pasaba en el hospital, todo lo guardaba en su corazón. Una tarde, el discípulo recibiría una llamada “Jorge murió”. Colgaron, las lágrimas que antes no derramaba comenzaron a salir en ese entonces y siguen brotando de los ojos del discípulo mientras escribe estás páginas. El Maestro se ha ido, y con él el mundo ha perdido un poco de su brillo.
Ahora el discípulo está sentado en su jardín, viendo el cielo estrellado o por lo menos imaginando que lo mira, el maestro le enseñó que los sueños y la imaginación eran igual de válidos que la realidad. Se da cuenta de una estrella, que casualmente brilla más que las demás. Una estrella que hace sentir que él lo mira, a aquel que en su individualidad y totalidad real está aquí sentado escribiendo estas líneas en recuerdo de aquel hombre que le transformó la existencia, pues le enseñaría que lo único que hay que hacer es amarla. “La vida está loca por mí, y yo por ella” diría algún día el Maestro, y lo diría tan bien que todavía el discípulo lo siente y trata y tratará de vivirla de ese modo que aprendió que aquel hombre.
El Maestro pasó de escuchar la música a cantarla para que los demás siguiéramos escuchándola. El Maestro, el de mochila de joven, el de cigarro en una mano y tequila en la otra; el de pantalón de mezclilla, el que iba de fiesta con los jóvenes, el que invitaba y organizaba fiesta para ellos; el escritor, el amigo, el filósofo, el poeta, el dionisiaco, el jesuita, el profesor, el hermano… ese, el ser humano de carne y hueso, ese que se veía más brillante que nunca a través del cristal de su ataúd, ese que tanta fue amado y tanto amó. Ese.
Sí, el mundo perdió un poco de su brillo, pero hoy hay una estrella más en el cielo.

Recopilación de textos Comunicación Social Foto Lalis Jiménez